“No, Riley”, dijo. “Esto es cosa del pasado. Meredith no estará interesado en reabrir el caso”.
Veía que ella también tenía dudas, pero estaba tratando de ocultarlo.
“Tenemos que intentarlo”, dijo. “Podemos resolver este caso. Lo sé. Los tiempos han cambiado, Bill. Tenemos nuevas herramientas a nuestra disposición. Por ejemplo, las pruebas de ADN estaban en pañales en ese entonces. Ahora las cosas son diferentes. No estás trabajando en otro caso en este momento, ¿cierto?”.
“No”.
“Yo tampoco. ¿Por qué no lo intentamos?”.
Bill miró a Riley con preocupación. En menos de un año, su compañera había sido reprendida, suspendida, e incluso despedida. Su carrera estuvo en peligro varias veces. Lo único que la había salvado era su extraña habilidad para encontrar a su presa, a veces de maneras poco ortodoxas. Esa habilidad, y el hecho de que él la había encubierto de vez en cuando, eran las razones por las cuales seguía en la UAC.
“Riley, eso causará problemas”, dijo. “No busques problemas donde no los hay”.
Vio la mueca que hizo ante lo que dijo y de inmediato se arrepintió de su elección de palabras.
“Está bien si no quieres hacerlo”, dijo ella, levantándose de su silla, dándose la vuelta y dirigiéndose a la puerta de su oficina.
*
Riley odiaba esa frase. “No busques problemas donde no los hay”.
Después de todo, ella estaba acostumbrada a agitar las cosas. Y sabía perfectamente bien que era una de las cosas que la hacían una buena agente.
Estaba a punto de salir de la oficina cuando Bill le dijo: “Espera. ¿Adónde vas?”.
“Creo que ya lo sabes”, respondió.
“¡Está bien! ¡Ya voy!”.
Ella y Bill corrieron por el pasillo hacia la oficina del jefe de equipo, Brent Meredith. Riley tocó la puerta de su jefe, y oyeron una voz ronca decir: “Adelante”.
Riley y Bill entraron a la oficina espaciosa de Meredith. Como siempre, el jefe de equipo tenía una presencia intimidante con su gran físico y sus rasgos negros y angulosos. Él estaba encorvado sobre su escritorio estudiando unos informes detenidamente.
“Sean breves”, dijo Meredith, sin levantar la mirada de su trabajo. “Estoy ocupado”.
Riley ignoró la expresión de preocupación que Bill tenía en el rostro y se sentó audazmente junto al escritorio de Meredith.
Ella dijo: “Jefe, el agente Jeffreys y yo queremos reabrir un caso sin resolver, y nos preguntábamos si...”.
Todavía concentrado en los papeles, Meredith la interrumpió.
“No”.
“¿Qué?”, dijo Riley.
“Solicitud denegada. Ahora discúlpenme, pero tengo trabajo por hacer”.
Riley se quedó sentada. Se sintió momentáneamente obstaculizada.
Luego dijo: “Acabo de hablar por teléfono con Jake Crivaro”.
Meredith levantó la cabeza y la miró. Una sonrisa se formó en sus labios.
“¿Cómo está el viejo Jake?”, preguntó.
Riley también sonrió. Ella sabía que Jake y Meredith habían sido amigos cercanos en aquel entonces en la UAC.
“Malhumorado”, dijo Riley.
“Siempre lo fue”, dijo Meredith. “Ese viejo bastardo era intimidante”.
Riley reprimió una risita. Era cómico que a Meredith le pareciera alguien intimidante. Riley jamás se había sentido intimidada por Jake.
Ella dijo: “Ayer fue el vigésimo quinto aniversario del último asesinato del ‘Asesino de la caja de fósforos’”.
Meredith se volvió hacia ella en su silla, comenzando a verse interesado.
“Recuerdo ese caso”, dijo. “Jake y yo éramos agentes de campo en aquel entonces. Nunca superó no haber podido resolverlo. Hablamos mucho de eso”.
Конец ознакомительного фрагмента.
Текст предоставлен ООО «ЛитРес».
Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.
Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.