PRÓLOGO
Chloe estaba sentada en los escalones frontales de su edificio de apartamentos al lado de su hermana gemela, Danielle, viendo al policía que se estaba llevando a su padre esposado.
Un policía grande y barrigón estaba delante de Chloe y Danielle. Su piel negra estaba muy sudada, tanto así que parecía que estaba brillando bajo la luz de la luna.
—Ustedes no deberían ver esto —les dijo el policía.
Eso le pareció un disparate a Chloe. Aunque solo tenía diez años de edad, sabía que el policía simplemente quería tapar la patrulla para que no vieran a su padre ser metido en ella.
Ese era el menor de sus problemas. Había visto la sangre al final de las escaleras. La había visto salpicada en el último escalón y luego en la alfombra que daba a la sala de estar. También había visto el cuerpo, boca abajo. Su padre había hecho todo lo posible para que ella no lo viera, aunque no sirvió de nada. Pero nada de eso importaba, ya que la sangre estaba impregnada en su mente.
Eso era lo que veía mientras el policía estaba delante de ella. Era lo único que veía.
Chloe oyó la puerta de la patrulla cerrarse de golpe. Ese sonido era el de su padre dejándolas, tal vez para siempre.
—¿Están bien? —preguntó el policía.
Ninguna respondió. Chloe seguía viendo toda esa sangre en las escaleras que había empapado la alfombra azul. Miró rápidamente a Danielle y vio que su hermana estaba mirando sus pies. No estaba ni parpadeando. Chloe estaba bastante segura de que algo le pasaba. Supuso que Danielle había visto más del cuerpo, tal vez incluso el lugar muy oscuro de donde parecía haber venido toda la sangre.
De repente, el policía gordo levantó la mirada a las escaleras de entrada y dijo en voz baja: —Dios mío, ¿no te pudiste esperar? Las niñas están aquí…
Chloe vio que otras personas estaban sacando una bolsa de plástico del edificio. Era el cuerpo. Del que había venido toda esa sangre roja en la alfombra.
El cuerpo de su madre.
—¿Niñas? —preguntó el policía para hacerlas hablar.
Pero Chloe no quería hablar.
Tiempo después, un auto conocido se detuvo detrás de una de las patrullas. El policía gordo ya no estaba tratando de hacerlas hablar. Chloe supuso que aún estaba con ellas para que no se sintieran solas.
—Abuela —dijo Danielle finalmente.
El auto conocido que acababa de detenerse era el de su abuela. Ella se salió del auto lo más rápido que pudo. Chloe vio que estaba llorando.
Sintió lágrimas rodando por sus propias mejillas. Se sentía quebrantada.
—Llegó su abuela —dijo el policía. Él parecía aliviado, feliz de deshacerse de ellas.
—Mis niñas —dijo la abuela mientras corría a los escalones. A lo que las alcanzó, comenzó a sollozar y a abrazar a sus dos nietas.
Por extraño que parezca, ese abrazo sería lo único que Chloe recordaría de todo el asunto.
Dejaría de ver la sangre en su mente. El policía gordo se desvanecería después de tan solo unas semanas, al igual que las esposas.
Pero Chloe siempre recordaría ese abrazo.
Y la sensación de algo quebrantándose dentro de ella.
¿Era cierto que su padre había matado a su madre?
CAPÍTULO UNO
17 años después
Chloe Fine subió las escaleras de su nuevo hogar, el hogar que ella y su prometido habían pasado meses intentando comprar. No podía contener su emoción.
—¿Está muy pesada esa caja? —dijo Steven, corriendo por las escaleras para alcanzarla con una caja que leía ALMOHADAS.
—No, para nada —respondió Chloe, cargando su propia caja que leía PLATOS.
Steven colocó la caja en el suelo y tomó la suya.
—Intercambiemos las cajas —le dijo con una sonrisa.
Steven había estado sonriendo mucho recientemente. En realidad, había estado sonriendo desde hace ocho meses, desde el día en el que Chloe lo dejó colocarle el anillo de compromiso.
Siguieron caminando por la acera. Mientras caminaban, Chloe le echó un ojo al patio. No era el gran patio extenso que siempre había imaginado. En su mente, su casa de ensueño tenía un patio abierto y arbolado. En cambio, ella y Steven se habían decidido por una casa en un vecindario tranquilo. Pero ella solo tenía veintisiete años, así que todavía tenía tiempo. Tanto ella como Steven sabían que no envejecerían en esta casa. Y eso hacía todo esto aún más especial. Este era su primer hogar, el lugar en el que aprenderían los pormenores del matrimonio y tal vez donde tendrían uno o dos hijos.
Veía la casa del vecino muy claramente. Sus céspedes estaban separados solo por unos arbustos altos. El porche blanco pintoresco era casi idéntico al suyo.
—Sé que crecí aquí —dijo Chloe—, pero simplemente no se siente igual. Parece un pueblo totalmente distinto.
—Te aseguro que todo está exactamente igual —dijo Steven—. Bueno, lo único diferente son los nuevos proyectos de vivienda como este. Pinecrest, Maryland es un buen pueblo. Lo suficientemente pequeño que siempre te encuentras con gente que no quisieras ver, pero lo suficientemente grande como para no tener que conducir una hora a un supermercado.
—Ya extraño Filadelfia.
—Yo no —dijo Steven—. Aquí no hay aficionados de los Eagles, ni tampoco tráfico.
—Sí, tienes razón —dijo Chloe—. Pero igual…
—Ten un poco de paciencia —dijo Steven—. Te sentirás como en casa en un santiamén.
Chloe deseaba que su abuela estuviera aquí en este momento para ver esta casa. Chloe estaba segura de que estaría orgullosa de ella. Probablemente prendería el horno nuevo para prepararles un postre de celebración.
Pero su abuela murió hace dos años, diez meses después del accidente automovilístico en el que murió el abuelo de Chloe. Habría sido romántico creer que había muerto de un corazón roto, pero simplemente no fue así. Su abuela había sido víctima de un ataque al corazón, nada más que eso.
Chloe también pensó en Danielle. Justo después de la secundaria, Danielle se había mudado a Boston por unos años. Danielle había vivido muchas cosas, tales como un susto de embarazo, unos arrestos y varios trabajos fallidos. Todo eso había traído a su hermana de vuelta aquí, a Pinecrest, hace unos años.
Por su parte, Chloe había asistido a la universidad en Filadelfia, conocido a Steven y empezado su carrera como agente de FBI. Le faltaban unas clases para graduarse, pero la transición había transcurrido sin tropiezos. Baltimore quedaba solo a media hora de aquí y todos sus créditos habían sido transferidos.
Las estrellas parecieron alinearse majestuosamente cuando Steven consiguió empleo en Pinecrest. Aunque Chloe bromeaba mucho sobre no querer volver a Pinecrest, algo dentro de ella sabía que siempre terminaría allí, así sea por solo unos años. Sí, era una tontera, pero sentía que se lo debía a sus abuelos. Pasó muchos años anhelando poder irse de este lugar, y sentía que sus abuelos se lo habían tomado a mal.
Y