Estudios históricos del reinado de Felipe II. Cesáreo Fernández Duro. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Cesáreo Fernández Duro
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 4057664186881
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      Trató el negocio con los que se hallaban allí en corte, que lo entendían, y no contento con esto dió parte dello al Príncipe Doria, para no hacer cosa sin consejo y parecer de un hombre de tanta reputación y que con tanta afición y lealtad había servido siempre, y de más experiencia en semejantes cosas más que otro alguno.

      En este medio, el Maestre y el Duque tornaron á escrebir sobre el mismo negocio á S. M. Estaba de partida para España, y viendo la respuesta del Príncipe, escribió al Duque de Medinaceli que hiciese la jornada con el consejo y parecer del Príncipe Doria y del Maestre y Duque de Florencia, que había de enviar sus galeras. Para ello mandó al Duque de Alcalá, Visorrey de Nápoles, que diese la infantería española de aquel reino, y que D. Alvaro de Sande, coronel della, la llevase, con la que el Duque de Sesa, gobernador del estado de Milán, daría. Escribió ansí mismo á Joan Andrea, General de la mar, que fuese á servir en la jornada con sus galeras, sin apartarse de lo que el Duque de Medinaceli hobiese menester del armada. Á D. Sancho de Leyva, General de las galeras de Nápoles, escribió mandándole que llegados en Berbería saliese en tierra con el Duque, y en el progreso de las cosas de guerra le aconsejase, como prudente, todo lo que hobiese de cumplir, y al Duque escribió que no hiciese cosa sin dar parte á D. Sancho.

      El Visorrey, vista la orden de S. M., avisó al Maestre para que toviese en orden las galeras y gente que había de servir en la jornada, y por su parte entendió en buscar dinero para las provisiones que eran menester, y para pagar los soldados españoles de la isla, que se les debían catorce pagas, y para hacer de nuevo gente envió á Caldes, caballero de la Orden de Santiago, á Nápoles, á demandar la gente y artillería que le habían de dar.

      Al Duque de Alcalá no le pareció, en tiempo tan sospechoso, quitar los presidios de las tierras de marina, estando como estaba el armada del gran Turco á la Belona y teniendo la nueva que tenían de la muerte del Rey de Francia, que por este mismo respeto el Duque de Sesa había suspendido el licenciar la gente, por no estar bien acabada de confirmar la paz.

      Todos los ministros de S. M. estaban á la mira si con el nuevo Rey hobiese nuevo acuerdo en lo de la paz, y ansí acordaron en Consejo que Don Alvaro de Sande viniese á Mesina, como vino; y hallando quel Visorrey daba priesa á las provisiones, con deseo de llevar adelante la empresa, y viendo esta determinación, por no perder tiempo, partió D. Alvaro con las galeras á Génova, para ir de allí á Milán por la gente.

      Severino fué por pagador, con los dineros, y dió la paga en Génova, de manera que anduvo después en pleito con los maestros racionales, que no se le daban por bueno, aunque daba por excusa que D. Alvaro se lo había mandado hacer ansí.

      Mientras D. Alvaro fué á Milán, el Duque despidió capitanes para que hiciesen gente en Sicilia y Calabria y repartió por todas las tierras de la isla, que cada una diese tantos gastadores. Destos hicieron compañías con sus capitanes y banderas.

      Entre tanto que la gente de guerra se recogía á Mesina, se entendía en embarcar la artillería y municiones y vituallas. Todo esto era tan bueno y en tanta abundancia, que sobraba para doblado ejército del que había de ir. Desluciólo todo la poca maña que el Comisario D. Pedro Velázquez tuvo, ansí en el embarcar, como en el repartir; y si flojamente se pasó en esto, muy peor lo hizo en tomar muestra á los soldados españoles de la isla y á los calabreses y sicilianos. Dió lugar, por ser mal plático, á que los capitanes se aprovechasen á su placer. Tomaba la muestra en la iglesia mayor, abiertas todas las puertas, y muchas veces de noche, y ansí, cuando pensamos llevar 15 ó 16.000 hombres, hubo pocos más de 10.000. El mismo engaño de las pagas hubo después en las raciones.

      D. Alvaro volvió de Milán de mediado el mes de septiembre y trajo 18 banderas de españoles, tan pobres de gente, que no pasaban de 800 ó 900 soldados, y tres de tudescos, en que había otros 800, sin otra que se hizo después, y 16 banderas de italianos, en que había hasta 3.000, muchos dellos franceses y gascones. Desde á pocos días después de llegado se echó bando, que duró una hora el publicarle, y entre muchas cosas que decía mandaba que ningún soldado fuese á correr en Berbería ni tomase ropa ni esclavo á otro, so pena de la vida. Fuera harto mejor mandar que no talasen los morales y olivos de que muchos pobres ciudadanos mesineses se mantenían, sin que cada día los teníamos en arma con las muertes y revueltas que á cada paso se hacían, por venir muchos foragidos del reino de Nápoles y Sicilia, con salvoconducto para servir lo que durase la jornada.

