Quizás el reconocimiento de estos caminos, que fueron recorridos antes de la firma de los Acuerdos, sea el único anclaje posible para comprender la densidad y profundidad de la tarea que en este libro se despliega.
La construcción de paz en Colombia allanó un camino en los estudios de la psicología política. Antes de la experiencia de negociación que tuvo lugar en una lejana isla del Caribe, existía un país en el que los caminos del pensar ya habían dado pasos significativos hacia la interpretación de iniciativas de paz que se manifestaban en tiempos de la confrontación armada.
Las resonancias de estos trabajos de investigación, el eco de sus interpelaciones y la amplificación de las voces que se fueron tejiendo alrededor de las memorias, el sufrimiento, la justicia y los lenguajes de la esfera pública en clave de la psicología política nos permitieron reconocer los modos como distintos sujetos afectados por la violencia habían construido caminos posibles para afirmar su existencia individual y colectiva, en medio de los paisajes desgarrados por la guerra.
Es este el fondo desde el cual se puede leer la hermosa gesta de pensamiento que aquí se despliega. Demarcado el lugar de enunciación de la psicología política, este libro es una pieza escritural que amplía los horizontes de comprensión en torno a la paz.
Es polifónica una obra en la medida en que las voces que en ella resuenan posicionan una multiplicidad de subjetividades históricamente acalladas y silenciadas. Y es precisamente esto lo que acontece en este libro: las voces acalladas hablan.
Desde las memorias de quienes aún esperan a los desaparecidos hasta el cuerpo violentado de las mujeres en el marco del conflicto, este libro recupera sus experiencias y tematiza sus implicaciones al momento de pensar la paz. Se trata de giros, acometidas del pensamiento crítico, desplazamientos epistémicos, renovados caminos de la investigación en los cuales el lector finalmente encuentra un sentido y se hace a un lugar de enunciación para comprender el papel de la psicología política en la tarea que aún define la ruta de nuestras acciones: la construcción de una paz que por fin se torne acontecimiento.
Ahora bien, siendo amplias y diversas las contribuciones epistémicas, teóricas y metodológicas que la presente obra realiza al campo de la psicología política en el contexto colombiano, centraré mis comentarios en los aspectos que encuentro más sugerentes para quienes nos interesamos en comprender y agenciar las relaciones entre psicología y política en los tiempos que algunos denominan «posacuerdo o posconflicto», otros «posdescuerdo» y, finalmente, algunos más «el tiempo para la paz».
La psicología política surge en América Latina en los años ochenta, asociada a la recuperación de los sistemas democráticos en varios de sus países y gracias a las contribuciones de la psicología social, con mayor tradición. Los estudios desarrollados en el continente durante esta época estaban especialmente influenciados por los desarrollos de la psicología política norteamericana y, en algunos casos, por la europea, ambas centradas especialmente en el comportamiento político formal que se expresaba en asuntos como: el mercado político, las campañas electorales, el manejo de imagen y la personalidad de los gobernantes, entre otros.
Una de las definiciones más conocidas y acogidas que sobre psicología política se produjo en este tiempo es la planteada por Sabucedo (1996), quien afirmó que
la psicología política consiste en el estudio de las creencias, representaciones o sentido común que los ciudadanos tienen sobre la política y los comportamientos de estos que, por acción u omisión, traten de incidir o contribuyan al mantenimiento o cambio de un determinado orden socio-político (p. 22).
Sin embargo, Alvarado et al. (2012), en una crítica a esta mirada, sostenemos que, para el contexto latinoamericano, y específicamente para el colombiano, debe ampliarse tal concepción, ya que no es suficiente comprender los aspectos individuales de la política; es necesario, además, analizar el contexto en el que se hallan inmersos los individuos y grupos sociales. Además, mostramos que se requiere problematizar la concepción de ciudadanía intrínseca en la definición de Sabucedo, desde la cual la acción política se restringe al mundo institucionalizado y universal de la política, en el cual se pierde la polisemia del concepto y la performatividad que contiene.
Los diferentes capítulos del presente libro resaltan la necesidad de historizar, politizar y contextualizar los conceptos usados desde la psicología en sus diferentes ramas. En el marco de lo anterior, considero que uno de los aportes más relevantes de este texto tiene que ver con la posibilidad de seguir ampliando las márgenes epistémico-teóricas desde donde se ha comprendido la psicología política en el país.
Al respecto, y a efectos de no agotar al lector con un prólogo extenso, destaco solo cuatro de los elementos que me han parecido cruciales en cuanto a las posibilidades de ampliación epistémica que se desprenden de la obra. En primera instancia, resalto la perspectiva decolonial de la psicología, que aparece como un elemento que resuena en el conjunto de la obra, por la potencia de sus cuestionamientos a los regímenes epistémicos, teóricos, discursivos y prácticos, desde los que se ha disciplinado la comprensión de los asuntos políticos desde lo psicológico. En este sentido, la perspectiva decolonial muestra otra posibilidad para entender la psicología política como campo de conocimiento que reconoce las formas de poder cotidiano, institucional y geopolítico en las afectaciones concretas de la vida de la gente y sus territorios de existencia. La psicología política decolonial plantea la necesidad de descolonizar el saber y hacer de la psicología, a partir de la revisión de las condiciones epistémicas, culturales y políticas que producen y mantienen conocimientos y prácticas psicologizantes, para contribuir al mantenimiento de la dominación y subordinación de sujetos y comunidades.
Desde esta mirada decolonial, dos de las mayores contribuciones al campo de la psicología política tienen que ver con: a) la deshegemonización disciplinar de las tareas de comprensión y sanación emocional, relacional y social derivadas de las guerras, violencias, pérdidas y traumas, que históricamente, desde la lectura moderna, se han posicionado como objeto de saber de los psicólogos, dejando por fuera las formas de reparación y sanación propias de las comunidades y desde las cuales se interpela y reconstruye el relato del individualismo y universalismo, del cual es cómplice la psicología; b) revincular y reparar la ruptura epistémico-disciplinar y práctica que buena parte de los psicólogos han ejercido al intentar pensar sobre el ser-estar-hacer en el mundo, retirándose o separándose de él y descuidando y obviando las consecuencias de sus acciones sobre el mundo.
En segunda instancia, señalo del libro los aportes que aparecen desde la epistemología hermenéutica ontológica política o hermenéutica performativa, para pensar la psicología política como campo polifónico en construcción y con capacidad de transformación de la realidad. Esta propuesta epistémico-metodológica se puede ubicar dentro de las perspectivas denominadas «epistemologías del sur», al reconocerse una vocación contrahegemónica respecto a las maneras tradicionales de construir conocimiento. Según Alvarado et al. (2014), tres aspectos caracterizan esta perspectiva: la acción (retomada de Arendt), que potencia la experiencia política en el ámbito de lo público, para desde allí crear la novedad, lo inesperado, los mundos posibles; el lenguaje (desde la perspectiva de Heidegger), que se expresa en forma de narrativas, lo que permite comprender los «conceptos políticos como acontecimientos históricos»; la vida cotidiana, que permite reconocer cómo la transformación de la historia no se hace solo a nivel de grandes