Entre la «esfera superior», símbolo de la perfección, y la materia, que se desarrolla evolutivamente, Druskowitz elabora una deconstrucción inversora de la tradición misógina enraizada en el pesimismo schopenhaueriano o en la filosofía trágica de Nietzsche. Si Schopenhauer había descrito a la mujer como una especie de ente intermedio entre el niño y el hombre, Druskowitz considera que el varón, con su fea apariencia, no se amolda propiamente al ámbito de los seres dotados de razón; si Schopenhauer había descrito al género femenino como mentiroso, falso, infiel, traidor, desagradecido, despilfarrador y vanidoso, Druskowitz caracteriza al sexo masculino como codicioso, envidioso, peleón, pendenciero, arrogante y ávido de placeres, sexualidad y poder. Según ella, el macho humano está, incluso, por debajo de los propios animales, porque es el único que golpea y martiriza de la manera más refinada a su hembra, llegando al extremo de matarla. Es un ser nacido bajo el signo de lo demoníaco y del mal, el más peligroso de todos los seres vivos, la furia de las Furias, la Megera de las Megeras (aunque esta Erinia alude a la intransigencia femenina respecto de la infidelidad matrimonial). Si el mundo ha ido degradándose y se encuentra en decadencia, esto es solo responsabilidad del hombre, mientras que las mujeres son seres más dignos y nobles porque pertenecen a una estirpe más perfecta y aristocrática.
La mencionada superioridad hace que la mujer aparezca ante los ojos de Druskowitz como el único «ser humano» verdadero y como salvadora del mundo. Lo malo es que las féminas suelen ser víctimas de sus instintos descontrolados, lo que las hace infantiles, ingenuas e inmaduras ante los hombres, por lo que, para alcanzar plena madurez y autocontrol, deben ser educadas en un oficio libremente, al margen del mundo masculino, y, por supuesto, fuera de cualquier matrimonio. El feminismo debe dotarse de «brillo y esplendor» porque es el ideal de la época moderna. Si el hombre reconociese su caída, así como la evidente superioridad del sexo femenino, retornándole todos sus derechos, tanto ellas como ellos podrían emanciparse44.
Y llegamos, así, al verdadero punto clave: ¿en qué consiste esa pretendida superioridad femenina defendida por Druskowitz? Pues bien: nos encontramos con un nuevo paralelismo entre el pesimismo feminista de nuestra filósofa y la filosofía tanatofílica de Mainländer, que nos lleva a pensar en ella como en el alter ego femenino del filósofo suicida de Offenbach del Meno. Según A. Gudrun, Helene von Druskowitz sostiene que las mujeres constituyen la «verdadera humanidad» porque prefieren instintivamente el no-ser al ser, aunque este instinto femenino haya sido terriblemente reprimido. Frente a otras feministas, que basan su pensamiento en el culto a la madre y a la mujer como dadoras de vida, Druskowitz se alza contra el ciego y estúpido aumento de la población y atisba el destino filosófico de las mujeres en ser «guías en la muerte» [Führerinnen in den Tod], por cuanto proponen el «fin de los fines» [Endesende], a saber, «la extinción del hombre y la disolución de la humanidad».
Pero el conocimiento de este «fin de los fines» no está reservado a los «espíritus libres», a los que se refería Nietzsche en Humano, demasiado humano. Un libro para espíritus libres (1878). La reivindicación nietzscheana del «espíritu libre» no le es suficiente a nuestra filósofa, pues piensa que esa libertad solo lo es en el marco de los valores despóticos creados por la violenta y opresiva voluntad de poder masculina: «Druskowitz quiere superar el camino que había llevado a Nietzsche al límite del pensamiento y hacer que hombres y mujeres, cada uno en su medida, colaboren para lograr ese “fin de los fines”: los hombres deben luchar contra su naturaleza y las mujeres deben hacerse conscientes de su superioridad. La superior dotación de esa especie superior que son las mujeres debe hacerles ver que la humanidad ya no puede mejorar ni dirigirse al bien, sino que la única salida que le queda es la extinción del ser humano […], mediante el cese de la reproducción: la muerte de la humanidad, un final último, sin sufrimiento ni violencia»45. Para alcanzar este fin último, recomienda a las féminas luchar contra el mundo masculino lanzándoles este lema: «¡Odiad a los hombres y el matrimonio, y sed fieles a vosotras mismas!».
