Destaquemos que naturalmente la carne animal provoca efecto adictivo [21] y daños neuropsíquicos. Como bien explica Desiré Merien [22] “compuestos de la carne animal excitan terminales nerviosos, provocando euforia (nivel cervical),estimulación (próxima a la embriaguez) yaceleración de la corriente sanguínea. Como toda estimulación excitante, consume mucha energía y va seguida por una fase depresiva (necesaria para la recuperación energética), operando como una droga disipadora de energía” .
Otros investigadores [23] comprobaron que la ingesta regular de carne animal genera la presencia de compuestos en el cerebro (putrescina) que actúan como inhibidores de enzimas (glutamato decarboxilasa), lo cual influye sobre el comportamiento y explica conductas neuróticas , agresivas y hasta manifestaciones epilépticas.
En resumen y simplificando: la proteína de origen vegetal es más fácil de asimilar, menos ensuciante y para nada adictiva . Hay muchos otros aspectos que fundamentan su no utilización en la dieta humana (compasión por la vida animal, sustentabilidad planetaria, cuestiones filosóficas y espirituales) que no desarrollamos aquí por una cuestión de contexto, pero que puede ampliarse en numerosos libros [24] y sitios web [25] . Por otra parte, las necesidades proteicas son sencillas de satisfacer en el marco de una alimentación viva. Y en modo económico y gustoso, tal como veremos más adelante.
Lácteos: alergénicos y mucógenos
Cuando el organismo reacciona frente al ingreso de una proteína que considera extraña (antígeno), estamos en presencia de una respuesta inmunológica. La cotidiana y profusa exposición a los antígenos alimentarios, es el principal factor que conduce al agotamiento del sistema inmune. Las proteínas de la leche vacuna (junto a las del trigo), son lasmás antigénicas y desgraciadamente las de consumo más abundante. Esta alta exigencia inmunológica se ve agravada por la excesiva permeabilidad intestinal, condición que facilita el ingreso de antígenos alimentarios al flujo sanguíneo y desencadena una serie de respuestas alérgicas.
El intestino cumple un rol fundamental para evitar el paso de un antígeno a la sangre. Precisamente la primera línea defensiva consiste en la secreción de anticuerpos (inmunoglobulina A), generados por el tejido linfático en la mucosa intestinal. Hemos visto que la superficie de absorción intestinal es amplia (unos 600 m2) y también es abundante la diaria ingesta de antígenos alimentarios, por lo cual es enorme la demanda de anticuerpos necesarios para neutralizar estos antígenos.
Cuando este mecanismo defensivo se agota, y la mucosa es excesivamente permeable, las moléculas extrañas atraviesan la mucosa y alcanzan el flujo sanguíneo sin ser neutralizadas. Allí se hace necesario el concurso del hígado para desactivarlas; pero si el hígado está sobrecargado y no puede neutralizarlas, pasan al bazo, donde actúan los linfocitos T supresores. Si la actividad neutralizante del hígado y del bazo se hace insuficiente, entonces las moléculas extrañas pueden depositarse en la pared de los capilares y en el líquido intersticial o extracelular. Este material intentará ser drenado a través de la orina, sobrecargando finalmente a los riñones y generando el contexto para las habituales infecciones a repetición y el colapso renal.
El mayor problema de la proteína láctea es supoder alergénico; se han detectado hasta 25 antígenos diferentes en la leche de vaca. Además de la caseína, que analizaremos en detalle, una gran contribución alergénica se genera en el procesamiento posterior al ordeñe. Cuando la leche es secretada en la ubre de la vaca, estamos en presencia de unfluido aséptico. Sin embargo, a poco de abandonar la teta y no habiendo sido ingerida por el ternero, se manifiesta en la leche un prolífico cultivo de virus, bacterias y microorganismos , lo cual obliga a los conocidos y promocionados tratamientos de pasterización.
La temperatura, además de destruir enzimas y otros nutrientes termosensibles, mata la vida microbiana,pero no la elimina. Las bacterias muertas permanecen en el fluido que luego se industrializa y consumimos. O sea que esta verdadera “sopa de bichos muertos” debe ser neutralizada por nuestro sistema inmune, que obviamente los detecta como antígenos.
La caseína es la proteínamás abundante de la leche vacuna (80%), lamás antigénica y el 40% de la misma es indigerible, favoreciendo la constipación, la dispepsia putrefactiva y la permeabilidad intestinal. Dado que la proteína láctea se digiere muy poco en el intestino, lasgrandes cadenas de caseína no desdobladas, actúan como pegamento [26] , depositándose en los folículos linfáticos del intestino, entorpeciendo la absorción de nutrientes y generando fatiga crónica e inflamación intestinal.
Por su parte, los fragmentos más pequeños logran atravesar las paredes intestinales con la complicidad de la mucosa permeable. Una vez en el flujo sanguíneo, estos péptidos generan un estado congestivo causante de asma, sinusitis, alergias, artritis, diabetes, nefrosis, infecciones, incremento de mucosidad y estructuras densas en el aparato reproductor femenino…
Es interesante señalar que todo esto no ocurre en la lactancia materna. Nuestra secreción láctea provee al bebé de un fluido equilibrado, dotado de los anticuerpos necesarios (inmunoglobulina A ó IgA) para su correcto procesamiento. Varios científicos afirman que los lácteos vacunos son la principal causa de alergias alimentarias [27] . Tal es así, que la Asociación Americana de Pediatría desaconsejó su uso en niños y recientemente el Jefe de Gastroenterología del Hospital de Niños de La Plata afirmó que el 80% de los chicos son alérgicos a la leche vacuna. Esto también se extiende a los adultos y a todos los derivados lácteos [28] .
Soja: omnipresente y oculta
Más allá de las cuestiones sociales, toxicológicas, económicas, políticas y ambientales que surgen del cultivo de soja transgénica (99% de la producción nacional), el poroto de soja en sí mismo, aún si fuese orgánico y no transgénico, representaun grave problema para la salud humana, por la combinación de múltiples factores. Existe profusa y sólida evidencia científica de los inconvenientes que ocasiona su consumo regular [29] , pero aquí nos referiremos al aspecto proteico del problema.
A fines del siglo XX, una avalancha publicitaria, basada en “serios estudios científicos”, aconsejaba el consumo de soja como una panacea nutricional y terapéutica. A tal punto que propulsó la adopción