9 Mannoni, loc. cit.: p71.
10 Cf. infra en relación a los efectos psicoanalíticos del caso.
11 Mannoni, Op. cit.: p87-88. Citado por Fanon, Op. cit.: p79.
12 Fanon, Op. cit.: p.83. Interpretación de Mannoni: “la significación sexual de los fusiles es evidente. El ruido del caballo al galope, el deseo de ser invisible, se explican (…) por el hecho de que el niño ha asistido a la ‘escena primitiva’ (…) en la medida en que es atrapado por un agresor que pone a la madre en peligro, el padre condensa todas las amenazas”. Citado por Bloch, loc. cit.: p17.
13 Cherki, Op. cit.: p54.
14 Op. cit.: pp55-56.
15 Mannoni, “The decolonisation of myself”. Race 7:4 (April 1966): p127–38. Recogido en Prospero et Caliban loc. cit.: p207-215.
16 Mannoni, loc. cit.: p208.
17 Loc. cit.: p213.
18 Loc. cit.: p214.
19 Loc. cit.: p214.
20 Elisabeth Roudinesco, Histoire de la psychanalyse en France 2. Seuil, 1986: p247. Trad. esp.: La batalla de cien años. Historia del psicoanálisis en Francia (2). Fundamentos, 1988.
21 Roudinesco, Op. cit.: p247. Trad. esp.: p233. (La traducción de Ana Elena Guyer ha sido ligeramente corregida).
PRIMERA PARTE
Historia y Psicoánalisis
1- Repensar la relación entre psicoanálisis e historia1
¿Por qué la relación del psicoanálisis con la historia resulta problemática? Abramos un texto reciente de Michel Schneider.2 El autor se propone convencernos de una nueva interpretación del nazismo, según la cual este último tendría por fundamento psíquico no ya, como sugirieron otros en la posguerra, la “personalidad autoritaria”3, la dominación masculina, el patriarcado, sino, en cambio, el poder de las madres, cuyos estragos recientes durante la social-democracia de François Mitterrand, Schneider ya había descrito.4 El nazismo respondería a una fuerte preocupación materna por el poder. Aprovechando ciertos trabajos feministas, cuya intención era no eludir la cuestión de la participación de las mujeres en el nazismo5, deduce de allí la implicación y la “complicidad” de las mujeres y en particular de las madres. El vínculo social totalitario derivaría de un vínculo fantasmático con la madre-Estado. Así, Freud no habría advertido las consecuencias de su teoría del pasaje de la madre al padre, un tema que se reitera una y otra vez en su visión psico-histórica; la ejemplificación faltante la habría tenido Freud frente a sus ojos, en el nazismo. El nazismo habría sido entonces, el primer signo de una regresión histórica de la civilización, desde el padre a la madre.
Resultan de allí dos consecuencias capitales. En primer lugar, lejos de haber roto con él por medio de la democracia, los Estados posmodernos habrían hallado en el nazismo su prototipo. Éste habría, en efecto, introducido la indiferenciación de los sexos a una escala gigantesca, que la modernidad democrática no habría cesado de promover. Las democracias actuales serían así insidiosamente totalitarias, lo cual explica la lucha de Schneider contra las intervenciones estatales en materia de sexualidad.6 En segundo lugar, siendo la madre el corazón del proyecto totalitario (“la matriz primordial de un estado totalitario es la totalidad madre-niño”7), tocaría una vez más al psicoanálisis analizar “la ilusión materna que se halla en el corazón de la política actual.”8 Podemos preguntarnos enseguida: ¿por qué “actual”? Dejemos al sociólogo la tarea de mostrar que lo que caracteriza nuestra actualidad, hoy acaso no menos que en el pasado, es precisamente la oposición entre políticas sexuales plurales y opuestas (según el concepto propuesto por los trabajos de Eric Fassin9); concentrémonos, en cambio, en las implicaciones de esta representación del rol dado a “la ilusión materna hoy”.
Partamos de una constatación sencilla: es en la medida en que ciertas estructuras patriarcales se ven atacadas a nivel social por el conjunto de movimientos (feministas, minorías sexuales, etc.) que intentan hacer prevalecer la libertad y la igualdad democráticas, que los analistas que han dotado a esas estructuras de un valor ahistórico, se lanzan a una ofensiva feroz e incansable contra las madres10. Es discutible que pueda identificarse con seriedad una suerte de “poder materno” ahistórico, como un espectro que estaría acosando la modernidad. Resulta mucho más verosímil que este tipo de representación de la madre peligrosa sea parte del arsenal psíquico de resistencia tanto frente a la emergencia histórica de las mujeres como sujetos políticos, como al cuestionamiento de las normas sexuales dominantes.
Permanece abierto el problema de la relación de esas luchas democráticas respecto de la estrategia del capitalismo liberal y del imperialismo, que destruye y remodela las estructuras subjetivas para acomodarlas a su conveniencia. Sin entrar en detalles, podemos decir que el discurso de la “decadencia” genera una serie de representaciones reactivas y reaccionarias acerca de un pasado mejor y de un hoy sin “gravedad”11, de la “perversión cotidiana” de la época; un discurso que, desde la noche de los tiempos, caracteriza a los fóbicos del cambio y a quienes gozan anunciando el apocalipsis. Pero la contradicción no es responsabilidad del psicoanálisis. ¿Por qué, entonces, cuando Michel Schneider refiere el rol que juega la relación con la madre en un vínculo social totalitario, fascista, que estaría en el corazón de la democracia, a la vez que invoca la sana separación paterna como requisito de una democracia “winnicottiana”, experimentamos tal malestar?
Ocurre que la formulación de la pregunta se articularía así: ¿«las mujeres» son inocentes o responsables del fascismo? -es ella misma puramente sintomática. ¿Por qué, en efecto, plantear la pregunta en esos términos? La incriminación o el indulto de “las mujeres” se propone como argumento, según un modelo metapsicológico-metafísico,