Sin embargo, a los 21 años, Sören tuvo un agotamiento mental, y los médicos le prescribieron descanso, por lo que se trasladó a una casa de campo en la costa, y a una encrucijada de caminos (algo muy simbólico). En 1831 comienza su Diario, por más que la fecha del primer escrito es de 1835.
Su profesor y amigo P. M. Möller lo guió por la literatura y la música, por lo cual sintió mucho su muerte, en 1838, el mismo año de la de su padre. Pero leyó a autores como Goethe, Heine, Heiberg, Cervantes y Shakespeare. Ese año escribió un ensayo contra Hans Christian Andersen, quien en 1837 había escrito una novela sobre un niño humilde que gustaba de tocar el violín, pero Kierkegaard le objetó que no tenía una auténtica concepción de la vida. La misma acusación enderezó contra Hegel.4 Sin embargo, alaba a Sócrates, hasta el punto de que en su disertación doctoral de teología, que consta de 15 tesis, en una de ellas compara a Sócrates con Cristo. Trascendiendo la visión hegeliana de Sócrates, considera a éste como fundador de la moral, por su actitud de crítica y de coherencia vital.5 En 1837 su padre le da una mensualidad con la que puede vivir por su cuenta.
Viene después su enamoramiento de Regina Olsen, a la que conoce en 1837 y con la que se comprometió en 1840, pero rompió con ella, por considerar que no iba a entender su misión y que no podía imponerle a ella el secundarlo en ese camino. A Regina le dolió mucho el rompimiento, y a Kierkegaard el que ella se casara poco después con un personaje de apellido Schlegel. Se han dado muchas interpretaciones a la ruptura (misoginia, impotencia u otras taras), pero Rafael Larrañeta las rechaza. Parece ser que simplemente vio con honestidad que no iba a ser un buen matrimonio.6 Tanto Regina como su familia siguieron apreciando a Sören.
En ese episodio de su vida, Kierkegaard se compara con Don Juan, el seductor, pero lo es en un sentido diferente. No porque enamore a muchas mujeres, sino porque se enamora profundamente de una sola.7 En 1838 muere su padre y ese mismo año publica una crítica al cuentista Andersen intitulada Papeles de un hombre todavía en vida. En 1840 saca la mención de laudabilis en su examen de teología. Y en 1841 defiende su disertación Sobre el concepto de ironía, con la que obtiene el grado de Magister Artium. Ese mismo año va a Berlín y atiende a las clases de Schelling, durante seis meses, pero, como él mismo dice, se decepciona de ese maestro.
3. Las obras
Tuvo una intensa actividad editorial. Papeles de un hombre todavía en vida (1838), El concepto de ironía, especialmente en Sócrates (1841). En 1843 publica su libro Enter-Eller (O lo uno o lo otro), Temor y temblor, La repetición y Discursos edificantes (tres series). En 1844, Migajas filosóficas, El concepto de angustia, Prefacios y cuatro series más de Discursos edificantes. En 1845, Tres discursos en ocasiones imaginarias y Estadios en el camino de la vida. En 1846, Postscriptum definitivo y no científico a las migajas filosóficas, así como Una recensión literaria. En 1847, Las obras del amor, Discursos edificantes en diferente sentido, y escribe el Libro sobre Adler, que se publicará hasta después de su muerte. En 1848 termina Punto de vista en mi actividad de escritor, que publicará su hermano Peter en 1859. En 1849, Los lirios del campo y las aves del cielo, Dos pequeños tratados ético-religiosos, La enfermedad mortal y El sumo sacerdote-el publicano-la pecadora. En 1850, Ejercitación en el cristianismo y Un discurso edificante. En 1851, Sobre mi actividad literaria, Dos discursos para la comunión del viernes y ¡Juzgad vosotros mismos!; termina La inmutabilidad de Dios, que saldrá hasta 1876. Asimismo, El instante (serie de diez cuadernillos, 1855). Finalmente, sermones, papeles y su diario.
