Relatos sociológicos y sociedad. Claudio Ramos Zincke. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Claudio Ramos Zincke
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9789563572209
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del partido, sin efectiva independencia crítica. “El partido ordenaba tu agenda intelectual y tú pensabas al ritmo del partido. En mi caso por lo menos fue así […]. En la Unidad Popular nosotros pensamos lo que los partidos piensan. Yo pienso lo que mi partido piensa. Le escribo a Jaime Gazmuri sus informes según los lineamientos nuestros […]”. Por petición del secretario del partido “yo redacté todos los diarios murales del paro de octubre [de 1972] que sacamos, y bueno, eso significaba ir al partido, saber cuál era la política de la dirección y transformarla en un lenguaje de calle”40. “No nos ufanábamos […] de nuestra capacidad de elaboración sistemática de la práctica colectiva, de lo que escribíamos. Nuestro orgullo era constituir un engranaje en el trabajo de la organización. Ser verdaderos militantes era salir a pintar con las brigadas de propaganda, hablar en los mitines, ser capaces de una constante disciplina” (Moulian, 1983a: 8).

      El mismo Gazmuri, al ser entrevistado, ratifica esa concepción del intelectual militante, como alguien en quien no prima la actividad intelectual41. “Los intelectuales militaban, salían a pintar las murallas, y después hacían clases […]. Hacen una clase sobre Hegel en la mañana y se van a pegar panfletos en la noche”. Gazmuri asumía, en esa época, según él cuenta, que todos los cuadros del partido deberían incorporar un contenido intelectual en su labor, ser “cuadros integrales”. En cada célula se debía hacer análisis de la realidad, de la composición social de la comuna, de sus fuentes productivas principales, de sus organizaciones, etc. Esta forma, claro, tiene el inconveniente, al cual después se referirá Moulian en sus trabajos luego del golpe militar, de que desaparece la función reflexiva intelectual de pensar la totalidad, quedando limitada la reflexión al encuadre proporcionado por el partido. Con esta sujeción a las rutinas partidarias, tal función de desarrollar una meta perspectiva no tiene lugar y no es valorada. Esto, en ese período, Moulian no lo cuestionaba. Supeditaba sus habilidades intelectuales a las demandas del partido. “El requisito [para el intelectual] era la fidelidad, no solamente la menor, la disponibilidad para las pequeñas tareas, sino la mayor, la del pensamiento. El intelectual debía dejar personalmente pruebas de su transformación, debía exigírsele el máximo porque en su interior vivía agazapado el pequeño burgués”. Todo eso se justificaba dado que “teníamos la nítida y alegre conciencia de haber elegido el lado bueno de la historia” (Moulian, 1983a: 8). Es el gesto de entrega a la voluntad de la entidad que administra el conocimiento verdadero, renunciando a su propensión intelectual, la cual reflejaría un sesgo pequeño burgués. Parece operar ahí una mezcla entre la valoración leninista del partido, producto de sus muchas lecturas y conversaciones políticas, y un sentido de culpa con raíces en su formación católica. Solo el golpe militar le permitirá desprenderse de ello, pero será fruto de mucha reflexión y escritura justificatoria (y autojustificatoria)42.

      Por esa dedicación a las muchas tareas prácticas del militante y a las labores de agitación y propaganda, es que en ese período las publicaciones académicas de Moulian son reducidas. Está escribiendo para el partido. No obstante, en el período de la Unidad Popular, aunque hubiera una dependencia intelectual de la política, hubo una abundante producción de ciencia social. Tanto el Ceren, de la Universidad Católica, como el CESO, su análogo de la Universidad de Chile, produjeron diversidad de obras que fueron ampliamente divulgadas y discutidas. Aparecen obras como la Dialéctica del desarrollo desigual, de Hinkelammert; Imperialismo, dependencia y relaciones económicas internacionales, de Caputo y Pizarro; Chile, hoy, de Aníbal Pinto et al.; Transición al socialismo y experiencia chilena, de varios autores. El mismo Moulian saca un par de textos en los cuadernos del Ceren que hacen planteamientos inquisitivos, uno sobre Lenin y otro sobre el camino hacia el socialismo. ¿Qué ocurre entonces? Moulian dice que los partidos “no nos preguntaban nada, nos daban órdenes”. O sea, habría una disociación entre reflexiones, como las de Moulian, y lo que los partidos estaban buscando o demandando. Norbert Lechner (2007 [2004]: 14) tiene una apreciación coincidente con la de Moulian: “en aquel momento la discusión teórica aparece subordinada a la posición político-ideológica de los autores. Su autoidentificación político-partidista suele definir el punto de vista a partir del cual abordan los fenómenos sociales. Tales presuposiciones valóricas son premisas (tácitas o explícitas) de todo análisis social. Pero en los años sesenta, la polarización política agudiza y rigidiza tales presuposiciones. Se conforma una especie de ‘academia militante’ donde los intelectuales tienden a racionalizar y justificar las posiciones políticas tomadas de antemano”.

