La «digresión» Kopieikin es en realidad un espejo en miniatura de la novela en la que se encuentra. En particular, los finales de las dos narraciones comparten un estatus especial: ambos cuentos acaban inmediatamente después de una promesa de que la narración no ha hecho más que comenzar. Aunque la historia de Kopieikin se interrumpe a la fuerza tras la promesa de que es sólo el principio, el lector no espera que el hilo sea tomado de nuevo. La historia se sostiene por sí sola, con el enigma de la vida de Kopieikin en los bosques quedando sin ser narrada, sin ser narrable. El lector de Gogol ha hecho tradicionalmente mayores exigencias a la propia Almas muertas. Nuestro conocimiento de la biografía de Gogol, de los diez años que empleó tratando de escribir la prometida continuación de Almas muertas, ha oscurecido esa homología de su obra, no sólo con la historia de Kopieikin sino también con otras obras de Gogol que se presentan como incompletas. (Fusso, pp. 104-105.)
Entre esas obras estarían algunas como «Ivan Fiodorovich Sponka y su tía», donde también se promete continuación, u otras como «La avenida Nievskii», «Diario de un Loco» (que se inserta en el conjunto idiosincráticamente fragmentario de Arabescos) o «La nariz», que pese a que tienen un final, ese final carece de continuidad interna o de congruencia. Además de ésas, hay otra serie de trabajos concebidos en forma de fragmentos: «Roma (un fragmento)», una obra sobre un funcionario ambicioso; La Orden de San Vladimiro, que publicó en sus Obras reunidas bajo el título de «Fragmentos dramáticos y escenas separadas (1832-1837)», así como numerosos textos, sacados directamente de sus cuadernos de notas que luego trabajará como fragmentos, etc. Es más, su Fragmentos escogidos de una correspondencia con amigos, Выбранные Месmа из Переnucкu с Друзьямu (literalmente: Lugares escogidos...) puede considerarse también como un acopio de partes, más que como una obra unitaria.
La eliminación sistemática de la versión censurada en las ediciones de Almas muertas parece dar por supuesto que ese texto fuera contrario al espíritu de Gogol, pero creo que sobre ello habría que expresar algunas dudas. El Kopieikin vicioso entra ya dentro de la esfera de las búsquedas moralizantes del Gogol de la «segunda parte» de Almas muertas. El carácter sicario de este escrito no resulta ya ajeno a un escritor en el que se fraguaban los Fragmentos y la ideología de la «segunda parte» de Almas muertas. No obstante, dentro del (con)texto del primer volumen resulta, desde la perspectiva actual, disonante y casi incomprensible. En el fondo, ésa es la relación entre la genial «primera parte» y los torsos[7] conservados de la segunda. En la versión censurada del Kopieikin se halla implícita la posterior deriva gogoliana y la explicación de por qué Almas muertas no iba a tener continuación.
El capitán Kopieikin será el verdadero sacrificado de la publicación de Almas muertas. La traición a Kopieikin marca no obstante el tránsito del gran Gogol hacia su ocaso literario y personal y, sin embargo, resulta difícil pensar qué hubiera sido de Almas muertas si Kopieikin, víctima por partida doble, víctima primero de la burocracia y luego de su propio autor, no hubiera sufrido esa traición.
ALMAS MUERTAS COMO POEMA
Uno de los elementos llamativos de Almas muertas es que el autor lo catalogue como poema. Para Bielinskii, el término «poema» no es una boutade más del autor ni ha de entenderse como «poema cómico».
No veo nada gracioso ni divertido en él. No detecto en ninguna de las palabras del autor ninguna intención de hacer que el lector se ría: todo es serio, calmoso, genuino y profundo. No hay que olvidar que este libro no es más que la exposición, la introducción al poema, y que el autor promete dos libros más de las mismas dimensiones, en los que volveremos a encontrarnos con Chichikov y con nuevos personajes en los que se expresará el otro lado de Rusia. (Bielinskii, 1985, p. 455.)