Además de estudiar filosofía y teología, se enfrascó en los trágicos griegos, los historiadores romanos y los novelistas y dramaturgos de su momento. En cuanto a la filosofía, tuvo en sus inicios la duda, que remite a Spinoza, más radical que la de Descartes, una duda total que le removió sus entrañas de individuo.8 Tal se ve en el título mismo De omnibus dubitandum est (Que hay que dudar de todo), de una obra de 1843. Sin embargo, se siente buscador de la verdad, pero la existencial. Conoce la definición de verdad como adecuación del intelecto y la cosa, así como la de los idealistas, de coherencia; pero él se centra en el modo como la vive el sujeto. En el Postscriptum dice que no cuestiona ni el intelecto ni la realidad, sino al sujeto que los enlaza. La repetición, que causa el choque entre realidad e idealidad, no se da en ninguno de ellos aislado; tampoco en el tiempo, ni en la eternidad, sino en la conciencia.
En una palabra, el existir del hombre individual no es como el de un objeto ni como el de un pensamiento. Al primero le falta la fuerza del cognoscente, al segundo le sobra abstracción. Por eso no titubea al encabezar un párrafo del Postscriptum con este paralelismo: Existir-Realidad. Para llevar a buen término la apuesta por la verdad, hemos de caminar en otra dirección; y es lo que hace Kierkegaard dejando atrás a Descartes y Hegel.9
Kierkegaard personifica esto en uno de sus personajes o seudónimos: Johannes Climacus, quien fue un individuo real, anacoreta que vivió del 579 al 649 d.C., y que escribió una Scala Paradisi. Nuestro danés lo leyó, pues lo cita en su Diario. Ese libro quería desautorizar a los que pretendían subir al cielo traspasando los diferentes grados del saber. Kierkegaard lo aplica a Hegel, quien pretendía llegar al Absoluto por medio del método dialéctico. Lo compara con Johannes Climacus, que quería escalar hasta el cielo a fuerza de silogismos. Al personaje de Kierkegaard la filosofía especulativa lo condujo por el camino equivocado y casi lo llevó a la locura.10
Al igual que Sócrates, Kierkegaard dice que no se puede buscar la verdad a partir de lo que se sabe, pues ya se posee; tampoco a partir de lo que no se sabe, pues ni siquiera se sabría qué buscar, sino a partir de lo que no se sabe que se sabe, esto es, lo que se tiene que recordar: es la anamnesis, a través del método socrático: el mayéutico o de la partera. Es recordar.
Eso explica que el Postscriptum defina la verdad como la incertidumbre objetiva, que se posee en la interioridad apasionada. Lo cual implica que no se trata de ver la verdad, sino de ver cómo cada individuo se relaciona con ella. La paradoja, pues, reside en que buscamos algo desconocido, desde nuestro desconocimiento.
¿Qué es, en definitiva, eso desconocido? Es el límite al cual se llega siempre y, visto de esa manera –esto es, sustituyendo la definición de movimiento con la del reposo–, es lo diferente, lo absolutamente diferente, tan absolutamente diferente que no hay indicio alguno. Definido como lo absolutamente diferente parece estar a punto de revelarse, mas no es así, ya que la razón no puede ni siquiera pensar la diferencia absoluta ni elevarse por encima de sí.11
Nuestro autor se nos presenta, como Michel Foucault, como un filósofo de la diferencia, pero igualmente consciente de que la diferencia total nadie la puede conocer ni entender. Por lo demás, Kierkegaard apreciaba la dialéctica, y podía haber estado a gusto en las discusiones de Hegel con los alumnos aguerridos, en el banquete de Sócrates, o en los caminos con Jesús de Nazaret. Por eso termina su escrito Migajas recalcando que su proyecto va más allá del socrático.
4. En busca de la vocación
Kierkegaard renunció a ser eclesiástico, aunque predicó en ocasiones. En 1849 pidió al obispo Mynster ser profesor en el seminario, pero no se le concedió. Entonces, como tenía una herencia que le permitiría vivir desahogadamente, se decidió a ser escritor. De 1841 a 1842 estuvo en Berlín y comenzó a redactar Enter-Eller. Quería escuchar a Schelling, pero pronto se decepcionó de él. Decía que el viejo maestro sólo parloteaba. Y se regresó a su ciudad. Pero todavía volvió a Berlín en 1843, para escribir La repetición. Y, ya que se había decidido a ser escritor, pensó en ser poeta.
Quizás dejó de lado ser pastor