–Yo también. Varias veces. Aunque a veces algunas voces nos influencian mal. (Rafaela)
–En ese caso son mensajeros, también conocidos como demonios. Pertenecen a las tinieblas, actúan en los puntos débiles de la persona, sirven a los propósitos del señor de las tinieblas. (Uriel)
–Fue lo que me pasó a mí. Esas voces casi me llevan a la perdición. Sin embargo, en el momento que más lo necesitaba, las fuerzas de la bondad se hicieron presentes y me liberaron. (Aldivan)
–Es exactamente lo que necesito ahora. Necesito esa fuerza restauradora para seguir adelante, viviendo con expectativas. ¡Enséñame, hijo de Dios! (Rafaela Ferreira)
El hijo de Dios se emociona y se pone de pie, frente a todos. Rafaela es otra persona angustiada, desesperada y perdida, que está pidiendo a gritos ayuda y, con su experiencia, él sabe lo doloroso que es sentirse solo en la vida. Por un momento, mira hacia su interior y espera una respuesta de su padre que tanto lo ama. Sabe que si lo pide, le escuchará, porque en él Yahvé Dios encontró su placer.
Con voz segura y firme, dice a sus amigos:
–Hermanos míos, tened fe en mí. Dios Yahvé es omnipotente, omnipresente y omnisciente, y aun teniendo tantos atributos, nos ama como a niños. La única condición es que sigamos sus mandamientos escritos en la Biblia y actualizados en el bestseller El código de Dios. Lo demás sucede en consecuencia.
–Yo quiero. ¿Cómo puedo entrar en el reino de Dios? (Rafaela Ferreira)
–Nuestro reino es el reino de la justicia, la paz y el amor y está abierto a todos. Mi misión ahora es buscar gente, difundir el mensaje de Dios y esperar que se propague por sí mismo. Tú eres parte de ese proyecto. ¿Aceptas? (El hijo de Dios)
–Sí. (Rafaela Ferreira)
–Entonces, de ahora en adelante, tú eres la primera apóstol. Necesitamos once más para completar el equipo. Bienvenida. (El vidente)
–Gracias. (Rafaela)
–Yo también quiero. (Renato)
–¿Y nosotros? (Jackeline)
–Vosotros sois parte de otro plan. Mis apóstoles son todos aquellos que necesitan mi ayuda urgente, especialmente los pecadores ―explicó el hijo de Dios.
–Según la tradición, hay doce que se convertirán en millones. (Rafael)
–Que se cumpla la profecía. (Uriel)
–Gracias a todos. (El vidente)
Dicho esto, el vidente se retiró de la mesa y todos siguieron comiendo. Después de la comida, finalmente se despiden, toman sus maletas y se van de la casa. Ahora, hacia Mimoso-Pesqueira, un pueblo a unos doce kilómetros de donde están. Es allí donde todo comienza.
Al llegar a la calle, intentan disfrutar de los últimos minutos en la maravillosa tierra de la querida Caraíbas, llamada sugestivamente Carabais en el libro El encuentro entre dos mundos y en Las fuerzas opuestas, el misterio de la cueva. La razón del cambio de nombre fue la preservación de este lugar mágico, rodeado de belleza, pero ahora esto no es tan importante. "Yo soy" está dispuesto a revelarse en la persona de Aldivan Teixeira Torres.
Caminan por el centro, giran a la izquierda y siguen la última calle en dirección a la carretera asfaltada que les lleva de nuevo al borde de la carretera BR-232. Cuando ya están a una distancia segura y nadie les ve, Rafaela dice:
–¡Estoy lista! ¡Tócame, hijo de Dios!