Lo estremecedor de esta concepción no es tanto que el hombre desaparezca de la tierra, sino, más bien, que esta desaparición se piensa como necesaria, y aún más, como algo moralmente bueno y legítimo: «Lo especial de esta utopía es que nadie sobrevive; que este fin es un fin de todo y para todos, y nadie se aprovecha de él; que todos los sufrimientos de la vida son redimidos y que nadie sobrevive»46.
A pesar de su alejamiento de los planteamientos feministas de la autora, cabe sospechar que los misóginos Eduard von Hartmann o Mainländer habrían estado seguramente de acuerdo con su diagnóstico y meta, demostrando que, una vez más, los extremos se tocan, incluso en el ámbito del pesimismo. Pero esto es algo que habrán de juzgarlo ustedes tras la lectura de estas páginas.
Bibliografía
Obras de Helene von Druskowitz
Über Lord Byrons «Don Juan». Eine Literarisch-ästhetische Abhandlung (Zürich Univ. Diss, 1879), Zürcher und Furrer, 1879.
Sultan und Prinz. Tragödie, Wallishauser, Viena, 1881 (apareció con el pseudónimo E. v. René).
Der Präsident von Zitherclub, 1883/1884 (desaparecida).
Percy Bysshe Shelley. Biographie, R. Oppenheim, Berlín, 1884.
Drei englische Dichterinnen: G. Eliot, E. B. Browning, J. Baillie. Essay, Berlín, R. Oppenheim, 1885.
Moderne Versuche eines Religionersatzes, Salinger, Berlín, 1886 (reed. Heidelberg, G. Weiss Verlag, 1886).
Wie sind Verantwortung und Zurechnung ohne Annahme der Willensfreiheit möglich?, Salinger, Berlín, 1887.
Eugen Dühring. Eine Studie zu seiner Würdigung, Salinger, Berlín, 1888 (reed. G. Weiss Verlag, Heidelberg, 1899).
Zur neuen Lehre: Betrachtungen, Georg Weiss, Heidelberg, 1888.
Zur Begründung einer überreligiösen Weltanschauung, G. Weiss, Heidelberg, 1889.
Die Studentinnen, 1889.
Aspasia, 1889.
Unerwartet, 1889.
Die Emanzipations-Schwärmerin. Lustspiel, 1890.
International. Lustspiel, 1891.
Die Pädagogin. Lustspiel, 1891.
Léonie. Drama, 1891.
Meine Erfahrungen in der Deuteroscopie und Telegraphie, 1899.
Der freie Transzendentalismus oder die Überwelt ohne Gott (Das Übergottliche), 1900.
Das Männerproletariät oder die Fällung des Mannes als Tier und Denker, 1900.
Der Kultus der Frau, 1900.
Teilung der Städte nach den Geschlechtern, 1901.
Gegensätze im Sein, 1902.
Die Frau und der Tod, 1902.
Ethischer Pessimismus, 1903.
Philosophische Rundfragebogen, 1903.
Schein und Sein. Gedichte, 1904.
Das Geheimnis des Tisches, 1904.
Der Kampf um das Grab, 1904.
Rätsel, 1905.
Der Weg des Todes, 1905.
Blanca, 1905.
Pessimistische Kardinalsätze. Ein Vademekum für die freiesten Geister (von Erna), Herrosé & Ziemsen, s. f. (1905).
Estudios sobre Helene von Druskowitz
Bettelheim, A. (ed.), Louise v. François und Conrad Ferdinand Meyer. Ein Briefwechsel, 2 verm. Aufl. Berlín/Leipzig, 1920.
Brunn, A., «Helene von Druskowitz», en Verborgene Frauen. 16. Biografien von Künstlerinnen und Wissenschaftlerinnen. Eine Ausstellung konzipiert und gestaltet von Fittitn, en www.fiftitn.at/sites/fiftitn.at/files/Broschure%20teil%202_0.pdf