Escritos sobre feminismo, ateísmo y pesimismo. Helene von Druskowitz. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Helene von Druskowitz
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9788417786151
Скачать книгу
a este grado después de la polaca Stefania Wolicka (1851-1895), que lo había logrado en 1875. Estaba preparada para ingresar en la Geistesaristokratie de la época3.

      Estaba claro que Helene no se iba a dejar encasillar en los habituales roles femeninos de su tiempo: impartió conferencias en diferentes ciudades (Viena, Múnich, Zúrich, Basilea...) y viajó por diversos países: Francia, Italia, España, norte de África... En 1881 entró en los salones vieneses, donde conoció a Marie von Ebner-Eschenbach (1830-1916), ingresando en su círculo literario y estableciendo relaciones con Betty Paoli (1815-1894), Ida von Fleischl-Marxow (1824-1899) y Louise von François (1817-1893), quien, a su vez, la presentó al literato Conrad Ferdinand Meyer (1825-1898). Este diría de ella:

      Comienza a publicar diversos escritos, como el drama Sultan und Prinz (1881), que no tuvo éxito, y diversos trabajos literarios y de crítica musical, utilizando multitud de seudónimos: «Adalbert von Brunn», «Erna von Calagis», «H. Foreign», «Frl. E. v. René», «H. Sakkorausch», «H. Sakrosant»…). En 1884, nuestra doctora publica un libro dedicado a estudiar la figura de Percy B. Shelley, continuando así su interés por la literatura romántica anglosajona, que nunca le abandonará, pues traduce a Algernon Charles Swinburne y estudia a William Blake; en 1885 dedica un ensayo titulado Drei englische Dichterinnen a tres escritoras británicas: Joanna Baillie, Elizabeth Barrett-Browning y George Eliot.

      Pero en diciembre de ese mismo año ya aparecen signos evidentes de distanciamiento entre ambos. En una carta a Meyer del 22 de diciembre de 1884, la joven expresa, ya sin ambages, sus dudas sobre la capacitación filosófica de aquel filólogo metido a filósofo:

      Tampoco puede negarse que exista algún que otro pensamiento original y geniales relámpagos luminosos en sus análisis psicológicos. Pero, en general, puede decirse de sus reflexiones filosóficas que el tratamiento de los problemas no armoniza con su importancia; que expresiones de auténtica sabiduría alternan con inútiles ocurrencias y dudosas sofisterías; pruebas de auténtica agudeza, con paradojas, y en ocasiones lamentables errores, y que el autor casi se contradice en cada punto. […]

      El pensamiento que se encuentra en el fondo de Zaratustra es una consecuencia del darwinismo, y ya había sido expresado repetidamente antes de Nietzsche. No obstante, debe concedérsele a este haberlo concebido de manera más afectiva que cualquier otro. Sin embargo, como le sucede a menudo, Nietzsche es desviado por el afecto, de manera que apunta muy por encima y mucho más lejos de la meta.

      Al conocer estas opiniones críticas, Nietzsche reaccionó como solía hacerlo en estos casos: con furia y dirigiendo a su antigua amiga invectivas personales. Conservamos un borrador de respuesta a una carta no conservada de Helene, fechado a mediados de agosto de 1885, en el que Nietzsche muestra su enojo por la opinión adversa de la filósofa en relación con el contenido de su obra:

      Mi estimada señorita:

      El ejemplar le estaba enviado en propiedad, pero algo diferente es apropiarse siquiera de una palabra de él. ¡Y ahora quiere usted incluso escribir sobre esas cosas!, respecto de las cuales aún no ha vivido nada, ni mucho menos tenido ese sacudimiento sagrado e interior que tendría que preceder a todo grado de comprensión.

      Para mi triste sorpresa, observo de su — — — por lo que sé de estas p[ersonas] actuales, mi esperanza es pequeña.

      Disculpe, mi estimada señorita, pero no soy de aquellos que «hacen lit[eratura]», ni mucho menos de los que creen que se puede hablar públicamente de todas las cosas. A quien no me está agradecido desde el fondo más profundo de su corazón por el hecho de que simplemente haya expresado algo así como mi Z[aratustra], a quien no bendice toda existencia por el hecho de que sea posible en él algo como este Z[aratustra], le falta todo, oído, entendimiento, profundidad, formación, gusto y, en general, la naturaleza de un «ser humano escogido». A estos escogidos quiero atraer a mí con ello: — — —

      Ps. El ejemplar enviado, mi querida y estimada señorita, le pertenece por supuesto en propiedad.