Siguió un aluvión de preguntas. Supiot agregó dos pensamientos que registro. 1) La idea de que la deshumanización del trabajo atravesó dos fases, la del taylorismo, que prohibió pensar al obrero; la del management actual, que desarraiga al trabajador de la realidad social. 2) La importancia que concede a la aparición de los seguros de vida a mediados del siglo XIX, mecanismo destinado a producir, por primera vez en la historia, una cuantificación económica de la vida humana. La experiencia soviética del Gosplán, que sometió trabajos y hombres a la ley del número, fue el segundo capítulo del proceso. El tercero está protagonizado por el neoliberalismo actual de gobernanza mediante los big data. Supiot nos recomendó prudencia antes de celebrar alborozados los triunfos de la técnica genética y de la neurociencia. Nuestro campo empírico debe abarcar la literatura, el arte, el dolce far niente, si no queremos perder irremisiblemente nuestra humanidad. Después de Kumar Shahani, Alain Supiot es el segundo Grand Esprit con el que tuve contacto en Nantes. Francamente, si Roger y Alain son exponentes (han de estar quizá por encima del promedio) de los miembros del Collège de France, nuestra gratitud a Francisco I y Guillaume Budé debería ser inmensa. No pasaron más de quince días desde mi llegada. Mi estancia es prometedora. Aunque hoy parto con un regusto de tristeza y alarma. Me pregunto si mis nietos no tendrán que conocer y practicar la guerra para preservar la honradez y el sentido religioso (en la acepción de una religio humana) de sus vidas, igual que en las generaciones de mis abuelos y mis padres. Viejo y débil me siento para luchar por evitarlo. Hasta pronto.
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17 de octubre
Setenta años de peronismo en la Argentina. Menos mal que estoy lejos. Estudio para la presentación del lunes. A las cuatro de la tarde, parto hacia el centro. Me compro un cigarrillo electrónico. ¡Qué canchero! Voy al barbero y me da hora para el jueves próximo a las tres y media. ¡Qué canchero il factotum della città! Para pasarme la máquina dos por la barba en cinco minutos me cita en cinco días. Paseo por la Place Royale, que es un jolgorio, lleno de gente, la banda que toca, el día está soleado. La plaza es un ejemplo simple y muy bello del urbanismo pequeño de finales del siglo XVIII, curvilínea, de fachadas neoclásicas continuas [06, 004]. En el medio, una fuente, planificada desde el principio pero erigida sólo en 1865, obra de Henri-Théodore Driollet: la mujer coronada con una tiara de murallas es la ciudad de Nantes, de pie sobre una taza; a sus pies, la alegoría del Loira es también una mujer, entronizada, con ánforas en ambas manos. Cuatro divinidades fluviales, dos hombres y dos mujeres, simbolizan los afluentes del Loira, el sexo depende de la denominación francesa del río: el Loira es la Loire en francés, el Sèvres es la Sèvres, pero el Cher y el Loiret tienen el mismo género que en castellano [06, 005-006]. Camino hasta la Place du Commerce donde descubro el cine Gaumont. Entro y voy a ver Hombre irracional, película de Woody Allen, doblada al francés, una pena, pero igual la película me atrapa, me muestra varias taras de nuestro medio académico y me desconcierta buenamente en el tramo final.
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18 de octubre
A las tres de la tarde, llegó a visitarme Santiago Francisco Peña desde París. Viene a escuchar mi conferencia de mañana, una amabilidad extraordinaria de su parte. Paseamos por el centro. Le muestro el castillo de los duques, recorremos las murallas, entramos a la Catedral, rodeamos la capilla tardogótica de la Inmaculada, que mandó construir el duque Francisco II en 1469 en homenaje a su primera esposa Margarita de Bretaña. Hacemos el camino del centro histórico, la Place Royale, la del Comercio, en cuyo café entramos y comemos como dos limas nuevas. Vuelvo temprano a casa pues debo preparame mejor para mañana.
