—Hola.
Riley levantó la mirada y vio a un hombre grande, musculoso y guapo que estaba sostenido una jarra de cerveza y mirándola con una sonrisa confiada.
Riley entrecerró los ojos, una expresión que preguntaba en silencio: —¿Te conozco?
Obviamente Riley sabía quién era el hombre.
Era Harry Rampling, el mariscal de campo del equipo de fútbol americano universitario.
Riley lo había visto acercarse a otras chicas de la misma forma, presentándose a sí mismo sin presentarse, porque daba por hecho que ya era conocido en todas partes como un regalo de Dios a todas las mujeres del campus.
Riley sabía que esta táctica generalmente funcionaba. Lanton tenía un pésimo equipo de fútbol americano, y era probable que Harry Rampling no terminara jugando profesionalmente, pero él era un héroe aquí en Lanton de todos modos, y las chicas siempre estaban encima de él.
Se limitó a mirarlo con una expresión burlona, como si no tuviera ni idea de quién podría ser.
La sonrisa de Harry se desvaneció un poco. Era difícil de decir en la penumbra, pero Riley sospechaba que se había sonrojado.
Luego se alejó, aparentemente avergonzado, pero reacio a rebajarse a la indignidad de presentarse de verdad.
Riley tomó un sorbo de vino, disfrutando de su pequeña victoria y soledad, pero luego oyó otra voz masculina.
—¿Cómo hiciste eso?
Otro hombre estaba de pie al lado de su mesa con una cerveza en mano. Iba bien vestido, tenía buen cuerpo, era un poco mayor que ella, e inmediatamente le pareció más atractivo que Harry Rampling.
—¿Cómo hice qué? —preguntó Riley.
El chico se encogió de hombros y dijo: —Rechazar a Harry Rampling de esa forma. Te deshiciste de él sin decir ni una palabra, ni siquiera un ‘vete a la mierda’. No sabía que eso era posible.
Riley se sintió extrañamente desarmada por este tipo.
Ella dijo: —Me rocié con repelente de atletas antes de venir aquí.
Tan pronto como las palabras salieron de sus labios, pensó: «Por Dios, estoy siendo ocurrente con él.»
¿Qué demonios se creía que estaba haciendo?
Él sonrió, disfrutando del chiste. Luego se sentó sin ser invitado en el asiento frente a Riley y le dijo: —Mi nombre es Ryan Paige, y no me conoces, y no te culparé si olvidas mi nombre en cinco minutos o incluso antes. Te aseguro que soy eminentemente olvidable.
A Riley le sorprendió su audacia.
«No te presentes», se dijo a sí misma.
Pero dijo en voz alta: —Soy Riley Sweeney. Soy estudiante de psicología, en mi último año.
Sentía que estaba sonrojada.
Este tipo tenía bastante labia. Y su técnica era tan casual que no parecía ser una técnica en absoluto.
«Fácil de olvidar, sí, seguro», pensó Riley.
Ya estaba segura de que no olvidaría a Ryan Paige en el corto plazo.
«Ten cuidado con él», se dijo a sí misma.
Luego le dijo: —Eh, ¿eres un estudiante de Lanton?
Él asintió con la cabeza y respondió: —Sí, de derecho. También estoy en mi último año.
Lo dijo como si no hubiera ninguna razón para que ella se impresionara. Y, por supuesto, Riley estaba impresionada.
Hablaron por un buen rato, no sabía cuánto tiempo exactamente.
Cuando le preguntó qué pensaba hacer después de graduarse, Riley tuvo que admitir que no estaba segura.
—Buscaré trabajo —le dijo a Ryan—. Supongo que tendré que encontrar una forma de hacer el posgrado si quiero trabajar en mi campo.
Él asintió con la cabeza y dijo: —He estado investigando varios bufetes de abogados. Algunos parecen prometedores, pero tengo que pensar muy bien en mi siguiente paso.
Mientras hablaban, Riley se dio cuenta de que sentía un cosquilleo cada vez que sus ojos se encontraban y se quedaban mirándose fijamente.
¿Él también lo sentía? Riley se había dado cuenta de que había apartado la mirada de repente un par de veces.
Luego, durante una pausa en la conversación, Ryan se terminó la cerveza y le dijo: —Mira, lo siento, pero tengo una clase en la mañana y tengo que estudiar.
Riley se quedó sin aliento.
¿Ni siquiera se le insinuaría?
«No —pensó—. Él tiene demasiada clase para eso.»
No es que él no estaba interesada en ella, porque estaba segura de que sí.
Pero también sabía que no debía insinuársele tan rápido.
«Impresionante», pensó.
Se las arregló para responder: —Sí, yo también.
Él esbozó una sonrisa sincera y le dijo: —Fue un placer conocerte, Riley Sweeney.
Riley le devolvió la sonrisa y le dijo: —También fue un placer conocerte, Ryan Paige.
Ryan se echó a reír y dijo: —Guau, recordaste mi nombre.
Sin decir nada más, se levantó y se fue.
Todo lo que había sucedido tenía a Riley desconcertada. No habían intercambiado números de teléfono, ella no había mencionado el dormitorio en el que vivía y tampoco tenía idea de dónde vivía él. Y él ni siquiera la había invitado a salir.
Estaba segura de que él creía que tendrían una cita en el futuro, pero que hacía las cosas así porque era confiado. Él estaba seguro de que sus caminos se cruzarían de nuevo pronto, y que habría mucha química entre ellos.
Y Riley creía que tenía razón.
En ese momento, oyó la voz de Trudy: —¡Oye, Riley! ¿Quién era el guapo con el que andabas?
Riley se dio la vuelta y vio a Trudy bajando las escaleras con una jarra llena de cerveza en una mano y un vaso en la otra. Las otras tres chicas de su dormitorio estaban detrás de ella. Se veían bastante borrachas.
Riley no respondió a la pregunta de Trudy. Solo esperaba que Ryan ya estuviera fuera del alcance del oído.
A lo que las chicas se acercaron a la mesa, Riley preguntó: —¿Dónde está Rhea?
Trudy miró a su alrededor. —No sé —dijo, arrastrando las palabras—. ¿Dónde está Rhea?
Una de las otras chicas dijo: —Rhea regresó al dormitorio.
—¡Qué! —dijo Trudy—. ¿Se fue sin decirme nada?
—Sí te lo dijo —dijo otra chica.
Las chicas estaban a punto de sentarse en la mesa de Riley. En lugar de quedar atrapada allí con ellas, Riley se levantó de su asiento.
—Deberíamos irnos a casa —dijo.
Con una oleada de protestas, las chicas se sentaron entre risas, obviamente preparándose para una larga noche.
Riley se dio por vencida. Ella subió las escaleras y salió por la puerta principal. Una vez afuera, respiró aire fresco. Era marzo y a veces hacía frío por las noches aquí en el Valle de Shenandoah de Virginia, pero el frío era bienvenido después del bar abarrotado y lleno de humo.
Fue un paseo corto y bien iluminado de regreso al campus y su dormitorio. Sentía que le había ido bastante bien. Solo se había tomado una copa de vino, lo suficiente para