–¿Podemos continuar? El tiempo apremia, es casi de noche. (Señala Rafael)
–Sí, vámonos. (El vidente)
El paseo se reanuda. Recorren rápidamente y a ritmo constante los quinientos metros que los separan del pueblo. Pasean por las primeras calles y giran a la derecha, otros cincuenta metros más adelante llegan a una residencia de estilo chalet, de 6x13 m, con un patio delante y al lado un garaje lateral, de mampostería lisa y enlucida con paredes blancas pintadas, con el número treinta y cinco escrito en una placa de madera. Cuando se acercan a la puerta, llaman y esperan a que alguien les conteste. Aparece una joven rubia, de estatura mediana y mejillas sonrosadas, llamada Jackeline. La misma de la aventura anterior, "El Encuentro de Dos Mundos". Ella dice:
–¿Eres tú, vidente? ¡Cuánto tiempo!
–Sí. Estoy en mi quinta saga de la serie El Vidente. Y tú, ¿cómo has estado? (El hijo de Dios)
–Bien. ¿Quiénes son estas personas que están contigo? (Jackeline)
–Son mis amigos, Rafael, Uriel y Rafaela Ferreira. A Renato ya lo conoces. (Aldivan)
–Sí, por supuesto. Encantado de conoceros, chicos. (Jackeline)
–Un placer. (El resto, simultáneamente)
–Disculpad mis modales, por favor, entrad. (Jackeline)
–Gracias. (El vidente)
El grupo entra junto con Jackeline y, como sus padres están de viaje, ella actúa como anfitriona. Se sientan en el sofá de siete plazas del salón.
Eran exactamente las seis de la tarde y aprovechó para invitarlos.
–¿Y si vamos a la cocina? Debéis tener hambre.
–Un poco. ¿Qué opináis, muchachos? (El hijo de Dios)
–Estoy de acuerdo. (Renato)
–Yo también. (Rafaela)
–Vamos. (Rafael)
–Sí. (Uriel)
Aceptada la invitación, dejan la entrada, van por el pasillo y llegan a la cocina. Se sientan alrededor de la mesa principal, mientras Jackeline prepara té y galletas para la merienda. Habría preparado una cena pero no había tiempo y tampoco esperaba visitas. Cuando todo está listo, ella les sirve y el vidente aprovecha la oportunidad para hablar.
–Mira, quiero pedirte un favor, Jack. ¿Podrías acogernos esta noche? Ya es tarde, y no tenemos conocidos aquí.
–No te preocupes. Tengo camas y colchones disponibles para todos. Será un placer ―dijo ella.
–Gracias. ¿Sigues trabajando como enfermera? (Aldivan)
–Sí, ¿y tú en tu gran aventura como escritor? (Jackeline)
–Sí. Me encanta mi trabajo. La gente como Rafaela me inspira a continuar. (Aldivan)
–¿Qué te pasa, querida? (Jackeline)
–Me siento un poco desganada y triste por algunas cosas. (Rafaela)
–Entiendo. Estás deprimida. Has hecho una excelente elección al elegir acompañarlo. Aldivan tiene palabras de vida. (Jackeline)
–Y tú, Renato, ¿cómo estás? Has crecido. (Jackeline)
–Bueno. Este año termino los estudios de medicina y deseo continuar estudiando en la facultad. Ya he tenido algunos coqueteos… ―dijo el joven.
