A pesar de esta trayectoria común de las fuerzas de seguridad patagónicas, la policía de Chubut se destaca por su capacidad de construcción de una historia propia. Así, a lo largo del siglo XX ha tenido revistas policiales (en las décadas de 1930, 1960, 1980 y en el presente), se ha preocupado por financiar y publicar una Historia de la Policía del Chubut en dos tomos (Dumrauf, 1994) y por tener uno de los mejores y más completos museos policiales –a diferencia de Río Negro, por ejemplo, que carece de uno, y en sintonía quizás con Neuquén y sus dos museos policiales: el Tricao Malal en el norte de la provincia y el Archivo y Museo Policial en su actual capital–. A esto cabe agregar que, recientemente, en 2016, la provincia de Santa Cruz abrió las puertas de su Museo Histórico de la Policía en la ciudad de Río Gallegos.
Es llamativo quizás que, en un contexto de avance del neoliberalismo en los 90, la institución policial chubutense haya reforzado su historia dentro del contexto provincial. Tal vez visitar este Museo nos permita conocer algunas de las causas.
Croquis del Museo
En esta nueva visita al Museo me entregué a su propuesta, y me detuve en lo que resalta, en los relatos que compone y en los procesos que busca contar. El museo policial de Chubut tiene nueve salas y está emplazado, como dijimos, en el edificio de una antigua comisaría de la década de 1930, construida con ladrillo a la vista, a escasas cuadras de la casa de gobierno de la provincia y jefatura de policía de Chubut. Este espacio perteneció siempre a la policía, a pesar de haber sido sede para diferentes funciones: comisaría, escuela de cadetes, sanidad, infantería, etc. En la entrada se erige un monumento con la figura de un policía que, a pesar de estar en guardia, invita al ingreso.5 Hoy por hoy, el Museo se encuentra dentro de un complejo cultural policial integrado por el archivo de la policía, una biblioteca, una escuela de cerámica y un salón de usos múltiples. Además, está al lado de una de las “escuelas de subalternos” de la provincia.
El Museo está armado predominantemente por posters con relatos que contienen fechas, imágenes, nombres y anécdotas o hechos, por objetos antiguos, por muebles y, especialmente, por fotos. Estas últimas son, en su mayoría, de personas que formaron parte de la institución: jefes, comisarios, la brigada femenina, los grupos especiales como bomberos, músicos, etc. Pero también hay algunas de comisarías o escenas de recorridas, según la época, a caballo o en automóvil. Cada sala tiene mobiliario y objetos recogidos de diferentes dependencias policiales de la provincia. Las salas, divididas temáticamente, funden estos objetos en vitrinas, cuadros y descriptores que rellenan casi exhaustivamente los espacios (pisos y paredes).
Me encamino al recorrido según el edificio lo propone. Así, uno ingresa por la sala 3. Cada sala tiene un cartel con su número que permite seguir las indicaciones del Museo, aunque quizás con alguna duda.
La sala 3, por la que uno entra, recibe al visitante con varios de los íconos habituales que acompañan el quehacer policial: las banderas nacionales, entre ellas la primera bandera de la Policía de la provincia, acompañada por una secuencia de fotos que reconstruye la “bendición y juramento de la primera bandera de ceremonias”; las imágenes religiosas del salesiano Don Bosco,6 Cristo en la cruz, la Virgen María. Un cuadro con una breve reseña histórica trae la Orden del Día de la creación del Museo. A mano derecha nos encontramos con otra breve reseña, esta vez de “Antecedentes históricos de la institución policial”, que comienzan con la colonia Chubut fundada en 1865 por un grupo de inmigrantes galeses. Dentro del cuadro se destaca una foto de gran tamaño de Edwyn C. Roberts vestido con uniforme militar en Estados Unidos. Reconozco, a juzgar por su apellido y por el período, que Roberts podría ser uno de los primeros colonos galeses que llegó a la región. En el libro del comisario general Iralde (2017) se explica que fue el teniente a cargo de la Guardia Nacional de la Colonia Galesa del Chubut, fundada en 1868. Es decir, tres años después del arribo del buque Mimosa con los colonos galeses que llegaron a la Patagonia, aun antes que el propio estado argentino y con permiso de este.
