Páginas de cine. Luis Alberto Álvarez. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Luis Alberto Álvarez
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789587149838
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de que sus directores hagan posteriormente algo mejor, para ilustrar los diferentes pasos de su carrera. En cualquier otro caso solo serán cintas que no habrá que volver a ver, porque no tienen nada que decir, nada que aportar, porque sus desnudeces y sus intimidades se harán más explícitas en películas subsiguientes.

      ¿El problema es, entonces, de la crítica? El problema es de la clase de cine que es necesario hacer y apoyar, un cine útil, digno, verdadero, un cine nuestro, un cine popular. En esto, me consta, estamos de acuerdo muchos críticos aunque, malévolamente, se nos atribuya otro tipo de intereses.

      El Colombiano, 5 de octubre de 1983

      Cuartico azul

      Colombia en un cuarto de hotel

      Sucedió en el tercer aniversario del teatro El Subterráneo. Antes de comenzar la proyección de Partitura inconclusa para pianola, un joven alto y enjuto anunció la proyección de un cortometraje llamado Cuartico azul. Sebastián Ospina explicó que toda la película había sido realizada en Colombia y que, por desgracia, la banda sonora dejaba mucho que desear. Nos resignamos entonces a dejar pasar sobre nosotros una película colombiana más, con el creciente escepticismo al que nos han obligado las diversas generaciones de cortos de sobreprecio y demás modalidades de nuestro cine.

      En 16 milímetros, en blanco y negro, proyectada por un aparato de potencia luminosa insuficiente para el largo teatro, algo así hay que tragarlo como una píldora amarga. Comienzan los créditos: sobrios y decentes. Los planos iniciales, un callejón mojado por la lluvia, una pareja que se acerca y es atracada (rutina ciudadana que se acepta), tienen ya una calidad que despierta un poco de la inercia. Es una especie de prólogo, hundido en imágenes de una Bogotá vespertina e indiferente. La pareja, Antonio y María de los Ángeles, llega a un hotelucho de una cierta elegancia recóndita. Los hemos visto en los créditos, a él como soldado, en fotos de esas que se ven amarillosas aún sobre la película en blanco y negro. La portera toma furtivamente un traguito, con un gesto de triste sarcasmo. Después de un rato en el cuarto que han tomado en alquiler, la narración nos ha llevado a comprender que la pareja ha venido a la ciudad de luna de miel. El velo de novia, los retratos, el televisor (pequeño tesoro), las ilusiones de la provinciana, el tedio, el amor desacompasado, la música, Julio César Luna, la crueldad y la ternura.

      Lo imposible ha sucedido: cada una de estas imágenes nos agarra, exuda realidad, significa, narra, es profundamente humana, fresca y amarga. En 16 milímetros, en blanco y negro, con un sonido imperfecto, aparecen las primeras imágenes auténticas del cine colombiano de ficción. Aparecen sin pretensiones, sin traumas, sin exhibicionismo, sin citas, sin pedantes comentarios. En boca de sus dos personajes se pronuncian las frases del lenguaje popular, sin dar la impresión de haber sido forzadas dentro de esas bocas por un escritor costumbrista o por un intelectual populista. Cuartico azul no es una película bella por ser colombiana, sino que es bella y es colombiana.

      De sus autores, Luis Crump y Sebastián Ospina, sabemos muy poco. O, mejor dicho, sabemos lo esencial después de haber visto su película: que aquí hay tanto talento en juego y que ese talento se ha concretado en una película bien lograda. Nunca habíamos visto a dos actores colombianos moverse con tanta autenticidad frente a una cámara. No habíamos visto planos tan efectivos y tan poco aparentes, pensados los unos en función de los otros. No conocíamos una narración tan fluida y unas imágenes tan expresivas, sin tener que acudir al vocabulario burdo y a la simbología inepta que son regla en nuestro cine. Aquí hay unos seres vivos y un ambiente que los cobija: los personajes para el ambiente y el ambiente para los personajes. Estos son verosímiles gracias a los intérpretes, pero el ambiente se le debe atribuir, honrosamente, a unos directores que han aceptado el desafío de la unidad de lugar y la han resuelto en una forma cinematográficamente impecable.

