“Lo sé”, dijo ella, aún no segura del por qué. Sí, era cierto que podrían obtener una buena pista, pero sentía que había algo más. Patty Dearborne solo le llevaba tres años a Rose. Era demasiado fácil ver el rostro de Rose en ese cuerpo congelado. Por alguna extraña razón, eso hizo sentir a Avery que ella era quien tenía que darle la noticia a la familia. Tal vez era un impulso maternal, pero ella sentía que se los debía a los padres.
“Déjame preguntarle algo”, dijo Ramírez. “¿Qué te hace estar tan segura de que esto volverá a suceder? Tal vez un ex novio simplemente perdió la razón. Tal vez no volverá a pasar”.
Ella sonrió brevemente porque sabía que él no estaba discutiendo con ella. Se había dado cuenta de que a él le gustaba vislumbrar cómo funcionaba su mente. Su refutación de sus teorías era simplemente una forma de poner su mente a trabajar a toda máquina.
“Porque, debido a lo que sabemos del cuerpo, este tipo fue cuidadoso y meticuloso. Un ex novio enfurecido no sería tan cuidadoso de no dejar moretones. Las uñas son el factor decisivo para mí. Alguien se tomó su tiempo con ellas. Espero que los padres sean capaces de proporcionarnos más información sobre el tipo de mujer que era Patty. Si sabemos más sobre ella, sabremos exactamente qué parte de la emperifollada fue realizada por la persona que vertió el cuerpo”.
“Hablando de eso”, dijo Ramírez, señalando. “Ya llegamos. ¿Estás lista para esto?”.
Respiró profunda y temblorosamente. Amaba su trabajo, pero esta era una de las partes que más odiaba. “Sí, vamos”, dijo.
Antes de que Ramírez tuviera tiempo de decir una palabra más, Avery abrió la puerta y se bajó del auto.
Se preparó para lo que venía.
***
Avery sabía que todo el mundo reaccionaba diferente ante la pérdida de un ser querido. Es por eso que ella no se sorprendió cuando, quince minutos más tarde, Wendy Dearborne estaba casi en estado de shock mientras que Richard Dearborne estaba gritando de aflicción. En un momento dado, pensó que se pondría violento cuando golpeó un florero en la mesa de la cocina y lo envió al suelo estrepitosamente.
El peso de la noticia podía sentirse en la sala. Avery y Ramírez se habían quedado callados, hablando solo cuando los padres les hacían preguntas. En el silencio, Avery vio dos fotos de Patty en la sala de estar; una estaba en la repisa de la chimenea y la otro era un lienzo colgado en la pared de la sala de estar. Avery tenía razón. La niña había sido absolutamente hermosa.
Wendy y Richard estaban sentados en el sofá de la sala de estar ahora. Wendy había logrado controlarse un poco, dejando escapar el llanto desgarrador ocasional mientras yacía en el hombro de Richard.
Con lágrimas corriendo por sus mejillas, Richard miró a Avery. “¿Podemos verla? ¿Cuándo podemos verla?”.
“En este momento, el equipo de ciencias forenses todavía está tratando de determinar lo que pudo haberle ocurrido. Como se pueden imaginar, el agua fría y las temperaturas heladas hacen que sea más difícil encontrar pistas o pruebas. Ahora quisiera hacerle algunas preguntas”.
Ambos se veían confundidos y horrorizados, pero era evidente que Wendy no sería de ayuda. Estaba totalmente callada, y miraba por la sala de estar de vez en cuando, como para asegurarse de que sabía dónde estaba.
“Claro”, dijo Richard. Avery pensó que el hombre tal vez estaba tratando de encontrar algunas respuestas por su cuenta.
“Sé que va a parecer una pregunta extraña”, dijo Avery. “Pero ¿Patty era el tipo de chica que se preocupaba mucho por mantenerse arreglada y arreglarse bien las uñas? ¿Ese tipo de cosas?”.