Es decir, debió de ser en la época final de la composición de la «primera parte», en la que el autor concebía ya con claridad el carácter tripartito de su obra, cuando consideró que su creación superaba los límites del relato corto o de la novela (véase Guippius, p. 491).
En opinión de Viktor Sklovskii, el uso de la palabra «poema», separada del resto del título, no sólo da testimonio del gran alcance de miras de la obra sino también de la renuncia de Gogol a las convenciones tradicionales de la novela. Esta renuncia es consciente y tiene que ver con el propio análisis y comprensión del autor de la novelística y de los géneros épicos. Sklovskii refrenda su argumento recurriendo al fragmento gogoliano de 1840 «Учебная Книга Cловесности для Русского Юношества» («Un libro de texto de literatura para la juventud rusa»), en el que Gogol dice:
En los últimos siglos, ha surgido un tipo de obra narrativa que, por así decirlo, está a medio camino entre la novela y la épica y cuyo héroe, pese a ser una figura aislada e insignificante, resulta no obstante significativo en muchos aspectos para aquel que observa el alma humana. El autor hace que la vida de éste discurra a través de un encadenamiento de aventuras y cambios, con el ánimo de presentar, junto con un cuadro verdadero y vivo de todo lo que es significativo en los rasgos y las costumbres de la época que ha elegido, una visión mundana, explorada casi estadísticamente, de las insuficiencias, las malas costumbres, los pecados y todo aquello que él ha percibido en el periodo de tiempo seleccionado y que sea digno de atraer la mirada de cualquier contemporáneo atento que busque, en el pasado fabuloso, lecciones para el presente. [...] Aunque muchas de éstas se hallan escritas en prosa, pueden ser consideradas, sin embargo, creaciones poéticas. (Gogol, 1967, pp. 498-499.)
Los prototipos de esta épica gogoliana serían el Orlando furioso de Ariosto y el Quijote de Cervantes (véase Gogol, 1967, p. 499). El autor pone en contraste la novela con la épica y plantea que la primera resulta inadecuada por lo convencional de su argumento. Él piensa que, al igual que el drama, la novela es una forma de composición demasiado fija y estática.
Ella se vale a su vez de un comienzo concebido de forma estricta e inteligente. Todos los personajes que han de ser incluidos en la acción, o mejor, todos aquellos entre los que se ha de desarrollar la acción, han de ser asumidos con anterioridad por el autor, que estará necesariamente preocupado por el destino de cada uno de sus ellos; por tanto, él es incapaz de agilizar y cambiar de sitio a estos personajes de manera rápida y en grandes cantidades, como si fueran fenómenos efímeros. El advenimiento de cada personaje, al principio en apariencia sin ningún significado particular, es no obstante una proclamación de su posterior participación. Todo lo que aparece en ella lo hace sólo por su vínculo con el destino del héroe. Aquí, como en el drama, todo lo que se permite es una interacción bastante apretada de personajes; todas y cada una de las relaciones distantes entre ellos, cada uno de los encuentros que no son completa e inmediatamente necesarios, son un defecto en la novela y la tornan prolija y torpe. (Gogol, 1967, p. 502.)
Frente a lo artificial y lo convencional de la novela, la épica ofrece, según Gogol, una visión más amplia y una descripción de la realidad más precisa.
Esta concepción de Almas muertas como «poema» permitirá comprender buena parte de sus peculiaridades, entre las que no sólo estarían las digresiones, que evocaré más tarde, sino también elementos que al lector de «novelas» le resultan extraños y típicamente gogolianos, como escenas descritas pero no explicadas o apariciones efímeras de personajes. Ambos elementos pueden rastrearse en fragmentos como aquel del final del capítulo 7 en el que Sielifan y Pietruska, una vez que su amo está dormido, se marchan a «cierto sitio» cuyos atributos le quedan ocultos al lector. Lo único que