Navidad en Reindeer Falls. Jana Aston. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Jana Aston
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788417972370
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novio tiene previsto dar una fiesta de Navidad muy importante a la que iba a asistir —escupo. Esto se sale un poco del guion, pero lo cierto es que no esperaba tener que llegar tan lejos con la lista de excusas y me estoy poniendo nerviosa.

      —No tienes novio —responde Nick y, cuando me arriesgo a mirar en su dirección, veo que sus ojos se han reducido a dos rendijas y que tensa las manos sobre los reposabrazos.

      —¿Y tú qué sabes?

      —¿Cómo se llama? —pregunta y desvío la mirada de la moqueta para mirarlo a la cara.

      «Piensa, Holly, piensa. Un nombre de hombre. Cualquiera menos Nick».

      —Sant… ana. Santana. —Me repongo—. Como el grupo de música.

      —¿De qué trabaja? —Percibo un atisbo de sonrisa en su rostro, pero es difícil estar segura porque rara vez sonríe.

      Quizá sea una mueca. O gases.

      —Toca en un grupo. —Me quiero morir. No acabo de decir que mi novio falso Santana toca en un grupo, ¿verdad? Pero vérselas con Nick es como vérselas con un perro rabioso. Es mejor no mostrar miedo.

      Me llevo una mano a la cadera en actitud desafiante y mantengo mi postura. Apuesto a que Santana me trata muy bien y sonríe todo el tiempo.

      —Holly. —Nick dice mi nombre con un suspiro. Cierra los ojos un momento y mira al techo como si le pidiera fuerzas a la luz de la lámpara. No suele llamarme por mi nombre, tiene la extraña manía de llamarme señorita Winter. En realidad, lo prefiero, porque cuando me llama por mi nombre siempre lo pronuncia de modo que me hace pensar en sexo.

      En acostarme con él.

      Y eso es muy inquietante a varios niveles. Muchos niveles. ¿Por qué querría alguien acostarse con una persona que no le gusta? ¿Con alguien mezquino? Lo más probable es que critique la forma en que levanto las caderas o me exija que me corra cuando él me lo pida. Seguro que quiere una hoja de cálculo con tablas dinámicas que documenten mi grado de flexibilidad por extremidades. A lo mejor quiere bocetos que muestren cuánto puedo acercar las rodillas a la cabeza.

      Madre mía, la idea me pone. Lo de ser flexible, no que sea mezquino.

      Me pregunto si Ebenezer Scrooge era atractivo de joven. Si causó estragos en el corazón y en las entrañas de dulces jovencitas mientras ladraba órdenes y fruncía el ceño. Si el joven Ebenezer estaba cachas, tenía pelazo y era alto. Si desprendía un aroma sutil a árbol de Navidad y nieve recién caída.

      Lo más probable es que Ebenezer fuera horrible en la cama. Apuesto a que por eso se volvió tan gruñón. Lo más seguro es que se corriera muy rápido y no supiera qué hacer con la lengua.

      —Hemos acabado —me espeta Nick. Parece resignado a pesar de que ha ganado. Me mira los pies antes de volver al ordenador. Es evidente que me está despachando—. Llévate calzado adecuado —añade—. Las calles están adoquinadas y lo último que necesito es llevarte a cuestas si te rompes un tobillo.

      No añado nada más. Dejo caer la mano, derrotada. Me doy la vuelta con mis tacones no adecuados para las calles adoquinadas y me encamino hacia la puerta del despacho de Nick. En la entrada, me fijo en el tablón de anuncios. Por fin ha puesto algo. Alargo el momento de salir lo justo para ver de qué se trata.

      Es una carta escrita a mano.

      De una niña.

      Va dirigida a la empresa de juguetes El Reno Volador y está escrita con tinta rosa y una letra infantil ensortijada. Katlyn de Conroe, Texas, quiere que sepamos que nuestro juego de mesa Detectives Perrunos es su juego preferido del mundo mundial, pero también quiere saber por qué todos los perros son chicos y nos pregunta si podríamos incluir una perrita llamada Chloe. También sugiere que Chloe sea la detective perruna principal.