Aldivan no contesta. Mientras los demás esperan su reacción, él se acerca a su primera apóstol y la abraza gentilmente. Después, se aleja, se concentra y estira el brazo de nuevo, hasta tocar la punta de su cabello. En ese momento, el suelo tiembla, la oscuridad de la revelación llega a todos ellos y abre acceso otra parte de la historia de su querida amiga:
"Rafaela siguió adelante con su vida después del fracaso del examen de admisión. Dejó temporalmente de matricularse en la facultad para no enfrentar las dificultades y concentrarse en las tareas domésticas y en los esporádicos eventos sociales. Sin saberlo, era allí donde estaba el peligro. En una de esas salidas conoció a Marciano Fonseca, un joven de cuarenta años que decía ser soltero. Empezaron una relación, con algunas visitas a su casa. Con el tiempo, la relación se volvió sólida, hicieron el amor por primera vez y luego Rafaela le pidió conocer a su familia, para comprometerse. A partir de ese momento, todo cambió. Marciano Fonseca prácticamente desapareció y, cuando aparecía, ponía excusas poco convincentes a las demandas de su novia. Desencantada, Rafaela sospechó y presionó aún más. Fue entonces cuando él explotó y confesó todo: era un hombre casado con hijos y no podía comprometerse. Nada tenía sentido después de este profundo engaño que ella sufrió. Fue entonces cuando conoció a este grupo encantador, liderado por el vidente que le prometió ayudarla. El comienzo de una nueva historia".
El vidente quita la mano y con una sonrisa exclama:
–¡Vamos hermanos! Ya no hay lugar para la tristeza. Lo pasado, pasado está. Ahora os prometo un gran compromiso con vuestras causas. Acompañadme al destino, apóstol y amigos.
Nadie dice nada, el vidente comienza a caminar de nuevo e instintivamente todos le obedecen y le siguen. Empiezan a bajar por la curva de Caraíbas. Por la mañana el sol no es muy fuerte.
Revisitando paisajes conocidos, tocando con la punta de los pies ese lugar encantador, avanzan por las curvas del destino. De buen humor, el kilómetro y medio de distancia se hace muy corto. Y así, lo recorren en veinte minutos.
Al borde de la carretera, esperan a que llegue un autobús. Afortunadamente, uno viene pronto, suben y en cuestión de minutos se encuentran en el centro de Mimoso. Bajan, pagan el pasaje y se despiden. Comienza una nueva historia.
El grupo avanza, pasa la plaza de Joaquim de Brito, gira a la derecha, sigue recto y llega al centro. Pasan unas cuantas casas del lado derecho y se detienen en el número veinte. Llaman a la puerta. En un instante, abre una mujer alta, rubia, guapa, de cuerpo normal, con gafas de sol, gorra, sandalias, bermudas blancos, camisa de punto y bragas azules que se ven a través de la ropa con transparencias. Con una sonrisa cautivadora, empieza a hablar:
–¡Dios mío! ¡El vidente, Renato y sus compañeros en mi casa! ¡Qué honor! ¿En qué puedo ayudaros?
–¡Hola, Bernadete Sousa! ¿Todo bien? Mis amigos y yo te pedimos permiso para tener una charla contigo. He oído que no estás bien. (El vidente)
–Oh, gracias. ¡Por favor, entrad!
La anfitriona entra seguida de los visitantes. Con seis habitaciones (dos dormitorios, salón, baño, cocina y comedor), es una típica casa de tamaño mediano. Se instalan en el salón, amueblado con un sofá, estanterías, equipo de sonido y una pequeña mesa. Está decorado con cuadros, cortinas y estatuillas hasta el último milímetro.
Con un poco de esfuerzo caben en el sencillo pero mullido sofá. Entonces comienza la conversación:
–¿Y tú, Aldivan? ¿No me presentas a tus amigos? (Bernadete)
–Sí, por supuesto. Te ruego me disculpes. Esta es Rafaela Ferreira, una amiga de Arcoverde, estos dos son Rafael y Uriel―, dice señalando a cada uno de ellos. (El hijo de Dios)
–Encantada de conoceros. Bienvenidos todos. (Bernadete)
–Gracias. (Los otros, simultáneamente)
–¿Cómo estás? (El vidente)
–Ya lo sabes, aún no me he recuperado. Todo es muy reciente. (Bernadete)
–¿Qué ha ocurrido? ¿Cuál es su problema, maestro? (Rafaela)
–Bernadete Sousa fue víctima de una violación. Como consecuencia, quedó embarazada y, bajo la presión de sus padres, que querían verla casada y virgen, se fue de casa y tuvo un aborto. Esto sucedió hace tres días. (El hijo de Dios)
–Lo siento mucho. (Rafaela)
–Gracias. (Bernadete)
–Hemos