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Editado por Harlequin Ibérica.
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© 2006 Julie Cohen
© 2019 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
El amor de sus sueños, n.º 299 - septiembre 2020
Título original: Featured Attraction
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
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Imagen de cubierta utilizada con permiso de Dreamstime.com
I.S.B.N.: 978-84-1348-959-9
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Prólogo
Jack Taylor estaba haciendo el amor con la mujer más hermosa del mundo.
No la podía ver, pero tampoco lo necesitaba. Sus manos acariciaron su perfecta piel. Sus dedos descubrieron la curva de su espalda y su columna. Fue subiendo poco a poco, deteniéndose en su cintura y sus costillas. Ella comenzó a gemir en cuanto él cubrió sus pechos con las manos y empezó a jugar con sus erectos pezones.
El sonido de su voz hizo que se le acelerara el pulso. No recordaba haberse sentido así antes. Estaba más excitado que nunca. Y eso que Jack Taylor tenía mucha experiencia en ese terreno.
Su amante giró la cabeza hacia él y su cabello le acarició la cara. Saboreó su boca. Sus labios y lengua eran dulces como la miel. Toda ella era dulce. De una manera increíblemente sexy y excitante.
–Te deseo, te deseo ahora –le susurró ella haciendo que un escalofrío le recorriera el cuerpo.
–Y yo a ti más que he deseado a nadie en mi vida. Más que he deseado nada –le dijo él.
Y supo que estaba diciéndole la verdad.
Entonces ella lo tomó entre sus manos, dirigiendo su miembro hasta su interior. Y Jack sintió como su mundo se iluminaba y se llenaba de un éxtasis que era más brillante que la propia luz.
Ella tomó su mano y se llevó los dedos a la boca, recorriendo con ellos su sonrisa mientras comenzaba a moverse bajo él. Jack siguió su ritmo. Comenzaron muy despacio, disfrutando de esa exquisita danza de los cuerpos.
No había nada más en el mundo, sólo ellos dos. Sus movimientos ganaron velocidad y él se introdujo más dentro. Era una sensación increíble. La mejor de su vida. Todo su cuerpo se estremeció y sintió cómo se preparaba para el clímax. Sólo había una cosa que necesitaba conseguir antes de dejarse llevar, antes de permitir que su cuerpo se abandonara al placer…
–¡Jack! –gritó ella entonces.
Su dulce voz recorrió sus venas y le dijo que era el momento. Su cuerpo se unió al de ella. Su mente y su corazón estaban completamente aturdidos. No pudo aguantar más… Él también alcanzó el orgasmo y en ese momento vio por fin sus ojos.
Verdes. De un verde primaveral. De un verde que invitaba a la vida y a las promesas eternas. Esos ojos, aún temblorosos por el éxtasis, se miraron en los de él.
Y de repente todo se volvió negro.
Jack se despertó jadeando. Se pasó una mano por el pelo, que estaba empapado en sudor, y se sentó. La sábana, también mojada, estaba retorcida alrededor de su cintura.
–¡Vaya! –exclamó.
No era una noche muy oscura. Podía ver las estrellas por la ventana abierta de su dormitorio. Aun así, tuvo que palpar al lado suyo en la cama para asegurarse de que estaba solo.
Se levantó y fue al baño. La luz le hizo daño en los ojos. Se echó agua en la cara y recordó lo que había soñado. Sus mejillas estaban sonrojadas, sus ojos enrojecidos y sus pupilas dilatadas. No pudo evitar esbozar media sonrisa. Tenía el aspecto de un hombre que acababa de tener la mejor experiencia sexual de su vida. Y así había sido.
Su sonrisa se amplió para después desaparecer poco a poco.
Lo más patético de todo era que había tenido su experiencia sexual más intensa y había sido en un sueño.
Salió deprisa del baño y bajó las escaleras. Desnudo como estaba llegó al salón. Colocó algunas astillas y algo de papel en la chimenea y los prendió fuego. Después puso un par de leños