      El Duque y D. Alvaro entendían en hacer escuadrones y escaramuzas en el Brazo de Sarranela, que dieron harto que reir á muchos y perder la esperanza de que saliesen bien con lo comenzado.

      En estas escaramuzas y niñerías acaeció que un soldado español que se decía Herrera dió un bofetón á un caballero ginovés, hijo de Antonio Doria. Pesóle á toda nuestra nación en el alma, por tener tanta afición á su padre, estando este caballero á pie mirando cómo escaramuzaban los de á caballo. El soldado, por huir de los caballos que venían torneando el escuadrón, vino á topar con él y ponérsele delante, y sobre hacerle apartar, le dijo palabras quel soldado se descomedió á darle el bofetón. Metieron todos manos á las espadas, y llegaron allí luego el Visorrey y otros muchos. El soldado se desapareció por la mucha gente que había, y se fué á salvar en una casa donde estaba bien secreto si no le vendieran. Diéronse tan buena maña el César Doria y sus hermanos, con espías y sobornos, que vinieron á saber dónde estaba, y con mucha gente armada entraron de noche y lo mataron y lleváronlo arrastrando á la marina, mostrándolo de galera en galera con un esquife. De ahí lo llevaron á la plaza del castillo, donde pasaba el Visorrey, haciéndole guardia hasta el día, para que le vieran los que salían y entraban. Esto indinó muy mucho la gente de guerra, por lo que sucedieron muertes y se vinieron á poner carteles, sin que se hiciese castigo ni demostración dello.

      Entrando el mes de otubre con gran lluvia y tempestad de vientos, á todos los que se les entendía algo de cosas de mar, les parecía desvarío partir en tal tiempo una armada tan grande como aquélla, mayormente dándose la poca priesa que se daban á embarcar lo que era menester, que, según la torpeza y flojedad que en esto usaban, no acabarían por todo aquel mes.

      Juan Andrea Doria perdió una galera y un esquife de otra, allí en el Faro, y decía públicamente que si las galeras que traía fueran del Rey, como eran suyas, que no fuera á la jornada, aunque el Rey se lo había mandado; pero que iba porque no pudiese nadie decir que dejaba más la ida por temor de perder su hacienda, que por lo que cumplía al servicio de S. M.

      D. Berenguer de Requesens, General de las galeras de Sicilia, fué siempre de parecer que no se fuese á Trípol, y ansí lo decía públicamente y lo escribió al Rey, por lo que vino el Duque á desabrirse con él y á no tratar con alguno de los que contradecían la ida. Con D. Alvaro solamente consultaba y comunicaba todo lo que se había de hacer.

      De aquí comenzó la discordia entre los que mandaban, y con este buen principio, á los 25 de otubre de 1560, hizo vela del puerto de Mesina la nave Emperial, que iba por capitana de todas las demás, que serían hasta 40. Iba en ella por Comisario general Andrea de Gonzaga, Coronel y Maestre de campo general de toda la gente italiana, y las naves anduvieron ocho días en bonanzas, dando bordos, sin poder pasar de Zaragoza, donde se entraron el 1.º de septiembre por el mal tiempo. Este mismo día llegaron allí las galeras con el Visorrey, y dende á pocos días se acabaron de recoger las galeras de Cigala y otras naves que faltaban, con gente y municiones.

      Por todo el mes de noviembre no se pudo partir de Zaragoza por los malos tiempos. Hízose muy gran daño en la campaña, cortándole los olivos y viñas y árboles fructíferos della para quemar, robándoles las maserías, sin dejarles buey ni oveja en ellas, ni cosa de comer.

      Primero de diciembre partió de aquí la armada para Malta, y ya otra vez habían salido y vuéltose al puerto de 20 millas de allí. Esta segunda vez llegaron las naves y galeras á Cabo Páxaro, 60 millas de Zaragoza, y de allí se engolfaron en el canal de Malta. Las galeras pasaron adelante y llegaron otro día á Malta, donde fueron recibidos del Maestre y Caballeros con mucha fiesta. Las naves volvieron aquella noche á Cabo Páxaro con viento contrario, y las dos galeras de Mónaco con ellas, que no pudieron proejar para tomar la