El 11 de septiembre de 1973, los estudiantes y los trabajadores tuvimos que abandonar la universidad. La Fuerza Aérea tomó posesión de los edificios aledaños al instituto Pedagógico, edificios particulares que tienen entre tres o cuatro pisos, instalando ahí sus ametralladoras, las llamadas, según se decía, punto 30 ó 50, ya no recuerdo cuál. No hubo enfrentamiento. Escapamos alrededor de las 10 a.m. por el sector donde se ubicaba la escuela de Periodismo, calle Los Aromos, luego enfilamos hacia Grecia para, en mi caso, dirigirme al sur por avenida José Pedro Alessandri (Macul).
En el camino, vi muchos camiones con efectivos militares. Se identificaban con una pechera de color naranja y brazaletes del mismo color en uno de los brazos. Todos provistos de gran armamento. No había locomoción colectiva. Temprano se habían retirado los buses y los pequeños taxibuses, comúnmente denominadas «liebres». Se observaban gruesas columnas de personas que volvían caminando a sus hogares. Caminé desde el Pedagógico hasta Departamental, pasado Vicuña Mackenna. Descansé en las cercanías del estadio Monumental, que, por esos años, era conocido como «El hoyo de Pedrero» Llegué a casa de una tía que me brindó refugio por algunos días. Pude observar el paso de los aviones que bombardearon La Moneda y sentir la balacera que se produjo en La Legua cercana a Sumar, uno de los lugares o cordones formados para defender al Presidente Constitucional. De mis tres compañeros de universidad y del profesor Ortiz, solo vine a tener noticias cuando aparecieron las primeras publicaciones sobre personas detenidas desaparecidas.
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