No es el propósito de este texto hacer un análisis detallado de los términos, sus significados y sus comparaciones. El punto es simplemente señalar que entre las décadas de los cincuenta y los setenta, en la que se detonan los primeros usos de computadoras en las bibliotecas, hay una gran preocupación en estas organizaciones por cómo colectar, registrar y distribuir grandes cantidades de información de manera regular, organizada y masiva en apoyo al quehacer científico. Las grandes discusiones acerca de si eso debe llamarse documentación, Biblioteconomía, Bibliotecología, bibliografía especializada, Ciencia de la información, teoría de la información, Informática, etcétera, ocurrieron en esa época, durante la cual se crearon un sinnúmero de textos y definiciones al respecto. El capítulo de Vicentini ya mencionado incluye una vasta y completa bibliografía al respecto, además de la compilada por Rost (1963).
La explicación anterior de términos viene a colación porque sin ella la lectura de los textos de las décadas de los cincuenta a los setenta se vuelve sumamente confusa dependiendo del idioma en que se encuentre un cierto documento y de la época en la que fue escrito. Sin la consciencia de la explicación anterior acerca de los distintos significados de informática, se corre el riego de interpretar erróneamente esos textos. No significa lo mismo dependiendo de la época, el idioma y el país en que fue escrito un cierto texto. De la interpretación del conjunto antiguo de textos se desprende y concluye que uno de los grandes detonadores de la sinergia de bibliotecas y computadoras se da en esa época buscando resolver el reto de la colecta, organización, almacenamiento, recuperación, y distribución de grandes cantidades de información científica de forma masiva, precisa, y oportuna. Si no se está consciente de los significados de informática a través del tiempo puede caerse en la confusión de pensar que la informática en su acepción de tratamiento de información con computadoras detonó su unión con las bibliotecas simplemente porque las máquinas estaban ahí, y no el gran reto que había representado ya por varios lustros el encontrar mejores soluciones para la informática en su concepto de documentación científica masiva: ésa es la diferencia fundamental. Por tanto puede afirmarse que en efecto la informática fue uno de los detonadores de la unión entre bibliotecas y computadores, pero fue la informática en su acepción original de tratamiento de la información científica masiva.16
En México, la preocupación y el desarrollo de entidades para el acopio y la distribución de grandes cantidades de información científica se remontan a 1950, cuando se creó en nuestro país el Centro de Documentación Científica y Técnica de México (CDCTM). En 1948, fue nombrado director de la UNESCO el escritor y poeta mexicano Jaime Torres Bodet, quien también fue Secretario de Educación con dos presidentes. Consciente de la problemática mundial en el aspecto de la recopilación y distribución de la cada vez mayor información científica así como de su importancia para el desarrollo, impulsó la iniciativa de crear centros de documentación en apoyo a la ciencia y la tecnología en países en desarrollo, y puso especial énfasis en América Latina, y obviamente en México. Poco después —en noviembre de 1950— y como resultado de esa iniciativa, se fundó en México ese centro de documentación, uno de los primeros en el subcontinente. Tenía su sede en una señorial casona en Enrico Martínez número 24 contigua a la Ciudadela, y después de un periodo inicial bajo un director de la UNESCO pasó poco después a la Secretaría de Educación Pública (SEP), donde se nombró como su director al doctor Armando Sandoval, quien ya se había destacado por su interés y habilidad en este tipo de información. A lo largo de once años, se consolidó como el principal centro de información y documentación como apoyo a la docencia, la investigación y la industria en México, y se convirtió en referente entre los centros de este tipo en Latinoamérica. El mismo doctor Sandoval hizo un recuento de su fundación y desarrollo en las primeras Jornadas de la AMBAC en 1956 y posteriormente en una remembranza en 2001 (Sandoval 1956, 163-169; Sandoval 2001, 3-5). El ingeniero Alfredo Buttenklepper también hizo una reseña detallada de los inicios de ese centro (Buttenklepper 1979,437). En 1961, el gobierno federal decidió integrar el centro y todos sus recursos al Departamento de Bibliotecas y Servicios Bibliográficos del recién creado Centro de Investigación y Estudios Avanzados (Cinvestav) del Instituto Politécnico Nacional, y trasladarlo a sus instalaciones. A partir de ese hecho,
[…] el hasta entonces director del centro dejó su puesto, se interrumpió la colección de revistas científicas de América Latina, cesaron los servicios al público, y con ello el centro desapareció de hecho […] Para toda la comunidad científica y tecnológica este fue un duro golpe. Los investigadores de la UNAM resultaron ser los más afectados pues representaban el 80% de los usuarios del centro (Pérez-Vitoria 1982, 196).
Durante toda la década de los sesenta, hubo por tanto un gran vacío en México en lo referente a centros de información y documentación. Fue hasta 1970 que el gobierno mexicano creó el Programa Nacional de Investigación Científica y Tecnológica con el objetivo de impulsar el desarrollo y aplicación de la ciencia en México. Para coordinar esos esfuerzos, creó el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), el cual inició varios esfuerzos y proyectos en ese sentido.17 Entre los apartados del programa, se establece la necesidad de crear un Sistema Nacional de Información Científica y Tecnológica (Molino 1974). Estos servicios todavía tardaron algunos años en ser implementados por parte del Consejo. El servicio de Infotec18 para apoyar a la industria en la solución de problemas técnicos y el análisis de oportunidades de negocio comenzaría hasta 1974. El Servicio de Consulta a Bancos de Información (Secobi) fue inaugurado por el Conacyt hasta marzo de 1976. La UNAM hizo su parte, como se verá más adelante.
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Recuerdo y profesión de fe en la información científica, esta vista muestra un rincón del primer patio del Centro de Documentación Científica y Técnica de México. [ Foto: CICH-UNAM.] (Pérez-Vitoria, 1982) |
Notas
14 El autor Lasso de la Vega cometió un error en su texto con la dimensión de los nanosegundos: no son millonésimas de segundo. En realidad, un nanosegundo es una mil millonésima de segundo, o 10** -9 segundos o 0.000000001 segundos[regresar]
15 De acuerdo con Perales, Dreyfus dividió a la informática originalmente en: 1) informática formal o analítica (algoritmos); 2) informática sistemática y lógica (estructuras de sistemas); 3) informática tecnológica (hardware); 4) informática metodológica (software o métodos de programación), y 5) informática aplicada (sectores o campos donde puede aplicarse).[regresar]
16 La doctora Perales, quien fuese directora del Anuario de Bibliotecología y Archivología durante las décadas de los sesenta y setenta, cambió el nombre del anuario en 1971 a Anuario de Bibliotecología, Archivología e Informática, partiendo de ese concepto original de informática.[regresar]
17 En 1935, el presidente Lázaro Cárdenas creó el Consejo Nacional de Educación Superior y de la Investigación Científica, que funcionó hasta 1938. El siguiente presidente, Manuel Ávila Camacho, creó en 1942 la Comisión Impulsora y Coordinadora de la Investigación Científica, sustituida en 1950 por el “Instituto Nacional de Investigación Científica”, el cual es reformado en 1961. Este Instituto recomendó en 1970 la creación del “Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología” (Conacyt), el cual lo sustituyó.[regresar]
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