–Jajaja ―riendo― ¡Muy bien! ¿Y tú, Aldivan? ¿Ya has encontrado el amor? (Jackeline)
–Todavía no, pero lo estoy buscando. Quién sabe si algún día lo pueda encontrar. De todas formas, aparte de eso, soy un hombre realizado y feliz en mi carrera y trabajo. (Aldivan)
–Es verdad. Si hay una persona que es feliz y lo merece, ese ser se llama Aldivan Teixeira Torres, y no lo digo porque es mi protegido. Mi juicio es imparcial. (Uriel Ikiriri)
–Aldivan es la rosa entre espinas. Entre los humanos no hay nadie como él. Su grandeza es tan grande que Dios lo considera como su hijo. (Rafael)
–Estoy orgulloso de ser su compañero de aventura. (Renato)
–Y yo de tenerlo como amigo. (Jackeline)
–Lo mismo digo. (Rafaela)
–Gracias a todos. Vosotros, junto con toda la humanidad, sois importantes para mí, ¡aunque a veces no lo merezcáis! (El hijo de Dios)
Todos se acercan a Aldivan y lo abrazan. En ese momento mágico, se sientes como verdaderos hijos de Dios, amados y protegidos. El abrazo dura el tiempo suficiente para que se sienta el calor humano. Después, rompen el abrazo y siguen tomando el té y las galletas.
Cuando terminan salen de la cocina, regresan a la sala de estar y se dedican a otras actividades. Entre ellas ver la televisión, escuchar buena música en la radio y charlar. Esto los mantiene entretenidos hasta la hora de acostarse, siendo exactamente a las diez de la noche. Buenas noches a todos.
Mimoso (Pesqueira)
La noche y el amanecer pasan sin sobresaltos y finalmente el día comienza. Uno a uno, los miembros del grupo se despiertan y la anfitriona también. Mientras esta última prepara el desayuno, los otros se turnan para bañarse en el único baño. Como son muchos, se apresuran y terminan en una hora. Después, se dirigen a la cocina y allí, para deleite de todos, el desayuno está listo. Se sientan alrededor de la mesa y como la noche anterior, Jackeline les sirve rápidamente.
En un ambiente acogedor y tranquilo, disfrutan de las delicias típicas del interior noreste, como la yuca con carne seca, el cuscús, la tapioca y los panecillos. Todo preparado por las manos de nuestra amiga Jackeline. Al mismo tiempo, aprovechan la oportunidad de conocerse mejor.
–Felicitaciones, Jack. ¿Con quién aprendiste a cocinar tan bien? (El vidente)
–Gracias. Con mi madre. Ella es una excelente cocinera ―responde Jackeline.
–¿Me das la receta después? El aderezo es realmente excelente. (Rafaela)
–Por supuesto. No hay secreto. Es sólo poner los ingredientes en la cantidad correcta. (Jackeline)
–Ok. (Rafaela)
–¿Qué has estado haciendo desde que nos separamos? (Renato)
–Vida sencilla, como siempre. Con mi trabajo de funcionaria, las tareas domésticas y de viaje en vacaciones, porque nadie está hecho de acero. ¿Qué hay de los libros? ¿Has tenido mucho éxito ya?
–Estamos haciendo un buen trabajo. Los frutos, los cosecharemos más tarde. (Renato)
–¡Muy bien! (Jackeline)
–¡Muy bien, Jackeline! Eres el ejemplo de una persona que sabe cómo disfrutar de la vida. ¡Refléjate en ella, Rafaela! (El vidente)
–Por supuesto que sí. Ya se ha ganado mi admiración. (Rafaela)
–Gracias. ¿Y vosotros, Rafael y Uriel, cuándo entrasteis en la vida del vidente? (Jackeline)
–Siempre fuimos parte de su vida, pero sólo recientemente Dios nos permitió revelarnos. Somos arcángeles y estamos siempre en la presencia de Dios ―explica Rafael.
–¿Arcángeles? ¿Aquí en la tierra? ¿Cómo es posible? ¿Y por qué? (Pregunta la incrédula Jackeline)
–Simplemente, yo soy el ángel guardián específico de Aldivan, soy un Ikiriri, y fui creado junto con él. Estamos viviendo tiempos importantes y decisivos y nuestra presencia es necesaria aquí en la tierra. (Uriel)
–Genial. Me gustaría tener la oportunidad de conocer a mi ángel. Creo que eso cambiaría mi vida completamente. (Jackeline)
–Yo también. (Rafaela Ferreira)
–Estamos en todas partes. Cada persona de una manera u otra está en contacto con su ángel. Sólo es necesario prestar atención a las señales. (Rafael)
–¿Por