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19 de octubre
Me fue muy bien en la presentación. Ahora, me siento liberado. No tendré el mal gusto de transcribir ni traducir el texto que leí (“Las segundas bodas de Mercurio y Filología. Nuevos ensayos de traducción macarrónica”), pero sí he de referirme a los comentarios y preguntas que me hicieron, ya que de ellos están saliendo grandes ideas para mi investigación. Por supuesto, quien me presentó (y lo hizo con demasiada generosidad), Fernando Rosa Ribeiro, fue el primero en hablar, para decir que Joyce, en Finnegans Wake, había hecho experimentos lingüísticos muy próximos a los del macarrónico y que la noción del mestizaje que yo había empleado está próxima de la del braconnage que utilizó Michel de Certeau en La invención de lo cotidiano. Jan Houben me preguntó acerca de las ilustraciones de la edición tuscolana de la Macaronea de Folengo, si acaso seguían o no el andar del texto. Contesté que, si bien no estaban desconectadas del relato, revelaban algunos apartamientos e incluso podría decirse que imponían su propia narración, al modo de lo hecho por las láminas de Laignet para el Quijote a mediados del siglo XVII. Se ve que Jan apreció mucho cuanto dije porque, esa misma tarde, me pidió que fuese el introductor de su ponencia, el próximo 2 de noviembre. Acepté muy honrado, aunque tendré que ponerme a estudiar cosas mínimas del sánscrito entre los siglos VI y I a.C., que es el campo de su especialidad. Pierre Maréchaux intervino para darme, otra vez, una serie de referencias preciosas que nos remitieron a Petronio y sus comentaristas. Una de sus sugerencias ya produjo sus frutos unas horas después. Tengo en mi poder el PDF de la edición de Petronio, hecha por el holandés Simon Abbas Gabbema, publicada en Utrecht en 1654. Según Pierre, es el comentario más atento a los excesos, sobre todo sexuales, que encierra el Satyricon. Por otra parte, me aclaró que el nombre del libro procede del término griego satyrici, que designa a los jóvenes disolutos y algo delincuentes, tal cual lo son Eumolpo, Gitón y Encolpio. Después de todo, Encolpio significa “enculado”, en el peor de los sentidos posible. Sam Truett planteó el problema central de la “audiencia” del Baldus y me preguntó también sobre la existencia, ya en el Renacimiento, de un proyecto de comunicación universal. Acerca del primer punto, respondí que los destinatarios principales del Baldus eran los universitarios, los estudiantes y profesores faceti en primera instancia. Sin embargo, merced a la recepción entusiasta que el libro tuvo por parte de Rabelais, podría decirse que el eco de la obra se multiplicó y se difundió a través de la redes de capilaridad cultural, proporcionada por los anfibios, los intermediarios de la gran tradición y la pequeña, cuyo exponente principal fue el propio Rabelais. Sobre el segundo punto, me remití al libro de Umberto Eco, La búsqueda de la lengua perfecta, sobre todo a los capítulos que conciernen al auge del hebraísmo a partir de Reuchlin. Hamadi Redissi, al interrogarme en torno al “lugar lingüístico del macarrónico”, me dio pie para sacar de la manga mi clasificación de los productos de los contactos entre lenguas: calcos, fromlostianos, créoles, etc. Hamadi quiso saber más sobre el “soporte sociológico” de esa literatura, con lo cual pude ampliar la respuesta ya dada a Samuel. El director Jubé me hizo una pregunta muy pertinente, que no contesté bien, algo borracho ya de mi culta latiniparla. ¿Cuál es la relación entre el Baldus, el macarrónico y la reforma religiosa? Dije que había sí una relación en cuanto a la sátira y la crítica anticlericales, pero que yo no había detectado hasta ahora el asomar de alguna cuestión teológica asociada al debate alrededor de la justificación por la fe y el libre albedrío. Me olvidé de un dato esencial al respecto, que me obliga a revisar todo el asunto mejor: en 1596, durante el papado de Clemente VIII, y en pleno proceso contra Giordano Bruno, el Baldus ingresó en el Index librorum prohibitorum. Dany-Robert Dufour, un filósofo que fue fellow en el período 2011-2012, quedó prendado de la cita de Pico en la que se habla del “discurso interior” e hizo una serie de reflexiones apasionantes sobre el desarrollo de ese tópos en el siglo XX: Freud, Joyce, Bataille, Artaud y Raymond Queneau, quien redactó, inclusive, varios textos en macarrónico francés. Dufour es un tipo simpatiquísimo; al retirarme de la mesa en el banquete que siguió a la primera sesión del seminario, debido al cansancio que todo ese remue-ménage me había provocado, me interpeló: “Sí, ya sabemos que, esta noche, usted debe terminar sus Obras completas”. Le prometí que adoptaría para siempre la frase y la circunstancia, pues componen un macarronismo auténtico. Mi amigo Babacar Fall, senegalés, me pidió que ampliase