Casi todos los personajes citados en la obra, como Romanones y Maura, vivían en 1920, y sus referencias biográficas coinciden. Pero hay una excepción capital: Rubén Darío vivió desde 1867 a 1916; por lo que no podía encontrarse con Max Estrella en 1920. Darío vivió algunas temporadas en Madrid, sobre todo entre 1908 y 1909 cuando fue embajador de Nicaragua en España. Era asiduo de las tertulias y coincidió con Valle-Inclán y con Alejandro Sawa.
La acción transcurre desde un atardecer hasta la medianoche del siguiente día. Es un proceso temporal continuo, de unas 30 horas, interrumpido por las elipsis implícitas de los desplazamientos. Max Estrella es ciego y Don Latino es un anciano, por lo que andarían muy despacio por unas calles llenas de charcos, baches y obstáculos. La temporalidad adquiere un valor simbólico. Al desarrollar la acción por la noche, Valle-Inclán nos aproxima a la «mirada» de Max. Si en la obra se está poniendo el sol, en España, tras el desastre sin paliativos del 1898, también decaía la dignidad nacional, para caer en el reino de la noche, de la miseria física y moral (recordemos En Flandes se ha puesto el sol, estrenada en 1910, de Eduardo Marquina). Tras ese ocaso, solo espera el fallecimiento de Max y de las dos mujeres.
Dados los abundantes cambios espaciales y la duración de los mismos, se calcula que la representación dura unas dos horas.
En efecto, los espacios son dispares, lo cual dificulta la puesta en escena. El autor suele reflejar espacios reales, aunque en algunos casos haya cambiado los nombres. Aun así, algunos lugares son funcionales y no identificables. Estos lugares son los siguientes:
El guardillón o buhardilla (I) de Max Estrella y su familia. En la escena XIII, la del velatorio de Max, se le llama sotabanco. Aunque guardillón, guardilla y sotabanco funcionan en la obra como sinónimos contextuales, no lo son totalmente. El guardillón es un «desván corrido y sin divisiones». También es una «guardilla (o buhardilla) pequeña y no habitable que queda entre el último piso de un edificio y la armadura del tejado». Su característica más visible es la inclinación del tejado, que limita el espacio para andar. Así se entiende bien que en la escena I se indique su «ventano angosto». El sotabanco, por encima del último piso habitualmente habitable, es un espacio de baja altura, pero habitable también pues su característica específica es que su tejado inclinado parte de una altura media que permite moverse en el interior incorporado. Es un lugar inhóspito, gélido en invierno y sofocante en verano. Refleja un ámbito socioeconómico muy humilde. En la arquitectura decimonónica, se conocía el nivel social de una familia por la altura en la que vivían. El piso más noble y elegante era el primero, protegido de la calle por el entresuelo. A partir del segundo descendía la categoría hasta llegar al citado guardillón.
Buhardilla.
La casa se encuentra en la calle «Bastardillos. Esquina a San Cosme, palacio». Como jamás existió una calle con ese nombre, Valle apunta una clara insinuación despectiva, pues «bastardo» significa «que no es hijo legítimo de su padre». San Cosme sí existía en la época, y es la actual Doctor Fourquet, junto a San Cosme y San Damián. La aclaración de «palacio» es ambigua, pues, aunque haya un tono irónico en Max (ya que la miseria de su casa es lo más opuesto a la opulencia de un palacio), guarda un intenso orgullo personal: «Donde yo vivo, siempre es un palacio» (VI). Pero, además, se llama «Palacio» a un barrio de Madrid próximo al Palacio Real, desde la plaza de España y la Gran Vía hasta la calle de Segovia y desde el Palacio de Oriente hasta la ronda de Toledo. Desde su buhardilla se veía la Moncloa (I). En la didascalia inicial de la escena XII, se dice que Max y Don Latino se encuentran en una «rinconada en costanilla». Se puede identificar con la rinconada de la plaza de San Nicolás, muy cerca del Pretil de los Consejos.
