Luces de Bohemia. Ramón María del Valle-Inclán. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Ramón María del Valle-Inclán
Издательство: Bookwire
Серия: Akal Literaturas
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788446049630
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es un viejo asmático (I), embustero (VII) y adulador (V). No entiende la poesía de Rubén Darío. Es adepto a la teosofía, a la gnosis y a la magia (IX), aunque no las conoce en profundidad. Su nombre deriva de Latio, región italiana origen de la expansión romana, más el nombre latino de la actual Sevilla, Hispalis. Latino deriva de «latín»; «saber latín» significa ser listo, espabilado; en muchos casos, en el peor sentido. Así se comprueba cuando engaña a Max, cuando se niega tres veces a dejarle el abrigo, cuando le roba la cartera con el décimo de lotería y cuando no entrega el premio a la viuda y a la huérfana.

      Pudiera resultar curioso, pero ninguno de los dos protagonistas aparece en todas las escenas. En realidad, Valle utilizó una estructura heterodoxa en la separación de su esperpento. Como es bien sabido, una escena tradicional está formada por cada una de las partes en que se divide el acto de la obra dramática, y en que están presentes unos mismos personajes. Ahora bien, Valle no organiza el material dramático de esa forma ortodoxa, sino que –como otros autores de diversas épocas– utiliza la fórmula de la escena en un sentido flexible; esto es, del escenario salen y entran personajes en diversos momentos de cada una de dichas partes. Si nos atuviéramos al concepto tradicional de «escena», comprobaríamos que la primera consta de tres partes; es decir, un primer periodo en que hablan Max, Madama Collet y Claudinita; un segundo momento con la aparición de Don Latino; y el tercero, con Madama Collet y Claudinita. El fenómeno se reproduce en el resto de la obra.

      El modelo de Luces de bohemia acerca el resultado escenográfico al del cine. La disposición habitual implicaba bajadas de telón entre actos con pausas que los espectadores burgueses de la época aprovechaban para acudir a los aseos, al bar o hablar. Valle-Inclán anula las pausas y crea una línea continua de tensión con fluctuaciones climáticas (de alta tensión) y anticlimáticas (de baja tensión) y de alternancia entre escenas de tono trágico y otras de humor sarcástico. El espectador se siente inmerso en ese recorrido como en un descenso inevitable, en espiral, por un acelerado tobogán infernal. Por otro lado, la gran variedad de espacios en los que se desarrolla la acción, se acerca al género cinematográfico, dificulta la utilización del modelo tradicional en actos y favorece, en cambio, un efecto que aproxima los movimientos de la trama a los propios de la novela de recorrido laberíntico. Los movimientos estructurales se parecen a los del zarandeo, a los tumbos de la borrachera dubitativa de la bohemia, a un efecto de caos inestable que rompe con los modelos tradicionales, como una síntesis simbólica de los movimientos espaciales y psicológicos de la propia vida. Pero se puede esbozar un esquema interno que agrupa las escenas en tres partes, aunque de extensión muy desequilibrada.

      En primer lugar, la presentación (I). Como marcan los cánones, en este prólogo aparecen los personajes principales, en este orden: el protagonista, Max Estrella; su mujer, Madama Collet; Claudinita, hija de ambos; y el otro protagonista, Don Latino. Además de los personajes, se nos ofrece un espacio fundamental, el guardillón, la mísera buhardilla de Max, que reaparecerá en la escena XIII. Un tiempo concreto, el crepúsculo, el anochecer, con valor simbólico acentuado por la ceguera, solo física, del protagonista. Un tono de miseria generalizada, pues a la pobreza física se une la miseria moral que caracteriza a Don Latino. Personajes, espacio, tiempo y tono convergen en el tratamiento lingüístico y dramático del esperpento.

      En segundo lugar, el desarrollo (II-XII). Dibuja todas las circunstancias, desde la visita de Max a Zaratustra hasta la muerte de aquel en la calle, en el quicio del zaguán de su buhardilla. Mantiene unidad temporal, la noche, pero no espacial, pues los protagonistas deambulan por 11 lugares, tantos como escenas. El desarrollo se puede segmentar en tres partes: la primera desde la escena II a la VI, en la que Max, tras su detención al final de la escena IV (primer clímax) y su llegada a Gobernación en la V, coincide en el calabozo de Gobernación con un obrero catalán, cuya posible y lógica presencia ya se da en la escena II, en la que una acotación señala que la policía ha detenido a un hombre. La segunda, desde la escena VII, en la que Max es liberado, hasta la XI, enmarcada por dos muertes: la del niño que yace en brazos de su madre y la del obrero anarquista detenido (VI). Así pues, las dos partes quedan unificadas por el motivo común del preso catalán, ejemplo de la represión política. La escena XI prepara el clima de la tercera parte: muerte de Max por el frío y la pena (XII). Hasta aquí el recorrido espacial del protagonista es simétrico y circular, de ida y vuelta, pues sale de su casa al final de la escena I y vuelve y fallece a la puerta de su casa en la XII.