Richard dejó escapar un gemido y negó con la cabeza. Todavía estaba llorando, pero al menos era capaz de formar palabras entre sus gemidos. “Para nada. En realidad era medio marimacho. Apuesto a que sería más fácil encontrar tierra debajo de sus uñas que esmalte. Se emperifollaba de vez en cuando, pero solo en ocasiones especiales. A veces le prestaba mucha atención a su cabello, pero no es... no era muy femenina”.
Esa corrección pareció haber quebrantado a Richard Dearborne. Avery sintió su corazón romperse por el dolor que él estaba sintiendo. Eso fue suficiente para hacer que decidiera no hacerle la siguiente pregunta que había planificado, una pregunta acerca de la frecuencia en la que Patty se afeitaba las piernas. Avery supuso que era seguro que tampoco se preocupaba mucho por afeitarse las piernas. No había necesidad de hacerle esta pregunta al hombre que acababa de perder a su hija.
“¿Sabe si Patty tuvo algún enemigo? ¿Alguna persona con la que tuvo problemas?”.
Le tomó un momento asimilar la pregunta. Cuando finalmente lo hizo, la ira que había visto antes regresó a los ojos de Richard Dearborne. Se levantó del sofá, pero fue mantenido en su lugar ya que su esposa estaba agarrando su muñeca.
“Ese hijo de puta”, espetó Richard. “Sí. Sí, se me ocurre alguien y puedo apostar a que... Dios mío...”.
“¿Señor Dearborne?”, preguntó Ramírez. Se había puesto de pie lentamente, quizás anticipando una especie de ataque de Richard.
“Allen Haggerty. Fue un novio de la escuela secundaria que simplemente no quiso dejarla ir cuando las cosas finalmente terminaron luego del segundo año de universidad”.
“¿Causó algún problema?”, preguntó Ramírez.
“Sí. Tanto es así que Patty tuvo que obtener una orden de restricción en su contra. Se la vivía esperándola afuera de sus clases. La situación llegó a ser tan mala que Patty vivió aquí el año pasado porque no se sentía a salvo en los dormitorios”.
“¿Alguna vez se puso violento?”, preguntó Avery.
“Si lo hizo, Patty nunca nos dijo nada. Yo sé que trató de tocarla, darle abrazos y besos y cosas por el estilo. Pero nunca nos dijo que la golpeó”.
“La nota…”.
La voz de Wendy Dearborne era tan diminuta que sonó como el viento. No miraba ni a Avery ni a Ramírez. Tenía la mirada baja y su boca estaba parcialmente abierta.
“¿Qué nota?”, preguntó Avery.
“Una nota que Patty nunca nos mostró, pero que encontramos en sus bolsillos una vez que lavamos su ropa cuando vivió aquí”, dijo Richard. “El asqueroso dejó una nota clavada en la puerta de su dormitorio. Nunca nos lo dijo, pero creemos que eso fue lo que la hizo finalmente decidir mudarse aquí. No recuerdo palabra por palabra, pero hablaba de que pensaba en suicidarse porque no podía tenerla y que eso a veces lo hacía enojar. Bien oscuro, decía que si él no podía tenerla, entonces nadie más la tendría”.
“¿Todavía tiene la nota?”, preguntó Avery.
“No. Cuando confrontamos a Patty al respecto, la tiró a la basura”.
“¿Cuánto tiempo estuvo aquí?”, preguntó Avery.
“Hasta el verano pasado”, respondió Richard. “Ella dijo que estaba cansada de vivir atemorizada. Tomamos la decisión de que involucraríamos a la policía si algo sucedía con Allen de nuevo. Y ahora... ahora esto...”.
Un silencio tenso inundó la sala y luego el hombre finalmente los miró. Avery podía sentir el dolor y la rabia del padre en esa mirada.
“Yo sé que fue él”, dijo.
CAPÍTULO CINCO
Mientras que Avery y Ramírez vigilaban la calle en la que vivía Allen Haggerty, recibió el expediente de Haggerty por correo electrónico. Le sorprendió la poca información que contenía. Tenía tres multas por exceso de velocidad y había sido detenido en una protesta no violenta en la ciudad de Nueva York hace cuatro años, pero nada serio.
“Tal