      Cuartico azul sabe eludir inteligentemente las trampas que su historia podría ponerle: la alusión constante al mundo de la farándula y a sus seudoilusiones está dosificada de manera que no sea penetrante ni sermonera; el humor nace de pequeños detalles y el melodrama se rompe en toques de encantadora ironía, como cuando Antonio exclama durante la escena de amor: “Como en las películas”, la breve secuencia imaginaria no toma nunca un giro ridículo y las ocasionales referencias cinematográficas (por ejemplo a Buñuel, cuando Antonio se pone el velo de novia) están perfectamente integradas al flujo narrativo.

      En este cuartico de hotel está reflejada Colombia. Y está reflejada con la necesaria poesía, la poesía que ahuyenta las postales, los comicios, el sainete y el folletín, que han sido hasta ahora los componentes del cine colombiano. Si Luis Crump y Sebastián Ospina encuentran el empalme para seguir este camino, las perspectivas del cine colombiano no serán tan desesperanzadas como hasta ahora. Ni las asociaciones de cinematografías ni los créditos ni las coproducciones ni las estrellas ni los presupuestos ni las inversiones sacarán adelante este cine, sino el talento demostrado, un talento como el de los autores de Cuartico azul.

      El Colombiano, 13 de junio de 1978

      Cine e industria

      La fórmula Nieto Roa

      Una muestra informativa del cine colombiano en los últimos cinco años es útil para aquilatar conceptos y para juzgar qué ha sido lo permanente en una evolución tan retorcida y difícil. Como complemento de las películas se ha invitado a hablar a personas implicadas directamente en el cine colombiano, realizadores, administradores de fondos de promoción, productores, etc. Gustavo Nieto Roa hace cine colombiano y alguna vez ha ganado dinero con sus películas, para envidia o admiración de todos los metidos en esta industria y/o arte, incierta e impredecible. Nieto Roa tiene ya una nutrida filmografía en el mítico campo del largometraje y, por tanto, tiene credenciales para ser invitado a participar en un foro de esta naturaleza. El talento Nieto Roa consiste en lograr que muchas personas vayan a ver sus películas, algo que puede o no seguir sucediendo, de acuerdo con su propia declaración, la más honesta y personal de su conferencia: “El día en que una película mía fracase, temo que ya no habrá cómo hacer la siguiente”. Si todo lo que dijo Nieto Roa hubiera tenido este tono, si hubiera dicho abiertamente que hace cine para ganar dinero y que sus productos están destinados a un consumo fácil y sin problemas, sin duda me hubiera sido mucho más simpático. En todas partes hay cine de esta clase y él tiene la libertad de hacerlo así, como uno tiene la de no ir a verlo.

      Pero Nieto Roa, en cambio, hizo un discurso filosófico en el que afirmaba que su fórmula, la que él llama “cine comercial”, es, simplemente, la de cine colombiano y que todas las demás son imitaciones de Bergman, completamente inadecuadas a nuestro medio. Para él Colombia connection es una película “de mensaje” sobre el problema de la droga, una crítica acerba al imperialismo y a los gringos. En su opinión El taxista millonario es un serio estudio sobre la clase media y Amor ciego un análisis a fondo de los sentimientos de la burguesía. Nieto Roa dice que el cine colombiano (el suyo) se encuentra en el momento en que se encontraban los cines americano y soviético en los años veinte. Según él la gente ve en Colombia casi con exclusividad cine norteamericano, no porque los monopolios internacionales de distribución se lo impongan, sino por su propio gusto, que rechaza productos de otros países.

      Una vez más nos encontramos aquí con la confusión a que lleva el término “comercial”. Que una película sea “comercial” o no lo dicta solo el hecho de que produzca o no dinero, que tenga o no amplia aceptación. El nacimiento de una nación, El acorazado Potemkin, Susan y Ana o La luna pueden ser llamadas películas comerciales porque rinden muy bien económicamente. Mamagay o El candidato no serían entonces cine comercial por haber sido un fracaso de taquilla. Y el cine cubano, que entre nosotros llena hasta reventar cualquier función de cineclub, ¿es entonces, o no, comercial? ¿Y si la próxima película de Nieto Roa llegara a convertirse en fracaso, dejaría su realizador de ser un cineasta “comercial”? El cine Nieto Roa, independientemente de que se lo alabe o denigre, no es cine “comercial” o “no comercial” sino, simplemente, cine de consumo, destinado al uso rápido y a desaparecer después para siempre. No es un juicio