–Por si no lo sabías, el Universo está lleno de galaxias que se agrupan en racimos, millones y millones de ellas, hasta donde alcanzan nuestros telescopios. Es presumible que donde no podemos ver todavía existan muchas más, y así hasta no sabemos dónde. Las galaxias adoptan varias formas, pero la más característica es una espiral, un tremendo conjunto de estrellas, planetas, cometas, satélites, asteroides, polvo cósmico, gas, etc. que giran formando un disco gigantesco alrededor de un agujero negro.
–He oído hablar de los «agujeros negros». Los vi en una película del espacio. Uno casi se traga la nave de los protagonistas. ¿Qué son en realidad?
–Los agujeros negros se supone que se han formado debido a la implosión de una gigantesca estrella, que al comprimirse hasta casi desaparecer adquiere tal masa en tan reducido espacio que genera una inmensa gravedad y absorbe todo lo que hay a su alrededor como si fuera un embudo o un desagüe. Una fuerza atractiva tal de la que ni siquiera la luz puede salir; por eso lo llaman «agujero negro».
–Pues no quisiera ser astronauta y pasar cerca de uno de ellos.
–Suelen estar en el centro de cada galaxia. El nuestro, afortunadamente, está a millones de años-luz.
–Un año luz… es una distancia enorme ¿no?
–Piensa que la velocidad de la luz es de unos 300.000 kilómetros por segundo. Pues la distancia que recorre la luz en un año es «un año-luz». Algo inimaginable para nosotros. El Universo es tan grande que se tuvo que idear esta medida para calcular las distancias entre estrellas y galaxias. Por ejemplo, si quisiéramos ir de un lado a otro del disco de nuestra galaxia a la velocidad de la luz, tardaríamos unos 100000 años.
–¡¡Qué flipe tío!!
–Podemos hacer una fácil reproducción de una galaxia en casa. Coge un poco de jabón y, en un lavabo con el desagüe tapado, haz espuma de manera que esta flote sobre el agua. Luego destapa de golpe el desagüe del lavabo y observa como el agua adquiere una dirección cuando se va colando por el agujero; es un movimiento circular y la espuma va formando una especie de espiral alrededor de ese agujero. Exactamente igual es la forma de una galaxia ¡pero a un tamaño infinitamente más grande! Y el agujero negro es el desagüe.
–¡Es verdad! –exclamó Julio excitado–, algunas veces he visto esas espirales en el lavabo y me han recordado a las fotos de las galaxias.
–Es curioso que la forma de espiral se reproduzca en todos los niveles y fenómenos de la naturaleza. Las últimas investigaciones dicen que las partículas subatómicas no son tales, sino infinitesimales tornados, pues estos y los huracanes adoptan la misma forma espiral que las galaxias. Incluso las olas del mar adoptan esta forma en su dinámica interna.
»Pero volvamos al espacio cósmico. Cada galaxia tiene cientos de miles de millones de cuerpos celestes. La nuestra, donde vivimos, mide de diámetro unos 100.000 años-luz. Si existen miles de millones de galaxias en el Universo, imagina, si puedes, lo enorme que es el Cosmos.
–No puedo imaginarlo tío; esas cifras son mareantes… ¡Cien mil años! Pero en la película La Guerra de las Galaxias entran en el hiperespacio y pueden recorrer las galaxias en poco tiempo.
Manuel sonrió aprovechando para encender de nuevo la pipa que se había apagado mientras hablaba.
–Existen teorías sobre los llamados «puentes Einstein-Rosen» que podrían perforar el espacio como un gusano una manzana, acortando la distancia entre las estrellas…pero todavía no se han comprobado.
»Ahora volvamos a nuestro modesto sistema solar. Las esferas que podemos contemplar tienen nombres mitológicos de dioses romanos. Desde muy antiguo ya se conocían casi todos, y como en Europa hemos vivido tantos siglos bajo el poder y la influencia del Imperio Romano, los planetas vecinos siguieron llamándose igual que sus dioses. Incluso Plutón, que se descubrió tardíamente, recibió el nombre del dios del inframundo romano (aunque hoy ya no se le considera propiamente un planeta, debido a su reducido tamaño).
