Estudios históricos del reinado de Felipe II. Cesáreo Fernández Duro. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Cesáreo Fernández Duro
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 4057664186881
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hasta 3.000 hombres, y hecho el escuadrón, mandó salir arcabuceros que fuesen á escaramuzar con los enemigos. Trabóse de manera la escaramuza que duró cinco ó seis horas, y tan reñida, que vinieron hartas veces á las espadas. No osaban los nuestros alargarse mucho del escuadrón por la caballería de los enemigos. Muchos soldados pelearon este día muy bien. Hubo muertos y heridos de todas partes, aunque pocos. No se tomó ninguno para lengua, que fué harto mal para nosotros no saber lo que había en la isla antes de partir della.

      Después quel Duque entendió que las galeras habían hecho su aguada, por ser ya tarde mandó retirar la gente del escaramuza, y al recoger, que se recogían al escuadrón, comenzaron á cargar los enemigos, con la grita y alarido que suelen, y acercáronse tanto, que hirieron algunos en el mesmo escuadrón.

      Á D. Álvaro dieron este día un arcabuzazo, andando á caballo. No le hizo mal. Anduvo muy bueno este día en dar orden, y todo lo demás que se debía á su cargo y reputación. Toda la gente se embarcó, sin que los enemigos hiciesen más mal, aunque al embarcar, por darse algunos más priesa que era menester, hubo alguna desorden.

      Aquella misma noche se fueron las galeras y vinieron el día siguiente á hallar las naves surtas en los Secos. Proveyeron de agua á muchas naves que les faltaba, que con la priesa del partir de Malta no habían tomado el agua que habían menester. De allí partieron todos juntos á Cabo de Palos, donde llegaron otro día.

      Al salir de Malta quedaron nueve galeras que no partieron con la Capitana: las ocho dellas partieron aquella misma noche: la patrona de Cigala se quedó en el puerto: las ocho siguieron el mismo marinaje que las primeras: llegaron á los Gelves con dos horas de día á la misma Roqueta donde las otras habían estado, y teniendo necesidad de tomar agua, juntáronse los Capitanes de infantería española; fueron á hablar al Duque de Vivona, que venía en la Capitana de Florencia, para ver si la hacían; el Duque les dijo que iba allí como hombre particular, que no tenía cargo para dar orden; que ellos, como hombres de guerra, viesen lo que era menester, que él les favorescería con su persona y criados, y ansí determinaron los Capitanes de salir en tierra con sus Oficiales y hasta 300 hombres, hecho un escuadrón. Dellos apartaron hasta 30 arcabuceros, y pusiéronlos en un alto, cerca del escuadrón, para que tirasen de allí unos moros de á caballo para que no se acercasen á estorbar el hacer del agua, y ansí estuvieron todo el tiempo que duró el hacerla. Hecha el agua, se comenzaron á embarcar algunos soldados, y con ellos el Capitán Joan de Funes, y el Capitán Joan del Aguila había harto que había embarcado diciendo que no se sentía bueno. Los otros cinco Capitanes no se quisieron embarcar hasta los postreros. En esto se levaron unas galeras para mejorarse á otro puerto á donde descubriesen los moros para tirarles. Como los enemigos les vieron vueltas las popas y retirarse los arcabuceros que les tiraban para irse á embarcar, cerraron con ellos y rompiéronlos. Entrando dentro en la mar, secutándolos, mataron y prendieron hasta 150 hombres; los presos fueron muy pocos; murieron todos cinco Capitanes peleando muy valerosamente delante sus soldados. El Capitán Adrián García, Pedro Vanegas, Pedro Belmudes, Antonio Mercado y D. Alonso de Guzmán. Éstos se perdieron de buenos, que bien se pudieran embarcar si quisieran. Tuvieron por mejor morir que no desamparar sus soldados. Los demás se recogieron á las galeras, quién á nado, quién en los esquifes. Partiéronse luego de allí con este buen suceso, y vinieron á Cabo de Palos. A todos dió pena esta desgracia.

      En Cabo de Palos se supo de unos jeques de alarbes que vinieron á ofrecerse de servir contra los turcos, como Dragut quedaba en los Gelves con 400 caballos y hasta 1.500 hombres de pie entre turcos y moros, y quél era el que había escaramuzado con los nuestros al agua, y el que había hecho el daño en la gente de las ocho galeras, y quel día antes que llegasen nuestras galeras había peleado con la gente de la isla, al paso, y roto y muerto muchos moros gervinos, y robado y quemado los casales y haciendas de los que no eran de su parcialidad. Por no darnos maña el día de la escaramuza de tomar lengua ni meter un moro de los que llevábamos en tierra para que supiese lo que había y lo que se sabía de Trípol, como era razón que se supiese, dejamos de prender allí á Dragut, que los mismos de la isla ayudaron á ello, y tomándole el paso, no podría en ningún modo escapar, y ansí hacíamos la jornada de Trípol y la de los Gelves con prenderle. Por eso dicen que no hay mejor adivino quel que bien piensa lo que hace, y ansí los que tienen cargo, mayormente en cosas de guerra, por muy discretos y avisados que sean, no han de hacer cosa sin consejo y parescer de muchos, lo que no se hizo en esta jornada, y ansí sólo ella se puede llamar guerra sin consejo.