      En tercer lugar, el desenlace o epílogo. Formado por las escenas XIII (velatorio), XIV (entierro) y XV (anuncio del suicidio de las dos mujeres). De este modo, se desemboca en el clímax final del esperpento: la tragedia, que ha sido anunciada desde el comienzo. Valle-Inclán rompe el esquema previsible, pues la expectativa tradicional de un final anticlimático, consolador, se quiebra con el golpe demoledor del doble suicidio.

      Las distintas escenas del esperpento se desarrollan en un tiempo determinado. Veámoslo. El texto fue escrito en el primer semestre de 1920. Hay datos coetáneos muy concretos, como la muerte de Galdós y los acontecimientos políticos y sociales, huelgas y manifestaciones. La primera versión apareció en julio de ese año, pero en 1924 fue publicada una segunda edición ampliada. No era extraño en la obra de Valle-Inclán, pues incluso en la prensa decidía en ocasiones introducir modificaciones; de las Sonatas, se conocen versiones con variantes. Se suele señalar que la obra no se desarrolla en un año determinado, y es cierto solo parcialmente, porque el autor tuvo buen cuidado de temporalizar la acción con toda la precisión posible. En la escena XII, se habla del movimiento ultraísta, el cual había iniciado su andadura en España en 1918, aunque el manifiesto del grupo, aparecido a fines de 1919, no fue reelaborado hasta julio de 1920. En la escena IV, Dorio comenta que estaba libre el sillón de Galdós en la Academia. Ciertamente, don Benito había fallecido en enero de 1920. No se enfatiza la muerte, sino la vacante; de modo que hay que considerar que hacía algún tiempo que Pérez Galdós había muerto. Es evidente que la escritura y la acción de la obra son posteriores. Luces de bohemia se publicó, por entregas, desde el 31 de julio de ese año hasta el 23 de octubre en la revista España. Además, el sucesor de Galdós en el sillón N de la Academia fue Leonardo Torres Quevedo (1852-1936), famoso inventor, y fue elegido por la Academia en el mismo julio, aunque tomó posesión el 31 de octubre del mismo año. Pero es lógico que Valle-Inclán ya tuviera entregadas, y en prensa, las primeras escenas en julio, fecha de la elección de Leonardo Torres. Estos datos delimitan el tiempo histórico de la acción, pero también es muy concreta la indicación temporal, estacional, de la didascalia de la escena X: «El perfume primaveral de las lilas embalsama la humedad de la noche». En España, la primavera comienza el 21 de marzo y en Madrid las lilas florecen a primeros de abril. La precisión no puede ser mayor. El simbolista Valle-Inclán recordaría, en el terrible contexto de prostitución de la escena X, con La vieja pintada y La Lunares, que las lilas simbolizan, paradójicamente, la inocencia y el primer amor.

      Ahora bien, ciertos datos desencajan esta temporalidad precisa: en la escena XIV, uno de los sepultureros habla de la caída de la hoja. Se refiere, simbólicamente, a las defunciones, aunque podríamos barajar otra opción: la posible ambigüedad voluntaria del autor y su deseo de fundir (de modo rupturista) primavera y otoño en una acción temporalmente unitaria, como una imagen de la fugacidad de la vida, sintetizada en un día. Veamos dos datos más. Mariano de Cavia, citado en la escena IV como vivo, murió el 14 de julio de 1920, justo antes del comienzo de la publicación. Valle-Inclán redactó la escena IV, por tanto, antes de esa fecha, pero ya no pudo cambiarla. Además, en la escena XV se dice que Maura asistió al sepelio del torero José Gómez, el Gallo, muerto de una cornada el 16 de mayo de ese mismo año. Está claro que Valle-Inclán escribió lo dicho con posterioridad. Resulta verosímil que el afán de Valle-Inclán de entregar el texto en el último momento lo llevara a introducir esos datos tan actuales para contextualizar coetáneamente la acción.

      Sin duda, hay muchas referencias al frío: la ropa de abrigo, la bufanda verde de Zaratustra, el carrik de Don Latino, el mantón de Enriqueta, las madreñas del sereno, etc. Por tanto, hemos de concluir que la acción sucede a comienzos de la primavera, fin de marzo o inicios de abril de 1920. La noche en Madrid es fría en ese tiempo. Verdaderamente, Max afirma (I) que en la buhardilla hace calor como en un horno, pero no se refiere tanto a la temperatura como a la tensión y zozobra familiar. De hecho, Don Latino aclara