Por otra parte Mackay presentaba también, sin ocultar su admiración, retratos breves de jóvenes luchadores sociales latinoamericanos como el brasileño Eduardo Carlos Pereira y los peruanos Víctor Raúl Haya de la Torre y José Carlos Mariátegui. En su búsqueda de la justicia y el servicio al prójimo estos hombres eran para Mackay señales de fermento en la vida espiritual del continente, indicios de que había una generación en busca del Cristo verdadero. Terminaba su libro con un examen crítico del naciente protestantismo que ya iba tomando arraigo en tierras latinoamericanas.
Un siglo de búsqueda teológica
Recorriendo la historia espiritual e intelectual del continente a lo largo del siglo veinte, podemos observar una evolución fascinante durante ese período. Entre el «pobre Cristo» de Rubén Darío y el «Cristo de los pobres» de Gustavo Gutiérrez, la literatura y la teología realizaron un vasto recorrido, no siempre fácil de trazar. A manera de adelanto del breve itinerario que seguiremos en nuestra exploración, pueden mencionarse algunos otros hitos que se destacan en el camino. Así por ejemplo el libro Mas yo os digo,19 publicado por primera vez en Montevideo, en el cual el ya mencionado Mackay resumió el mensaje con que había recorrido las tribunas públicas, especialmente las universitarias, por toda América Latina, entre 1916 y 1930. Este libro alcanzó varias ediciones en castellano desde su aparición inicial. En 1936 el periodista y diplomático peruano Víctor Andrés Belaúnde publica su polémico trabajo El Cristo de la fe y los Cristos literarios,20 expresión de un renacimiento del pensamiento católico que empezaba a recibir los vientos renovadores que venían desde el mundo de habla francesa, lo mismo que los desafíos de la acción misionera protestante. Belaúnde había sido promotor de un grupo de jóvenes intelectuales peruanos conocido como «La Protervia», en el cual se encontró con Mackay, y trabó con él una estrecha amistad que dejó huella en el desarrollo posterior de su pensamiento.
Explorando la novelística latinoamericana desde inicios de siglo, no se encuentra un sentimiento cristiano vigoroso. Al contrario, la novela indigenista de la primera mitad del siglo muestra un anticlericalismo furibundo. En contraste con ello, hacia la década de los años cincuenta el colombiano Eduardo Caballero Calderón enfoca el tema de la violencia política colombiana en su novela Cristo de espaldas, vigoroso retrato de un joven sacerdote cogido en la trama de una guerra a muerte entre políticos conservadores y liberales. Su trágico personaje es una víctima cuyo calvario se va narrando según el itinerario de la pasión de Cristo. El recurso literario era una actualización de la pasión de Cristo en tierra colombiana. Era lo mismo que había hecho el español Benito Pérez Galdós en su novela Nazarín, y más recientemente el griego Nikos Kazantzakis, quien ubicó la historia de Jesús reactualizada en una aldea griega, en su novela Cristo de nuevo crucificado.
