Salido de un decenio de bienestar y de sanos principios familiares, los “chicos de los 60” se sienten apretados por una sociedad en la que la tradición tiene el sabor de uniformidad y en la que el concepto de patria va demasiado de la mano con la palabra GUERRA. Será después la campaña de Vietnam y la ruptura la que consigue darles la justa voz; entre tanto el mundo exige un cambio y esto normalmente sucede, como siempre, a través de la música.
Nace entonces la generación ROCK.
Fuertemente influenciados por el blues, los Rolling Stones se han convertido después en el icono viviente del vivir Rock. Sus conciertos entre los años 60/70 estaban plagados de droga, alcohol y rituales oscuros. No pocas veces fueron protagonistas de rituales pseudosatánicos y se dice que fueron espectadores impasibles también de varios homicidios realizados en sus espectáculos por grupos de fanáticos.
Ser rockero, en la América del tiempo, equivale a “romper con los esquemas, refutar la tradición, poner en duda las convenciones y ansiar una sociedad de verdadera agregación, en la cual los conceptos de Humanidad y Progreso no sean palabras escritas sobre papel.
Es indicativo, por tanto, y también natural, que Johnson, con su música maldita y sus innovaciones estilísticas, que tendían a hacer de la guitarra la “verdadera voz del alma”, fuesen utilizadas como punto de partida para la construcción de este nuevo mundo.
Aparte del satánico artista, con sus delirantes y evocativas canciones, los textos en que se autodefine “dañado”, su evidente desprecio por las mujeres y la descripción demasiado particularizada de un estilo de vida degradado y dedicado al vicio, NO PUEDE no ser un icono ideal para una generación que hace de su comportamiento de ruptura un estilo de vida. Y después, ¿el famoso trío de “drogas, sexo y rock' n roll” sobre la que se ha apoyado toda una generación de jóvenes americanos entre los años 60 y 70 ¿no se inspira demasiado en la conducta johnsoniana de “alcohol, mujeres y blues”?
Malvadamente puedo sugerir que quizá no es oro todo lo que reluce.
Una de las características que hicieron célebre a Johnson y le dieron sempiterna memoria fue su ritmo exuberante y ecléctico, muy diverso de aquel de los bluesman del Delta de los años 30. Para daros una idea, cuando Keith Richards escuchó por primera vez una de sus grabaciones se preguntó: “Pero, ¿quién es el otro guitarrista que toca con él?”, ya que no se había dado cuenta de que Johnson estaba solo. Todo esto porque toda la pieza mantenía desde el principio hasta el final un ritmo estructurado y veloz y la voz disonante y nasal de Johnson tenía el color de un verdadero “grito”.
Sin embargo, existen declaraciones auténticas del director ejecutivo de la Sony Berhil Cohen Porter, que ganó un Grammy en 1991 por la reedición de las obras de Johnson, respecto a la posibilidad de que las grabaciones de 1936/1937 pudiesen haber estado aceleradas, un medio típico de la parejita Okeh/Vacalion, que amaba hacer rarezas similares.
Después, en 2010 fue John Wilde, en la famosa revista musical THE GUARDIAN, quien subrayó que las grabaciones de Johnson hubiesen sido aceleradas a propósito para conferir un “toque de modernidad” al conjunto.
Difícil decir cómo son en realidad las cosas, ya que las matrices originales de los 78 giros de entonces no existen más. Pero si esto fuese cierto, la música de Robert Johnson, definido el ABUELO DEL ROCK, sería quizá reinterpretada.
Comparación entre la foto reencontrada en ebay (a la izquierda) y aquella confirmada de Johnson. Notaréis las enormes diferencias entre las dos. Pese a que análisis computados sobre la anatomía facial de Johnson hayan afirmado con seguridad que ambas fotos son del artista, falta aclarar QUÉ hubiese podido modificar en él en tan breve tiempo la expresión y el somatismo de la cara.
Quizá... ¿el pacto con el diablo?
Él entró en la ROCK' N ROLL HALL OF FAME con cuatro canciones de talla NO blues, sino rock. Precisamente con:
Sweet Home Chicago y Cross Roads Blues de 1936, y Hellhound on my Trail y Love in Vain de 1937. Por otra parte, sin su leyenda, quizá HOY el universo de la música rock no sería el mismo, vista su influencia sobre muestras sacras como Eric Clapton, que comenzó la carrera justo sobre las vías de las músicas del maestro; o los Led Zeppelin que lo homenajearon con el fantástico TRAVELING RIVERSIDE BLUES ¡en el cual las referencias a la música y a los textos de las canciones de Johnson son desbordantes!
Resumiendo, desde Jeremy Spencer hasta Fletwood Mac y hasta Peter Green, América e Inglaterra se han dado la mano para consagrar a Johnson como “Maestro Espiritual” de la nueva Era.
Aquello que es seguro es que Robert Johnson no gozó jamás de su éxito y que tuvo una muerte prematura y oscura. Ni siquiera el lugar de su sepultura se conoce oficialmente y esto ha alimentado por años la leyenda de que quizá él no haya existido jamás.
Pero a mí los misterios no me gustan y he tratado de desvelarlos.
Aquí lo que he descubierto para vosotros...
MATAR A SATANÁS
Crónica de una muerte anunciada
Fantasear sobre la muerte es seguramente fácil y excitante, sobre todo si se junta con la leyenda del pacto con el diablo. Sin embargo, la realidad es mucho menos poética y seguramente más amarga, tal de proyectar una sombra oscura no tanto sobre su persona cuanto sobre la sociedad de la época y sobre las creencias populares que a veces pueden contribuir a la muerte del propio individuo.
Muchos han dicho cuánto ha sucedido en aquel maldito agosto de 1938.
Beth Thomas , una de las tantas amantes acosadas y maltratadas por Johnson, afirma que fue su padre quien lo asesinó sobre el puente de Quito, cerca de Greenwood, apuñalándolo en la espalda la noche del 13 de agosto. El padre parece que estuviese harto de los maltratos sufridos por la hija, que regresó a casa tumefacta y sangrante mientras Johnson estaba tocando en uno de los locales al lado del río.
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