Páginas escogidas. Antonio Machado. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Antonio Machado
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 4057664154460
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imagen, tras el vidrio de equívoco reflejo,

      surge o se apaga como daguerreotipo viejo.

      Suena en la calle sólo el ruido de tu paso;

      se extinguen lentamente los ecos del ocaso.

      ¡Oh angustia! Pesa y duele el corazón. ¿Es ella?

      No puede ser... Camina... En el azul la estrella.

       EL POETA

       Índice

      (En el libro Epifanías, de Martínez Sierra.)

      Maldiciendo su destino,

      como Glauco, el dios marino,

      mira, turbia la pupila

      de llanto, el mar que le debe su blanca virgen Scyla.

      Él sabe que un Dios más fuerte

      con la substancia inmortal está jugando a la muerte,

      cual niño bárbaro. Él piensa

      que ha de caer como rama que sobre las aguas flota,

      antes de perderse, gota

      de mar, en la mar inmensa.

      En sueños oyó el acento de una palabra divina;

      en sueños se le ha mostrado la cruda ley diamantina

      sin odio ni amor, y el frío

      soplo del olvido sabe sobre un arenal de hastío.

      Bajo las palmeras del oäsis, el agua buena

      miró brotar de la arena;

      y se abrevó entre las dulces gacelas y entre los fieros

      animales carniceros...

      Y supo cuánto es la vida hecha de sed y dolor;

      y fué compasivo para el ciervo y el cazador,

      para el ladrón y el robado,

      para el pájaro azorado,

      para el sanguinario azor.

      Con el Eclesiastes dijo: “Vanidad de vanidades,

      todo es negra vanidad”;

      y oyó otra voz que clamaba, alma de sus soledades:

      “Sólo eres tú, luz que fulges en el corazón, verdad.”

      Y viendo cómo lucían

      miles de blancas estrellas,

      pensaba que todas ellas

      en su corazón ardían.

      ¡Noche de amor!...

      Y otra noche sintió la mala tristeza

      que enturbia la pura llama,

      y un corazón que bosteza,

      y un histrïón que declama.

      Y dijo: “Las galerías

      del alma que espera están

      desiertas, mudas, vacías;

      las blancas sombras se van.”

      Y el demonio de los sueños abrió el jardín encantado

      del ayer. ¡Cuán bello era!

      ¡Qué hermosamente el pasado

      fingía la primavera,

      cuando del árbol de otoño estaba el fruto colgado,

      mísero fruto podrido,

      que en el hueco acibarado

      guarda el gusano escondido!

      ¡Alma, que en vano quisiste ser más joven cada día,

      arranca tu flor, la humilde flor de la melancolía!

       Índice

      ¡Verdes jardinillos,

      claras plazoletas,

      fuente verdinosa

      donde el agua sueña,

      donde el agua muda

      resbala en la piedra!...

      Las hojas de un verde

      mustio, casi negras,

      de la acacia, el viento

      de Septiembre besa,

      y se lleva algunas

      amarillas, secas,

      jugando, entre el polvo

      blanco de la sierra.

      Linda doncellita

      que el cántaro llenas

      de agua transparente,

      tú, al verme, no llevas

      a los negros bucles

      de tu cabellera,

      distraídamente,

      la mano morena,

      ni, luego, en el limpio

      cristal te contemplas...

      Tú miras al aire

      de la tarde bella,

      mientras de agua clara

      el cántaro llenas.

      DEL CAMINO

       Índice

      I

      Daba el reloj las doce..., y eran doce

      golpes de azada en tierra...

      ... ¡Mi hora!...—grité. El silencio

      me respondió:—No temas;

      tú no verás caer la última gota

      que en la clepsidra tiembla.

      Dormirás muchas horas todavía

      sobre la orilla vieja,

      y encontrarás una mañana pura

      amarrada tu barca a otra ribera.

      II

      En la desnuda tierra del camino,

      la hora florida brota,

      espino solitario,

      del valle humilde en la revuelta umbrosa.

      El salmo verdadero

      de tenue voz hoy torna

      al corazón y al labio,

      la palabra quebrada y temblorosa.

      Mis viejos mares duermen; se apagaron

      sus espumas sonoras

      sobre la playa estéril. La tormenta

      camina lejos en la nube torva.

      Vuelve la paz al cielo;

      la brisa tutelar esparce aromas

      otra