Esta formación general debe estar organizada en torno al concepto de orden cultural. «Puesto que la educación ha demostrado ser un agente principal —si no el principal— gracias al cual se logra y se mantiene el orden en toda cultura conocida, estos significados son cruciales para el entrenamiento básico de los representantes principales de la educación».63 El orden cultural a través de los conceptos de esquema, configuración, modo de vida, etc., proporciona el principio integrador que permite que el estudiante vea el arte, la ciencia, la religión, etc., como partes de una totalidad orgánica. En cuanto a los contenidos verticales y horizontales del orden cultural, que incluye los círculos concéntricos y crecientes de casta, clase, poder y otras jerarquías típicas de la cultura, ellos enriquecen aún más esta formación. Se puede deducir fácilmente que el orden cultural implica fundamentalmente una formación de orden interdisciplinario.
La segunda parte del plan propuesto implica cuatro años dedicados al conocimiento. Puesto que el educador es el principal encargado de la transmisión, innovación y continuidad de la cultura, necesita por lo tanto antes de especializarse en un área determinada, estudiar las distintas ciencias humanas que tienen relación tanto con el comportamiento individual como social del hombre. Brameld sostiene que las materias necesarias para la profesión docente no son otras que las que corresponden a las ciencias de la conducta.
La tercera etapa corresponde al estudio de la metodología a emplear, y se desarrolla en el séptimo año de estudio. Afirma Brameld que las técnicas de enseñanza no pueden estar separadas de los contenidos a transmitir. A pesar de los desacuerdos entre las distintas teorías de la enseñanza, parece que existe una tendencia, escribe Brameld, «... hacia una concepción que fomenta la enseñanza centrada de los fines, creativa, cooperativa y aprendizaje en común, más que la absorción pasiva de los contenidos culturales heredados o adoctrinamiento de reglas, creencias y hábitos establecidos».64
La teoría unificadora para la enseñanza es el cuarto requisito para una formación íntegra del educador. Implica específicamente la historia y la filosofía de la educación. Este aspecto incluye muchos de los contenidos analizados anteriormente, constituidos por una educación general, un conocimiento y una práctica o metodología. Esta teoría unificadora proporciona al maestro principiante la apreciación entre todas las partes de su aprendizaje y el sentido de los mismos que los encamina hacia el logro de los objetivos deseables.
La teoría de la educación le permite aprender al futuro docente los principios sobre los cuales se desarrolla la tarea educativa, como los propósitos básicos por los cuales se lleva a cabo. Capacita al maestro para visualizar las relaciones de la filosofía y la historia de la educación, considerando a la primera como un esfuerzo por examinar, justificar y a menudo corregir las creencias básicas que fundamentan la naturaleza y el hombre, por lo que no se puede separar su influencia desde el pasado, en el presente y hacia el futuro de la cultura.
Todos los aspectos constitutivos de la teoría de la educación deben conducir al docente a un punto de vista congruente, organizado y unificado con respecto a sus responsabilidades profesionales, que no es otro que satisfacer las demandas de su tarea específica mediante «... la cristalización de una filosofía de la educación basada sobre una concepción plena de sentido de la libertad personal y cultural».65
Educación y programa de reforma social
Brameld sostiene que la educación es «un instrumento primordial», un medio poderoso para lograr una civilización mundial que apoye en todas las formas posibles la dignidad humana. Aparece así la idea que da sentido a toda su teoría: el fin que debe alcanzar la educación —único poder que queda en el mundo, capaz de superar a las fuerzas de la naturaleza ya dominadas por el hombre— es estructurar un orden mundial de naciones bajo la dirección de la mayoría de los pueblos, ya que en una época de crisis como la actual, hay una necesidad que opaca a todas las otras que pueda tener el hombre contemporáneo: construir una civilización mundial tan poderosa, tan unificada y comprometida con los valores democráticos que sea capaz de combatir y triunfar sobre las fuerzas que pueden conducir hacia la destrucción de la humanidad.
Entre los mayores obstáculos que se cuentan para lograr este propósito está el nacionalismo, que ha sido y continúa siendo, reconoce Brameld, mucho más vigoroso que el internacionalismo para determinar la lealtad de los hombres. Otro obstáculo son las guerras y persecuciones fomentadas por las grandes religiones, «incluyendo al cristianismo». Frente a esto surge el problema de cómo caracterizar a la civilización mundial para convertirla en un propósito atrayente, en un objetivo que los hombres del presente abracen por lo menos con la misma intensidad que las culturas pasadas lo hicieron con una sola nación o religión. Entiende Brameld que uno de los recursos más fecundo para lograr esto es la idea del mito. Con el antropólogo Bronislaw Malinowski insiste Brameld en que el mito es «un ingrediente indispensable en toda cultura». Toma este autor la posición de que es necesario crear un nuevo mito para la era que se inicia, radical y revolucionario, impelido por el peligro de un desastre universal y las esperanzas realizables de un renacimiento tecnológico y cultural capaz de posibilitar el surgimiento de una humanidad unificada.
El logro de la civilización mundial va unido a la elaboración de mitos que, en última instancia, son de calidad religiosa, no en los términos de las teologías particulares, sino como una búsqueda, por parte del hombre, del sentido de la vida y de la existencia. Esto sólo se logrará cuando los maestros se comprometan bastante profundamente a lograr la meta de la civilización mundial, tarea que deberá desarrollarse desde el jardín de infantes hasta la universidad. En resumen: «El peor fracaso que podrían tener los dirigentes educativos en la actualidad, sería el de negar a esos millones de individuos el privilegio de hacer patente su anhelo de transformar la educación en un medio invencible de la modificación cultural, dirigida hacia la única meta indispensable de nuestra era: la civilización mundial».66
Conclusión valorativa
La teoría reconstruccionista de Brameld se puede encuadrar como una teoría de tipo descriptivo–normativa, de base humanista, que utiliza en exclusividad para su elaboración el método científico. O al menos eso es lo que pretende.
Brameld sostiene que existen valores universales como resultado del análisis comparativo que le proporciona la antropología cultural. Estos son valores comunes emergentes del aspecto biológico del hombre y manifiestos en las sociedades estudiadas por los autores que cita. Entre estos valores menciona el matrimonio como ideal para toda la vida y la responsabilidad de los padres con relación a sus hijos. Sin embargo, muchos países ya han aceptado la ley de divorcio y del aborto, lo que indicaría que en ellos no existen los valores mencionados. Esto revela uno de los flancos más débiles en la teoría de los fines que propone Brameld. Al no considerar los valores desde una perspectiva axiológica —es decir, filosófica— no puede evitar caer en estos equívocos que un análisis puramente empírico no logra eludir.
La democracia es según Brameld el medio más idóneo para superar la crisis que denuncia. Ser democrático significa en su pensamiento llegar al convencimiento de que ese fin es la única solución, y adherir a él en forma incondicional. Acorde con ello entiende a la libertad como la posibilidad de elegir lo que es más conveniente para obtener esa sociedad futura, y esto lo determina el consenso social. Se obra libremente cuando se elige lo que determina la mayoría porque allí se encuentra la verdad. Fácilmente se deduce de esto que esta concepción tiene una base pragmática donde la libertad se reduce a elegir lo útil.
Por otra parte afirma Brameld que se posee libertad para