La librería del viejo de Zaratustra es una lóbrega cueva en el Pretil de los Consejos. El carácter expresionista, oscuro y negativo de la descripción se refuerza con la animalización permanente y los juegos de luz. El simbolismo impregna el mundo desolador de Max: los libros son viejos; la librería, oscura. Zaratustra es un ratón más de biblioteca que poco tiene de ejemplar. Podemos añadir que los fuertes desniveles de la zona en la que se encontraba la librería («la cueva») favorecieron la construcción de bodegas, algunas de las cuales todavía existen.
Tabernas y cafés aparecen en cuatro escenas. Se ha de tener en cuenta la importancia que estos espacios siempre han tenido en la sociedad española como lugares de reunión y tertulia, a veces, de borrachera, pero también eran lugares para hacer negocios. Lógicamente, encontramos en la realidad tantos modelos como niveles sociales; en la obra, tres.
La taberna de Pica Lagartos aparece en las escenas III y XV. Claudinita ya había anunciado que su padre acabaría en dicho lugar. Es un triste y oscuro tugurio al que acuden borrachos, bohemios y prostitutas. El mismo nombre animalizado ya es un indicio de su baja estofa. En la taberna comienza la desgracia de Max (III), al desprenderse de la capa que lo protegía del frío; y en el mismo sitio se confirma su sino trágico, con el suicidio de su esposa y de su hija (XV). La taberna se encuentra en la calle de la Montera, en la zona vieja y céntrica de Madrid.
La Buñolería Modernista (IV) se ha identificado como la Churrería (ahora, Chocolatería) de San Ginés, en el pasadizo de San Ginés, cerca de la plaza Mayor. El lugar de reunión de la bohemia madrileña era un antro. En él saludan a Max, envueltos en el olor a fritanga, «los epígonos del Parnaso modernista». La visión despectiva es clara: el buñuelo se hace con mucha rapidez, hacer algo como churros, o como buñuelos, es hacerlo fácil, rápidamente y siempre igual, como los epígonos repiten sus consignas.
El café Colón (IX) es un mundo elegante en el que el acetileno del alumbrado de la taberna se sustituye por los arcos voltaicos de la luz eléctrica. Es el espacio adecuado para el exquisito Rubén Darío, representante de la más excelsa literatura, con el joven secretario del modernista Paco Villaespesa. El contraste entre los distintos espacios (taberna, churrería y café) es extremo. El juego de antítesis del autor continúa: a este espacio selecto y luminoso le sigue la oscura zafiedad de la escena X, con las dos prostitutas, La vieja pintada y La Lunares, en lugar de los dos elegantes escritores, el maduro consagrado y el joven secretario. El café Colón es un espacio referencial, pues existió en el actual número 17 de la calle Alcalá de Madrid, junto al Casino, al lado del café Regina. Hay constancia de que Valle-Inclán acudía a las tertulias de los dos cafés junto con el socialista Indalecio Prieto.
Las calles, como lugares de tránsito, aparecen en varias escenas. Algunas se citan con sus nombres reales; otras, solo en función de la acción y del movimiento de los protagonistas. La primera de ellas es Pretil de los Consejos, que todavía existe, cerca del viaducto. Tiene una fuerte inclinación hacia el río. Allí se encontraba Capitanía General, por lo que era factible que pasara algún detenido (II). Montera (III) es una de las más populares del centro de Madrid. La siguiente es marginal, muy apropiada para que en ella se encuentre la Buñolería Modernista (IV). En la escena X la acción se desarrolla en un impreciso «paseo con jardines». En contraste con el ambiente del café Colón y, también, de la apariencia elegante del nombre, se desarrolla la acción más vejatoria de la obra hasta el momento. En esa escala intensificadora que Valle-Inclán elabora, Don Latino acude a una vieja y triste prostituta, La vieja pintada, mientras que su compañero atiende a los ofrecimientos de la Lunares, una muchachita. Del paseo con jardines se pasa a la zona noble, aunque también popular: el Madrid de los Austrias, delimitado por la calle Mayor, el Palacio Real, la calle Arriola y la calle Peña. La acción se mantiene en la acera, en torno al dolor desgarrado de esa madre a la que han matado a su hijo. Cuando Max también se entera de la muerte del obrero que ha conocido en el calabozo, pide a Don Latino que lo lleve al cercano viaducto, puente de hierro que fue demolido para construir uno nuevo en 1934. Era un lugar común para suicidarse. En la escena XII, Max vuelve hacia su casa, pero la localización inicial de