      Hace unos meses, Nick estuvo en pie de guerra durante una reunión semanal sobre los estereotipos de género y pidió un análisis detallado a todos los jefes de productos de cada juguete. Los informes debían incluir la franja de edad a la que iba dirigido cada producto, el género implícito del juguete y un registro de los últimos cinco años de materiales de marketing que señalasen cualquier sesgo de género.

      —Mandadle los datos a Holly —dijo, a pesar de que yo no estaba a cargo de nadie. Quería que organizara la información en una hoja de cálculo. Con tablas dinámicas.

      Me molestó que me tratase como a una secretaria, como la responsable de recopilar el trabajo de todos, pero lo cierto es que hago magia con las hojas de cálculo de Excel y él es el jefe. Así que lo hice, por supuesto. Además, dos de los jefes de productos hacen las cosas un poco… a su manera. Con eso quiero decir que les falta poco para jubilarse y que no entienden mucho de tecnología. Ni están abiertos a juguetes para ambos sexos. Esa semana hubo algunas quejas sobre el sexo de los robots, he de decir.

      Actualizamos el juego Detectives Perrunos justo a tiempo para que la nueva versión llegase a los vendedores para el cuarto trimestre, el más importante de todos. También gastamos una buena cantidad de dinero para que la nueva edición entrara en la promoción del Black Friday del mayor distribuidor nacional: KINGS.

      La nueva edición incluye dos detectives perrunas principales: Chloe y Katlyn.

      Me atrevo a mirar a Nick por encima del hombro. No está mirando a la pantalla, sino a mí.

      Capítulo 4

      —No me creo que te quejes por ir de viaje gratis a Europa con tu jefe, que además está bueno. Eres un desastre, Holly. —Mi hermana Ginger le frunce el ceño a, adivina, una porción de masa para hacer galletas de jengibre.

      —No son unas vacaciones, ¡es un viaje de trabajo! —protesto—. ¡Con el Grinch de Reindeer Falls! —añado, porque está claro que se ha olvidado del detalle más importante y el peor de todos.

      —La masa no tiene acidez. Algo está mal. —Ginger se pasa la mano por la frente y se deja un rastro de melaza en la piel—. No puedo dejar que Keller James gane. Mi futuro pende de un hilo y tú te quejas por tener que irte de viaje al Polo Norte. Esto es surreal.

      —No es el Polo Norte —gruño—. Es Núremberg, Alemania.

      Que, a decir verdad, es probable que sea mejor que el Polo Norte debido al encanto de la arquitectura bávara. Además, no se puede hacer nada en el Polo Norte por eso de que está en medio del océano Ártico y demás.

      —¿No tiene Keller James su propio programa en el canal Food Network? —pregunta Noel desde el taburete en el que está sentada junto a la encimera de la cocina de Ginger. Lo pregunta con la boca llena de galleta. Esta noche estamos haciendo unas cuantas tandas.

      —Sí —suspira Ginger antes de repetir «Food Network» como si estuviese en la iglesia y tuviese que venerarla.

      —No me importa los programas que tenga. Nadie hace las galletas de jengibre como tú, Ginger —la consuelo—. No tiene ninguna oportunidad.

      —Necesito el dinero del premio para abrir mi propia pastelería. ¡Keller no! ¿Por qué nos hacen competir contra profesionales? —Ginger gime mientras deja caer otro paquete de dos kilos de harina en la encimera. Es la más joven de las tres y la cocina siempre ha sido su pasión. Mientras Noel y yo nos contentábamos con jugar con un horno eléctrico de juguete, Ginger improvisaba con magdalenas de verdad en el horno de mamá y las guardaba en envases reutilizables en los que escribía «Pastelería Ginger» en los laterales. Los ataba con un surtido interminable de lazos viejos que había recopilado de todas partes. Ya sabes, como hacen algunas abuelas con los lazos de Navidad para reutilizarlos. Así era Ginger a los doce años.

      —Tú también eres una profesional —señalo. Hace todos los pasteles del hostal de la ciudad, pero su sueño es abrir su propia pastelería. En Reindeer Falls, por supuesto.

      —¡No es lo mismo! ¡Es un mentecato! —resopla Ginger —. Me pregunto