La leyenda de Ike Zimmerman nace de un famoso testimonio de Son House, que conoció a Robert en 1930 en uno de los locales del Misisipi.
En la época, la euforia del blues era palpable y acontecía que a los músicos se unieran los clientes y las promesas tocando todos juntos, justo como en una Jam session de hoy. Pues bien, Son House refiere que Robert Johnson tocaba la guitarra “como una hazada y que muchos clientes ¡le pidieron que se callase a aquel muchacho que provocaba dolor de cabeza a la gente!” A distancia de un solo año de este episodio, los dos se encontraron de nuevo, y esta vez Johnson deja a todos con la boca abierta “¡por las capacidades increíbles y la velocidad al pellizcar las cuerdas que había desarrollado en un solo año!”. Y fue todavía Son House, junto con su alter ego Willie Brown, quien sugirió “que ¡solo vendiendo el alma al diablo se puede llegar a ser tan bueno en tan poco tiempo!”. Y dado que en aquel breve año todos recordaban haber visto al joven Robert en compañía de Ike Zimmerman “tocar el blues” y para colmo “sobre las lápidas del cementerio fuera del pueblo”, la unión entre Talento-Zimmerman-Demonio fue casi automática.
Aquí Son House en la época de los hechos.
Los rumores se expanden y la leyenda del pacto con el diablo cogió inmediatamente forma: finalmente fue el mismo Robert Johnson quien la estableció definitivamente, dándole voz en su CROSSROAD BLUES. Después, como sucede en estos casos, la leyenda salió a caminar más rápidamente que él y quizá lo fagocitó, transformándolo en un artista “bello y dañado” destinado (como después resultó) a una intensa y breve vida de éxitos y a una muerte dramática e improvista. Y Zimmerman en todo aquello... ¿qué papel tuvo?
He encontrado muchas noticias sobre él... sobre una radio de Alabama, que hizo una entrevista a la hija de él algún año atrás, con la ocasión de la reivindicación de algunas piezas del padre, después publicadas por Robert Johnson. ¡La imagen que sale es muy distinta a aquella que veis por ahí!
Isaías “Ike” Zimmerman (pero el apellido originario parece ser Zinnerman) nació en Grady, Alabama, en 1907. Si bien desarrolla prontamente el amor por la música, se ve obligado a trabajar desde niño como agricultor en la pequeña empresa familiar. En su tiempo libre le gustaba sin embargo irse a tocar por los locales y parece que en Montgomery era bastante conocido. En esta soleada ciudad tomará como mujer a una cierta Ruth, que era cocinera en uno de los mejores albergues del lugar. Con ella se muda a un lugar llamado “The Quarters”, en Beauregard Road.
Es interesante notar cómo el pequeño aglomerado de 6 casas residía justamente al lado de un cementerio y que la casa de Ike “se encontraba al extremo de un cruce”, como narra la hija. Aquí la pequeña familia se extiende, él cambia de trabajo, pero no pierde nunca la pasión por el blues que, como por lo general, no está bien visto por la gente del lugar. Sin embargo, es muy habilidoso no solo con la guitarra, sino también con otros instrumentos, además de buen maestro, y parece que en un cierto punto haya comenzado a interesarse por la enseñanza de la guitarra... ¡a las mujeres! El enésimo punto de contraste con la pequeña comunidad, si pensamos que en los primeros años 20, la sociedad, tanto negra como blanca, no veía con buen ojo que las mujeres "fuesen cultas". ¡Imaginémonos entonces tocar el blues!
Zimmerman acaba así por dar clases en los cementerios, y no solo en el de Beauregard, sino más bien en todos los de la zona, ya que siempre estaba viajando.
El porqué de esta lúgubre elección es muy simple: se trataba de lugares sacros, tranquilos y un poco apartados, sitios en los que ni siquiera la desencadenada cabeza caliente del distrito hubiese salido con diatribas... o peor. Con el tiempo, la figura de Ike es "absorbida y tolerada" y comienza a formar parte del paisaje. Sus breves paseos sin rumbo lo llevan a Martinsville, donde habitaba el hermano Herman y donde él se paraba a menudo en un local de la época llamado ONE STOP porque toda la zona tenía una única parada de autobús. Precisamente aquí tiene lugar el fatídico encuentro entre Zimmerman y Johnson.
Escuchando los testimonios, Robert no tenía ni un duro y había parado en el bar para reponer fuerzas y tocar un poco. Los dos se gustaron al instante e Ike invitó al muchacho arruinado, que demostraba un gran amor por la guitarra y una fuerte voluntad de aprender a tocarla, a su casa. Johnson se quedará un año entero.
Toda la familia Zimmerman se encariñó con el muchacho y los niños jugaban con él.
Por la tarde se reunían todos en torno al fuego para tocar baladas tradicionales o también canciones típicas de la familia Zimmerman. Escuchando los testimonios de los hijos, parece que la famosa Ramblin' on my mind y Come on into my kitchen, publicadas por Johnson, eran en realidad canciones compuestas por Ike, de las cuales después Johnson se apoderó.
En cualquier caso, los dos se organizaban mucho: los sábados y los domingos salían a pie por una calle de tierra a través de los bosques, atravesaban un cruce (!) y después se encaminaban a la derecha para entrar en un cementerio donde se ejercitaban en el tocar, tanto de día como de noche. ¡De hecho, mucho más de noche, visto que el buen Ike por el día trabajaba como obrero para mantener a la familia! A veces Robert volvía a casa de su mujer Callie, pero por brevísimas pausas.
Además de la guitarra, parece que Zimmerman lo haya ayudado a afinar el arte de la harmónica y que haya sido coautor de muchas canciones entre aquellas que después fueron escritas por la Okeh, algún año después.
Al poco empezaron a exhibirse en “duelos musicales” en toda la zona entre Juke y Martinsville: se desafiaban a golpes de guitarra en medio de las calles y finalmente partieron hacia Texas, donde sus caminos se separaron. Robert regresó al norte a impresionar a sus colegas músicos con las habilidades adquiridas, e Ike dejó después Beauregard para mudarse con la familia primero a Los Ángeles y al final a Compton, en California, donde adoptó una actividad pastoril. No dejó nunca de tocar el blues y murió plácidamente en su cama en 1974.
Ike Zimmerman cuando hacía de mentor del joven Johnson...
¿Nada más? Y entonces, ¿el pacto con el diablo?
Digamos que, si realmente no queremos sacar el tema del pobre DOCTOR FAUSTO, la idea de vender la propia alma al Maligno... ¡es historia antigua! Toda la tradición afroamericana y europea está llena de referencias a esta práctica; basta recordar el famoso cuento de Irving Washington “El diablo y Tomás Walker” del 1824, o “El diablo y Daniel Webster” de Stephen Vincent Bennet de 1936.
¿Y qué decir de uno de los ilustres predecesores de Robert Johnson, el músico negro TOMMY JOHNSON, que, triste y alcoholizado y en la estela del igualmente famoso CHARLIE PATTON estaba de gira por el Misisipi gritando su BIG ROAD BLUES? Y si de verdad queremos decirlo todo, ¿no fue todavía Son House quien mostró la “familiaridad” entre la historia de Robert Johnson y aquella del hombre del blues de St. Louis PEETIE WHEATSTRAW, que se autoproclamaba “hijo legítimo de Satanás”? Por último, si queremos recurrir a las historias de Casa Nostra, ¿que me decís de Nicolás Paganini y de muchos de sus piezas que se decía que “le estuviesen sido dictadas por el demonio”?