      El gran debate dentro de la Unidad Popular, cuya polarización se va agudizando hacia el final, se dio entre la postura de no apresurar el proceso de cambio, sino que primero consolidar lo logrado, “consolidar para avanzar”, sostenida por el sector allendista del Partido Socialista, el Partido Comunista y un sector del MAPU, y la postura revolucionaria de “avanzar sin transar” y “crear poder popular”, lo que implicaba robustecer los cordones industriales y prepararse militarmente, sostenida por el MIR, otro sector del MAPU y el sector del PS encabezado por Altamirano. En tal debate, los textos teóricos y las interpretaciones eran usados instrumentalmente para justificar la posición adoptada. No ocurría una efectiva confrontación argumentativa, ni se hacía un análisis empírico sistemático capaz de ratificar o refutar afirmaciones. En esa confrontación política los intelectuales iban definitivamente en el vagón de cola.

      En el MAPU la tensión entre esas dos posiciones pronto se hizo insostenible. A fines de 1972, en el pleno del partido sale elegido Óscar Guillermo Garretón, propulsor de la tesis de radicalización, de promoción del “poder popular” y de la defensa armada del proceso. Ante eso la fracción defensora de la tesis de consolidar aglutinando fuerzas se separa. De ella forman parte Jaime Gazmuri, Enrique Correa, Fernando Flores, Juan Enrique Vega, Tomás Moulian y José Joaquín Brunner, grupo que comparte orientaciones políticas y lealtades. Este MAPU será conocido como MAPU Obrero Campesino, o MAPU OC, por la idea de ser un partido no solo obrero, sino que pretendidamente aglutinador de sectores populares y sectores medios. Su secretario general será Gazmuri. Manuel Antonio Garretón opta por no incorporarse a ninguna de las dos fracciones del MAPU; posteriormente se incorporará al Partido Socialista, cuyo Comité Central integrará entre 1985 y 199543.

      En sus diferentes involucraciones políticas fueron importantes para Moulian las relaciones afectivas. Según sus propias palabras, “yo me metí [en el MAPU] porque era amigo de Ambrosio y me parecía que con ese núcleo, con esa gente, podía militar en política y me podían oír”. También con Gazmuri, que luego reemplazará a Ambrosio en la dirección del MAPU, mantendrá una relación estrecha, con amistad entre sus familias y visitas a las casas. Otra amistad fuerte era la que tenía con Enrique Correa. En posteriores decisiones políticas también habrá fuertes componentes emocionales involucrados. Ellos, si bien no explican las decisiones, contribuyen a gatillarlas o a reforzarlas. Imprimen el impulso final, a veces dirimente, que falta a las puras argumentaciones teóricas.

      Mientras trabaja en la Flacso, Moulian mantiene su militancia en el MAPU OC, al cual también pertenecen los restantes integrantes mapucistas de la institución –Brunner, Augusto Varas, etc.–. Seguirá en el MAPU hasta 1983, luego de lo cual no volverá a militar, aunque a principio de los años noventa se acerca al PC, lo que, sin embargo, según él, lo hará solo instrumentalmente, “de un modo que no afecta mi pensamiento”. De todos modos, además, en las elecciones senatoriales de 1993 votará por Gazmuri.

      En su militancia bajo dictadura, seguirá vinculado orgánicamente al partido, contribuyendo a las actividades clandestinas de este, pero ya sin la dependencia de antes ni tampoco prestando los servicios escriturales de difusión que había dado en el pasado. En la orgánica partidista del período, Augusto Varas será el encargado del frente intelectual, que hace el nexo con las instancias directivas del partido. Él se comunicaba con Gazmuri e informaba de lo que estaban produciendo. En esas conversaciones decidieron sobre la revista Umbral. Esta fue una revista clandestina, para los sectores más intelectuales, que existía junto a la revista Resistencia, pensada para el conjunto de los militantes44. Además, según dice Moulian, cumplía una labor política de mediación: “el partido me encargaba las relaciones con la Democracia Cristiana, que eran muy importantes porque a través del MAPU la Democracia Cristiana estaba interesada en llegar al Partido Socialista.