Cuando ya los vientos renovadores europeos del Vaticano II han soplado para el catolicismo en Medellín, aparece en Argentina El Evangelio Criollo.21 Las décimas clásicas del romance español, transfiguradas en la épica argentina del Martín Fierro, sirven de modelo para contar la historia de Jesús, de nuevo y «a la criolla». El esfuerzo contextual posterior al Vaticano II pasa a ser reflexión teológica más detenida en Jesucristo el liberador (1974)22 libro que refleja ya los temas y algo de los métodos de las teologías de la liberación. Con esta obra alcanza un público continental Leonardo Boff, un teólogo franciscano brasileño cuyas ideas despertaron la oposición de las jerarquías máximas de la Iglesia Católica Romana en el Vaticano. En el prólogo de la versión castellana del libro de Boff, el abogado y periodista uruguayo Héctor Borrat afirmaba categóricamente: «He aquí, escrita por un brasilero, la primera cristología sistemática que se haya editado en América Latina».23
El triunfo de la revolución cubana en 1959 empieza a agitar a los países latinoamericanos y en el marco de ese proceso hay pensadores cristianos que empiezan a redescubrir las dimensiones sociales del mensaje de Jesucristo. Algunos teólogos señalan la radicalidad de algunos dichos y hechos de Jesús y va surgiendo la figura de un Cristo revolucionario que de haber venido en nuestro tiempo se hubiese hecho guerrillero. Esto trae respuestas de críticos de esta propuesta de ruptura del orden religioso tradicional. El escritor y periodista chileno Guillermo Blanco publica en 1973 un libro que en pocos meses alcanza numerosas ediciones: El Evangelio de Judas.24 En tono casi panfletario Blanco critica por igual la visión del Cristo empresario proveniente de los Estados Unidos y la del Cristo guerrillero propuesta por escritores de la izquierda. En 1978 Vicente Leñero, un novelista y dramaturgo ampliamente conocido en su México natal publica su libro El evangelio de Lucas Gavilán, una vigorosa y sorprendente paráfrasis del Evangelio de Lucas siguiendo las líneas de las teologías de la liberación.25
Cuando los obispos católicos del continente se reunieron en 1955, en Río de Janeiro, Brasil, para hacer un inventario de la situación de su iglesia, se crea el CELAM.26 Los obispos ven dos peligros amenazantes: el crecimiento del protestantismo y el creciente auge ideológico del comunismo, y lanzan un grito de auxilio a los católicos de Europa y Norteamérica para que envíen misioneros a América Latina a ayudar a una Iglesia en situación crítica. En las décadas siguientes, una nueva generación de misioneros estadounidenses, canadienses, belgas, franceses, españoles, vienen a los países latinoamericanos con nuevas ideas y un estilo nuevo de hacer misión. Algunos que van a trabajar entre los sectores más pobres y desfavorecidos comprueban conmovidos que su propia iglesia es parte de un sistema de opresión y explotación.27 Sus ideas renovadoras y su nueva forma de hacer misión, desde abajo y con los de abajo, les ganan pronto las críticas y el rechazo de los sectores más conservadores de la iglesia y la persecución de gobiernos dictatoriales y militares que siempre habían visto a la Iglesia como un aliado. Esta nueva práctica misionera es uno de los focos de reflexión de la cual salen las teologías de la liberación.28
Así en la cultura latinoamericana reaparece la figura de Jesús, cuya vida y enseñanza pasan a ser materia de debate público, mientras que en los círculos teológicos de las diversas iglesias cristianas la persona de Jesús y el significado de la fe en Jesús pasan a ser materia de una intensa búsqueda en el material bíblico y en la tradición cristiana. La sucesión de momentos especiales representados por libros como los que hemos mencionado, apenas una muestra limitada, constituye un proceso que queremos examinar en el presente ensayo. Será imposible dejar de tocar temas polémicos tales como la declinación de la cristiandad católica, la presencia misionera protestante con la centralidad cristológica de su mensaje, su efecto en la multiplicación explosiva de iglesias evangélicas y en la renovación del catolicismo. Este proceso se conecta con los vientos renovadores promovidos por el Concilio Vaticano II, con el fermento inquietante de las teologías de la liberación y con el desplazamiento masivo de millones de pobres latinoamericanos hacia las filas del protestantismo popular. En muchos círculos literarios, artísticos y académicos al finalizar el siglo veinte la figura de Cristo parecía ser percibida con nitidez mucho mayor que a comienzos de siglo. Pero lo que es más importante, hoy, en pleno siglo XXI, hay miles de hombres y mujeres, católicos y protestantes, dispuestos a jugarse la vida por el anuncio y la imitación de Jesús de Nazaret, y a tratar de seguir su ejemplo en el contexto de un nuevo siglo y una nueva época. Ese proceso es el que queremos explorar y comprender.
1 Rubén Darío Poesía Completa, Fondo de Cultura Económica, México, 1952, p. 302.
2 Gustavo Gutiérrez En busca de los pobres de Jesucristo. El pensamiento de Bartolomé de las Casas, Centro de Estudios y Publicaciones,