La teoría microeconómica se ocupa, principalmente, de explicar la conducta de los denominados agentes económicos en el mundo de las transacciones, con base en la idea de que la racionalidad orienta sus conductas. Ante todo, hay que entender que nadie acepta voluntariamente participar en una transacción si no es porque cree obtener de ella un beneficio. Un acto tan elemental como comprar un café o un jugo en alguna de las cafeterías de la universidad es como una célula de un tejido social muy complejo y de dimensiones cada vez más amplias: el comprador considera que es mejor tener el café que tener el dinero que paga por él, y el vendedor considera preferible tener el dinero a conservar el café. El primero es, para la teoría microeconómica, un consumidor; mientras que el segundo, el vendedor, es denominado habitualmente como la empresa o el productor. Claramente, las motivaciones de ambos agentes son diferentes: el consumidor busca satisfacer una necesidad, y el productor participa en el mercado en busca de beneficios monetarios.
De hecho, si la transacción se realiza, podemos afirmar que ambas partes se benefician: el consumidor obtiene un producto o servicio que le brinda algún bienestar, es decir, considera que obtiene de ese bien o servicio mayor bienestar que conservando para sí el dinero que ha entregado; la empresa –el vendedor– prefiere tener la cantidad de dinero y no el producto. El productor hace la transacción impulsado por el deseo de obtener un precio, es decir, una suma de dinero, que le permita cubrir los gastos en que ha incurrido (personal, local, energía, agua, vasos, azúcar, etc.) y obtener, adicionalmente, una ganancia tan alta como le sea posible.
Pero ahí no termina el asunto. Cada transacción abre el camino para otras transacciones: el vendedor podrá emplear parte del dinero obtenido para satisfacer sus propias necesidades y las de su familia, y tal vez, invertir alguna parte en la ampliación de su negocio. Por su parte, el consumidor habrá tenido que trabajar para obtener el dinero con el cual realizó las compras, o lo habrá obtenido por las ganancias de algún negocio. En cualquier caso, las transacciones no tienen término: las necesidades se satisfacen y luego vuelven a aparecer, o aparecen otras. Las necesidades de los seres humanos son inagotables.
La realización de cada transacción requiere el “encuentro” de un productor y un consumidor. Pero este encuentro no implica necesariamente la presencia física de las dos personas en el mismo sitio, pues existen muchas formas de realizar transacciones. Cuando se compra, por ejemplo, una película a través de internet, el comprador puede estar en Medellín y el vendedor en Inglaterra. Lo importante es que exista una forma de hacer esa transacción. Por tal razón, todas las transacciones se realizan empleando dinero como el medio para hacer el intercambio; e incluso, cuando no es así, las transacciones se cuantifican en dinero y una de las partes adquiere el derecho a cobrar en cierto período de tiempo esas obligaciones en dinero.
Lo anterior nos lleva a la difícil definición del concepto de mercado. Pindick y Rubinfeld (2018) lo definen así: “Un mercado es un conjunto de compradores y vendedores que, por medio de sus interacciones reales o potenciales, determinan el precio de un producto o de un conjunto de productos” (pp. 7-8). Pero esta definición nos lleva entonces a pensar cuáles son los compradores y los vendedores “reales o potenciales” de un producto o servicio. Los pequeños mercados campesinos que se realizan en algunos sitios de las grandes ciudades los fines de semana son el lugar de encuentro directo entre productores y consumidores; un supermercado es un intermediario entre ellos; los compradores y vendedores de discos de Michael Jackson, por ejemplo, estaban dispersos por todo el mundo y sin embargo eran parte del mercado de esos discos; y, para no extender más la lista, ya sabemos que también se pueden realizar encuentros individuales entre numerosos compradores y vendedores de un artículo a través de Internet. En principio, parece que la definición citada cubre suficientemente todos los casos.
Pero, independientemente de los detalles, lo que nos interesa es reducir la complejidad del mundo real a un modelo que sea lo suficientemente poderoso como para que quepan en él todos los casos particulares.
El curso de microeconomía básica está dedicado a presentar, comprender y utilizar un conjunto de modelos que explican este mundo de transacciones. Todo modelo, desde los más simples hasta los más complejos, parte del conocimiento de los valores (magnitudes) de algunas variables y explica los de otras. A las primeras las denominamos variables exógenas o explicativas y a las segundas variables endógenas o explicadas. Estos modelos pueden ser gráficos, numéricos, utilizar sistemas de ecuaciones, etc., pero en cualquier caso constituyen simplificaciones de la realidad que tienen la ventaja –en nuestro caso– de explicarnos lo esencial de un problema como el de las transacciones y la formación de los precios.
Los modelos mencionados suponen siempre una conducta racional por parte de los agentes económicos que, en el caso de las empresas, están condicionados por la estructura de mercado en la que actúa la empresa: no es lo mismo ser el único proveedor de una mercancía, que ser uno de los muchos proveedores de ese mismo producto o servicio. Los consumidores buscan el máximo bienestar posible comprando bienes y servicios a precios conocidos.
En la teoría económica existen dos modelos básicos: el primero explica la conducta de los consumidores en el mercado, vale decir, lo que compran y en qué cantidades; en función de sus preferencias, de los precios de los bienes y servicios que compran, y del dinero del que disponen para sus transacciones. Es la denominada teoría del consumo y la demanda. El segundo modelo explica la conducta de los productores con base en sus costos de producción, y conforma la teoría de la producción y el costo. En este último modelo se supone que el productor conoce las opciones técnicas de producción a su disposición y los precios de los bienes y servicios que debe utilizar.
Todos los modelos son simplificaciones que resultan de aislar mentalmente una situación y de tener en cuenta solo las variables esenciales para entender el problema. En estos se realiza un proceso de abstracción, es decir, se suprimen los detalles y las variables particulares, pues lo que interesa del modelo es su capacidad explicativa y predictiva.
Ahora bien, una vez entendida la naturaleza de los dos agentes básicos y la forma en que toman sus decisiones en el mercado, es necesario explicar los diferentes tipos de mercado, como se muestra a continuación.
El mercado perfectamente competitivo
Aunque hemos mencionado dos modelos básicos: producción y consumo, la mayor parte de los textos de microeconomía empiezan planteando un modelo que ya reúne información de estos dos agentes. Se trata del mercado perfectamente competitivo o modelo de oferta y demanda. En él se utiliza el supuesto de conducta racional de los agentes: productores y consumidores, quienes actúan en un mercado en condiciones ideales. Veamos cuáles son esas condiciones:
• Los productores y consumidores son tantos que ninguno de ellos tiene influencia perceptible sobre los resultados que se producen en el mercado. En otras palabras: ninguno de los participantes puede, con sus decisiones, afectar el resultado o imponer el precio que le convenga. Se entiende, entonces, que el precio es el resultado de la interacción entre muchos vendedores y muchos compradores.
• Todos los participantes conocen las propuestas de compra o venta que se van realizando. O bien, se supone que todas las propuestas se realizan simultáneamente, lo que significa que todos ellos tienen la misma información que, adicionalmente, no tiene ningún costo. Es decir, el propio mercado suministra información simétrica y gratuita.
• Los productos que se transan en el mercado son homogéneos. Para un consumidor no tiene importancia saber cuál es el productor