      En Cabo de Palos estuvimos todo el mes de hebrero sin poder pasar adelante por los malos tiempos. Aquí se perdió la nave Imperial, remolcándola las galeras de una parte á otra.

      Salvóse la gente della y repartiéronla por las otras naves. Ahogáronse dos sacando el artillería de batir que traía. Perdióse harta pólvora, balas y cuerda y muy muchas vituallas. Aquí comenzaron algunos de nuevo á quejarse del Visorrey, diciendo que no hacía caso de nadie ni llamaba á Consejo los Oficiales de S. M., que eran diputados para ello, y muchos señores y caballeros que venían á servir, por lo que comenzaban á suceder mal algunas cosas, y ansí acordaron pedir lista de la gente que había á los Capitanes de los soldados que cada uno tenía, porque se dijo que había muchos enfermos.

      Vista la poca gente que había, se determinaron en la ida de los Gelves, de Cabo Palos; escribieron al Bajá del Caruán, y enviaron un moro á Trípol por espía para saber la gente que tenía Dragut dentro y ver si se fortificaba. Diéronle tres escudos, y no volvió con la respuesta. También asoldaron unos jeques de alarbes para que viniesen á servir en los Gelves. Vinieron á tiempo que no fueron menester.

      Primero de marzo, al hacer del alba, hicimos vela para los Gelves con muy buen tiempo, donde llegamos aquella misma noche, y reforzó tanto el viento, que fué muy gran ventura no perderse muchas naves al tornar de los Secos. Los cinco días siguientes hizo una tormenta tan deshecha, refrescando el viento de hora en hora, que á hallarnos en playa, se perdía todo el armada sin remedio alguno.

      Á los siete días desembarcó toda la gente en la isla, á la parte de poniente, á una torre que dicen de Valguarnera, questá ocho millas pequeñas del castillo, lugar nada cómodo para desembarcar, porque las naves estaban cinco millas largas de tierra, y las galeras más de tres, y sin nada desto, por ser parte donde no había agua. Luego se puso diligencia en hacer pozos y no se halló agua, por lo que padesció la gente harta sed. Tardóse todo el día en desembarcar los soldados y artillería. Esta parte donde desembarcamos es la más estéril de toda la isla, y ansí no parescía hombre por toda la campaña.

      Aquella tarde vino un moro viejo á caballo con otro de á pie con él, de parte del jeque y los gervinos, diciendo que no querían pelear contra la gente del Rey Felipe, antes se holgaban y se tenían por muy dichosos en estar debajo de su amparo y protección, y ofrescían de ayudar de muy buena gana á echar á Dragut de Trípol y de toda Berbería. El Virrey le recibió alegremente, agradeciendo al jeque y á los de la isla la voluntad que mostraban al servicio de S. M., y ansí él les ofrescía hacerles todo buen tratamiento, que en el castillo tratarían lo que cumplía á todos.

      El viejo era hombre de bien: se partió muy contento; pero el que venía con él no era todo bueno; pero bien lo pagó, que lo mataron otro día en la escaramuza. Este tuvo cuenta con la poca gente que venía, y con ver que mucha della estaba flaca y maltratada. Dió de todo relación á los moros, persuadiéndoles que nos diesen la batalla y peleasen antes que hacer acuerdo alguno con cristianos.

      Otro día bien de mañana comenzó á caminar el campo, marina á marina, en muy buena orden, la vuelta de los pozos, donde habíamos de alojar. Estaba un poco más de cinco millas de allí. Andrea Gonzaga iba de vanguardia con un escuadrón de italianos: la Religión, tudescos y franceses iban con otro escuadrón de batalla; la infantería española iba de retaguardia, cada tercio por sí. En su orden cada escuadrón llevaba delante piezas de campo y mosquetes, y ansí caminamos hasta los pozos sin descubrir moro que nos diese empacho. Desde los pozos se descubrían muy muchos moros entre unos palmares, bien adelante al paso por donde se iba al castillo.

      Llegada la vanguardia á los pozos, se entendió en limpiarlos, y sin aguardar en su orden hasta que llegase la batalla, salió el Coronel Spínola