La foto está seguida por una de su bisnieto Pennant K. Roberts –quien fuera policía entre 1946 y 1982, retirado como comisario mayor– y por la de Denis Roberts, 1965-1991, también retirado como comisario mayor. Este cuadro, aunque en apariencia fuera de lugar, cobra sentido a medida que uno se interna en la lógica del museo policial.
Una vez adentro, me encuentro con el cabo primero Sánchez, que oficiará de guía por las instalaciones. Hacer el recorrido con guía es un gesto de amabilidad del Museo para asistir a las preguntas o dudas del visitante (a la vez que entrena también al agente en cuestión). Sánchez me presenta a su compañera, la sargenta primera Silvia Villegas; ambos mantienen el espacio a diario y administran las formas de contacto del Museo, como Facebook. Recomencé, ahora acompañada entonces, el recorrido por la sala 1.
La sala 1, además del mobiliario en madera –en cuyas vitrinas se resguardan los libros históricos de la colonia Chubut, que consultara en otros años para conocer el pasado policial de la provincia, rodeados de bidones de vidrio con tinta–, está enmarcada en fotografías de los jefes policiales, desde 1887 hasta el presente. Además, se destacan dos grandes banners organizados como cuadros sinópticos con fotos y descriptores. El primero es sobre la comisaría de Rawson (1866-1876), el ineludible punto de partida de la narrativa oficial de Chubut. El segundo me llama mucho la atención: el título registra “Recuperación de la jurisdicción policial en la zona oeste” y, en letras más pequeñas, “perdidas en 1942 por disposición del gobierno nacional”. Primero pensé que refería a la gobernación militar de Comodoro Rivadavia, que existió entre 1945 y 1955, un espacio territorial diferenciado dentro del estado nacional y administrado por las fuerzas armadas.7 Aunque luego me topé con un cartel que la anunciaba sin más, y además eso era, en todo caso, en el sur y el este provincial.
Esta primera sala contiene también el busto del primer capellán de la policía, el comisario padre Juan Corti (o el “cura gaucho”), aparentemente un ícono de la policía de Comodoro Rivadavia, quien prestó servicio por más de medio siglo, “consejero para el personal, se convertía en un policía cuando las circunstancias lo aconsejaban” (Iralde, 2017: 48). La sala contiene también los rostros de las primeras mujeres policías. Entre ellas, el de Delia Speroni de Borrajo, quien según cuenta el relato comenzó sus tareas en reemplazo de su marido fallecido en 1928.8 Delia está secundada por aquellas incorporadas durante el peronismo clásico (1945-1955) y, finalmente, por las mujeres que conformaron la “brigada femenina de asuntos juveniles” en 1978. Este último espacio –nuevo y en crecimiento dentro del Museo– se encuentra en apariencia acorde con la movilización feminista de nuestro país en años recientes.9
A esta altura, mi obsesión cronológica producto de mi formateo profesional ya había desistido de encontrar salas divididas por períodos. La organización de la temporalidad del museo era una pregunta que de todas maneras no me abandonaba y que retomaré más adelante. La sala 2 reúne varios de los instrumentos que hacen a la práctica técnico-profesional, a veces llamada científica, de la policía. Esto es, cámaras de fotos, aparatos para tomar impresiones dactiloscópicas (con un relato sobre quien fue el creador de esta técnica, Juan Vucetich), edictos, fotografías de calabozos o “depósitos de encausados”, un microscopio comparador balístico y documental, el código de justicia policial, entre otros libros y objetos. Estos a su vez están rodeados de fotografías de funcionarios policiales destacados, como Justo Alsua, jefe de la década de 1930, cuyo nombre recuerdo de los expedientes y registros de comisarías, pero cuyo peso en la institución no logro entender. Las fotos que se recogen en esta sala son de todo el territorio o provincia –sobre todo de localidades del interior, como Las Plumas, Sarmiento, Paso de Indios– e incluyen algunas imágenes de fines del siglo XIX, donde no queda expresa la relación con la policía –por ejemplo, en la “construcción del puente de Rawson” de 1890– o donde se suman también opiniones