–Qué interesante tío.
–Todos estos mundos, si estuviéramos flotando en el espacio, aparecerían a nuestra vista con colores más o menos apagados y uniformes. Pero nos llamaría la atención Saturno con sus anillos, Marte por su color rojizo, y un mundo extraño que es totalmente distinto a los demás y que no recibe el nombre de ningún dios mitológico. Un mundo azul que brilla en el espacio iluminado por el Sol. Azul por sus océanos y mares, con jirones blancos por sus nubes, y ciertos colores aquí y allá, verde por sus bosques –cada vez menos–, y marrón y ocre por sus tierras y desiertos que cada vez crecen más.
–He visto las fotos en Internet, son «guais».
–Este planeta que flota en el espacio, girando alrededor del Sol en una órbita elíptica, se llama «Tierra», prosaico nombre que le dieron sus habitantes «inteligentes» a pesar de estar mayormente cubierto de agua.
»Observamos al acercarnos, en ese vuelo imaginario por el espacio, que alrededor de la Tierra gira una esfera más pequeña. Es su satélite la Luna, de un color blanco intenso en la parte que ilumina el Sol. En su superficie no hay agua ni vegetación, ni siquiera atmósfera que merezca la pena. Está cubierta de cráteres producidos por viejas erupciones volcánicas y por los impactos de millones de meteoritos y asteroides durante incontables años.
–En la Luna no hay nada tío, solo polvo y rocas; no sé para qué fueron allá. Si será fea que no han vuelto después de tantos años –intervino Julio.
–Efectivamente, parece un mundo muerto.
»Bueno, llegamos a lo más extraordinario que hay en este pequeño planeta llamado Tierra, y es que en él hay vida orgánica, hay organismos vivos, y no solo eso, también hay vida que reflexiona sobre ella misma, que se pregunta qué hace ahí, de dónde ha venido, hacia dónde va y cómo ha llegado hasta este mundo.
–¿Te refieres a nosotros, las personas?
–Me alegra ver que eres perspicaz. Hay muchos que se refieren a esta clase de vida llamándola «inteligente». Yo opino que, a la vista de su Historia, que iremos viendo, la inteligencia no es precisamente una de las virtudes de ese ser que camina erguido sobre dos piernas y que se llama a sí mismo «ser humano».
»La palabra «humano» proviene del latín «humus» que es esa mezcla de tierra, agua, bacterias y materia orgánica vegetal en descomposición que tan bien funciona para abonar las plantas. Se supuso durante muchos siglos que proveníamos de este compuesto fértil y que habíamos sido creados por un dios. Más adelante hablaremos de este asunto.
–¡Vaya! –exclamó Julio sorprendido–, no sabía que la palabra humano se relacionara con la tierra de jardín.
–Te sorprenderás de muchas más cosas, sobrino. Pero continuemos con el espacio exterior.
»En el resto de los planetas de este sistema solar, hasta el momento no se sabe si existe alguna clase de vida, aunque solo sea bacteriana.
–Sería «molón» que existieran extraterrestres.
–Eso dependería de sus intenciones y de las nuestras respecto a ellos... Pero ahora volvamos la vista hacia la Tierra.
»Nuestro planeta es un mundo bellísimo, lleno de contrastes, mares, desiertos, montañas, selvas, bosques, praderas, ríos, lagos. Si descendemos, observaremos que desde su superficie se contempla un cielo azul durante el día salpicado de nubes blancas que pueden tornarse grises cuando hay tormentas, mientras que por la noche el cielo aparece negro con puntitos blancos, las estrellas, y según sus ciclos la Luna redonda o en formas cambiantes, según la ilumine el Sol o la alcance la sombra de la Tierra en los eclipses.
»La Tierra es el tercer planeta en distancia que gira en torno al Sol y lo acompaña alrededor de la galaxia. Más cerca del astro rey están Mercurio y Venus, y más alejados, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y, por último, Plutón.
–Eso ya lo sabía,