La consideración de los valores culturales realizada desde la perspectiva de la antropología cultural lo lleva a realizar una investigación científica de los mismos. Siguiendo en este punto a Alfred Kroeber afirma que un enfoque histórico o descriptivo parecería el más fructífero, ya que en la comprensión de las culturas lo más esencial es el conocimiento de los valores que las orientan. Pero este método lo llevará a postular un sincretismo axiológico, es decir, a tomar de cada cultura los valores comúnmente aceptados, para proponerlos como normas universales.
El reconstruccionismo
Según Brameld el reconstruccionismo es una propuesta para la época que surge. El progresivismo había representado la propuesta para una época de transición, situada entre la era ubicada a grandes rasgos entre los siglos XV y XIX, era del industrialismo, del nacionalismo, de la democracia y del liberalismo individualista, y una segunda época que aún no ha surgido completamente.
Brameld le adjudica a esta nueva época características bastante marcadas: «... una tecnología totalmente integrada, en gran medida automática, enriquecida, cada vez más por la energía atómica; con una población mundial suficientemente educada para regular su propio crecimiento de acuerdo con los recursos disponibles; un sistema de distribución de esos recursos, dirigido y planeado públicamente de tal modo que la privación espiritual y física debida a la desigual distribución de riquezas desaparezca; y un gobierno internacional capaz de obligar, aunque bajo control democrático, y hasta donde sea posible, descentralizado».46
Para Brameld el progresivismo había puesto su énfasis sobre los medios de la educación, sobre el proceso más que sobre el producto deseado. Para él la filosofía educacional que se necesita para esa nueva época que pugna por surgir puede aprender mucho del progresivismo, pero debe apuntar a quitarle sus deficiencias y reconstruir sus principios, métodos y contenidos.
Siendo la educación resultado de la cultura, y manifestándose ésta en la nueva época con la complejidad que se ha señalado, la tarea educacional en su nueva formulación no puede sino ser integrada e interdisciplinaria, lo que supone superar el «encasillamiento tradicional». La integración deberá ser entonces el principio rector de toda organización educativa sobre temas, unidades, materias, programas y planes. Esta integración tiene como objetivo inmediato no reducir el estudio de la cultura solamente a alguno de sus aspectos, aislado de todos los demás; y como objetivo mediato establecer una integración de carácter mundial en la que los principios y tareas que lleve a cabo la educación sean comunes para todas las religiones del planeta, ya que estamos viviendo, en su opinión, una época intercultural e internacional.
Esta integración se logrará con el aporte de la filosofía de la educación que considere y organice los estudios de antropólogos culturales, psicólogos, historiadores, religiosos, artistas, etc., para poder alcanzar esa visión cosmopolita universal, necesaria para la vida moderna y propósito final de la educación en general.
Esta planificación debe realizarse teniendo en cuenta los datos y experiencias pasadas y los recursos existentes, pero siempre en función del futuro. De allí que para Brameld reconstruir no significa desechar todo elemento del pasado sino modificarlo, corregirlo, reorganizarlo o innovarlo.
El reconstruccionismo se presenta así como una «filosofía de crisis», que deberá tener la vitalidad suficiente como para eliminar todos aquellos obstáculos que opongan o retrasen el logro de los cambios previstos en el orden social. La propuesta de Brameld es entonces la de una sociedad planeada para el futuro en función de fines y objetivos que le indiquen al hombre lo que debe hacer. A su entender, uno de los errores del progresivismo fue considerar una sociedad planeadora, en la que cada sujeto construye su destino atendiendo al presente inmediato en el que se constituirá su forma de vida asociada.
Según Brameld, la sociedad planeada que propone dará como resultado un esquema de lo que hemos elegido para el futuro, y que no resulta una utopía porque hoy poseemos los recursos para llevarlo a cabo. Por eso la tarea que la hora presente nos exige es construir modelos para el futuro, discutirlos y elegir aquel que tenga consenso social.
En las épocas de crisis los modelos han sido propuestos con diversos criterios: escéptico, ecléctico, conservador, liberal, etc. Pedagógicamente estos modelos Brameld los denomina esencialismo, que es el interesado principalmente de la conservación de la cultura; perennialismo, que trata de ajustarse a los modelos proporcionados por la antigua Grecia y la Europa medieval; progresismo, que es la filosofía de la educación liberal experimental; y reconstruccionismo, «…que cree que la crisis contemporánea sólo puede atacarse con eficacia por medio de un sistema educativo y un programa de acción radicales».47
Según esto, el reconstruccionismo es una suerte de continuación del progresivismo, pero se muestra más categórico en insistir que la educación debe ser primordialmente un medio para reconstruir la cultura. Es radical, tal el término utilizado por Brameld, porque esa tarea de reconstrucción debe prepararse para eliminar muchos precedentes que rechazan los cambios, urgentes en una época como la contemporánea.
Definido como una «filosofía de la crisis», el reconstruccionismo parte del presupuesto de que una crisis de la educación supone una crisis en la cultura. Un análisis objetivo de esta circunstancia nos indica, escribe Brameld, qué camino debe tomar la humanidad, pero nada nos asegura en absoluto qué camino tomará. De allí el importante papel que desempeñan los valores en el análisis y la interpretación de la crisis. El reconstruccionista reconoce en la situación actual una confusión e incertidumbre morales. Pero también considera que hay nuevos valores en los que es preciso confiar. De allí que la búsqueda y descripción de esos valores sean una de las tareas más urgentes de la educación, mediante la cual podamos precisar qué hay de malo en los valores que hemos sostenido hasta ahora y qué valores debemos sostener en adelante.
Con respecto a esta tarea Brameld encuentra otra actividad que es concomitante y de tal entidad que prácticamente eclipsa a todas las demás: la formación de una civilización mundial tan poderosa y tan comprometida con los valores que se elijan, que sea capaz de combatir las fuerzas que se opongan a esa propuesta. Brameld descuenta que un número suficiente de personas llegará a convenir que el tipo de civilización mundial que más desean es el democrático, pero no por eso descuida los medios que considera más idóneos para asegurarlo.
En la consideración de esos medios destaca el autor que otra característica definida del análisis reconstruccionista es su insistencia en las limitaciones de la razón humana. «En muchos aspectos, escribe, el hombre posee impulsos irracionales tremendamente poderosos, tanto en su interior como en sus relaciones con otros hombres».48 Para lograr esa civilización democrática mundial deben reconocerse y utilizarse esas poderosas fuerzas irracionales para orientarlas hacia las metas mencionadas.
El recontruccionalismo, escribe Brameld, busca nuevas penetraciones en la naturaleza individual y colectiva del hombre, con el objeto de capitalizar sus energías. Para ello aplicará el recurso de la psiquiatría, que indaga los complejos emocionales del hombre. El reconstruccionismo sostiene que el conocimiento de dichos complejos es tan necesario que ningún maestro se puede preparar eficazmente si no está familiarizado con los principios de esta ciencia.
El segundo recurso para indagar las fuerzas irracionales del hombre es el conocimiento que aportan las ciencias sociales, especialmente el relacionado con la dinámica de los grupos y las clases sociales. Para Brameld ha sobresalido Freud en el estudio de las fuerzas irracionales individuales y Carlos Marx en el de las fuerzas irracionales colectivas. Ciertamente que los medios que pondrá en práctica el reconstruccionista para utilizar la educación como poder capaz de renovar la civilización son racionales, afirma el autor, pero sólo serán eficaces si logran reconocer el poder de lo irracional.
En síntesis, para Brameld «...la filosofía reconstruccionista representa una modificación fundamental