La vieja verde: Estudios al natural. Manuel Fernández y González. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Manuel Fernández y González
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 4057664140470
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       Manuel Fernández y González

      La vieja verde: Estudios al natural

      Publicado por Good Press, 2019

       [email protected]

      EAN 4057664140470

       CAPITULO PRIMERO.

       CAPITULO II.

       CAPITULO III

       CAPITULO IV.

       CAPITULO V.

       CAPITULO VI.

       CAPITULO VII.

       CAPITULO VIII.

       CAPITULO IX.

       CAPITULO X

       CAPITULO XI.

       CAPITULO XII.

       CAPITULO XIII.

       CAPITULO XIV.

       CAPITULO XV.

       CAPITULO XVI.

       CAPITULO XVII.

       CAPITULO XVIII.

       Índice

      Dos retratos en bosquejo.

      Habia en una noche del invierno pasado en un café de los más concurridos de la imperial, coronada é invicta villa y córte de Madrid, sentada á una mesa en un rincon, y puesta á la vidriera que daba á la calle, acompañada de una hembra ambígua, que no se sabia si era criada, amiga ó acompañanta alquilona, una señora que llamaba la atencion de los otros concurrentes del café.

      Llovia como si no hubiese llovido nunca.

      Hacia un frio de diez bajo cero.

      A pesar de este frio, las dos señoras, por no decir mujeres, tomaban sorbete.

      La más notable de ambas, la que propiamente podia llamarse mujer, era una jamona admirablemente conservada.

      Podia pasar por jóven; tenia un grande atractivo. Relampagueaba los ojos como una mujer en la fuerza de sus pasiones: estaba de saca, es decir, con el corazon desalquilado.

      O viuda de mucho tiempo.

      O solterona, que á pesar de sus méritos no habia podido echar el guante á un prójimo.

      Habia en aquel relampagueo de ojos algo de voracidad, y de una voracidad muy semejante á lo que se llama hambre canina, dicho sea esto con perdon de la señora doña Emerenciana del Resalto y Sobradillo, que así se llamaba, y continúa llamándose, á Dios gracias, la interesante prenda de que nos ocupamos.

      Debemos decir que era soltera, y segun ella afirmaba, y afirma aún, doncella.

      Vivia y vive de sus rentas.

      Vestia y viste de una manera elegantísima y distinguida.

      Con una gran sencillez.

      Tiene la garganta larga y mórbida.

      El seno reelevado.

      Los hombros redondos.

      Las mejillas con dos hoyitos que, cuando se sonrie, producen dos deliciosas bellezas.

      La frente serena, un tanto estrecha, es verdad, á causa de lo bajo de los cabellos.

      Con mucho chic, como toda su fisonomía.

      Singularmente su boca no podia ser más fresca ni más sonrosada.

      Ni más bonitos sus dientes, ni más blancos ni más iguales.

      Doña Emerenciana tiene el vicio de la sonrisa, porque ésta marca los hoyitos de sus mejillas y á la par descubre las encías que deliciosamente, á veces, dejan ver la punta de una lengua color de rosa.

      Esta, la lengua, era una belleza como otra cualquiera.

      Hay, sin embargo, mujeres y hombres que tienen la lengua cuadrada y gorda como la de un buey.

      Hay otras criaturas que la tienen sútil y aguda como la de una culebra.

      En fin, que cuando se les ve la lengua, toman algo del estilo del animal, del ave ó del reptil.

      Dios os libre de una mujer de lengua cuadrada.

      Estas, cuando hablan, espurrean y no saben decir más que cosas groseras.

      Queda sentado que doña Emerenciana del Resalto y Sobradillo tenia una lengua preciosa, lo que era un gran mérito y una prenda que no se puede falsificar.

      Yo no sé que se vendan en ninguna parte lenguas postizas, ni conozco materia química alguna que sirva para que una lengua cárdena tome un delicado color de rosa.

      Doña Emerenciana sabia que tenia la lengua muy bonita y muy sana y se relamia con frecuencia para enseñarla.

      A veces se relamia de veras porque algun pichon, ó algun sietemesino, cuando no algun barbudo, de los de la nueva escuela, la miraban guiñándola el ojo.

      Los ojos de doña Emerenciana eran grandes, negros y relucientes, y un poco encandilados y encarnizados, no por irritacion, sino por temperamento, lo que representaba que era una hembra de pasiones heróicas.

      Sus cabellos eran profusos, negros, rizados, sedosos, brillantes.

      Dos homicidas patillas la bajaban hasta la mitad de los óvalos de los carrillos.

      Era más que blanca, nítida, nacarada, resplandeciente.

      Esmaltada, en una palabra.

      Pero esmaltada por la naturaleza, segun ella afirmaba, no por la química.

      Cuidaba mucho sus manos, que eran pequeñas y finas.

      Las llevaba siempre cargadas de sortijas, que por su riqueza hubieran llamado la atencion de más de uno de los tenorios de hoy, que andan á caza, por medio de lo irresistible de su arte y de sus seducciones, de una mujer que les