”Pero...pero...” Firth tropezó, “¡yo estaba seguro de que había muerto!”.
“Estás seguro de muchas cosas”, dijo Gareth, “¡y todas están equivocadas!”.
Gareth pensó en algo.
“La daga”, dijo. “Tenemos que recuperarla, antes de que sea demasiado tarde”.
“Pero ya la tiré, mi señor”, dijo Firth. “¡Se fue por el río!”
“La tiraste en el orinal. Eso no significa que ya está en el río”.
“¡Pero es lo más seguro!”, dijo Firth.
Gareth ya no podía soportar las torpezas de este idiota. Salió precipitadamente hacia la puerta; Firth le siguió de cerca.
“Iré contigo. Te diré exactamente dónde la tiré”, dijo Firth.
Gareth se detuvo en el corredor, giró y miró a Firth. Estaba lleno de sangre y Gareth estaba sorprendido de que los guardias no lo hubieran visto. Fue una suerte. Firth estorbaba más que nunca.
“Sólo voy a decirlo una vez”, gruñó Gareth. “Regresa a mi cuarto de inmediato, cámbiate de ropa, y quémala. Deshazte de cualquier rastro de sangre. Después, desaparece del castillo. Aléjate de mí esta noche. ¿Entendiste?”
Gareth lo empujó hacia atrás, luego se volvió y corrió. Corrió por el pasillo, hacia la escalera de caracol de piedra, bajando nivel tras nivel, hacia los cuarteles de los sirvientes.
Por último, se dirigió hacia el sótano, varias cabezas de los sirvientes voltearon a verlo. Habían estado fregando enormes ollas e hirviendo baldes de agua. Enormes fogatas rugían entre los hornos de ladrillos y los sirvientes usaban delantales manchados, llenos de sudor.
En el otro extremo de la habitación, Gareth vio un enorme orinal, la suciedad bajaba por una rampa y salpicaba en ella a cada minuto.
Gareth corrió hacia el sirviente más cercano y lo sujetó del brazo, con desesperación.
“¿Cuándo vaciaron el orinal por última vez?”, preguntó Gareth.
”Fue llevado al río hace unos minutos, mi señor”.
Gareth se volvió y salió corriendo de la habitación, hacia los pasillos del castillo, de regreso a la escalera de espiral y salió disparado hacia el aire fresco de la noche.
Corrió por el campo, sin aliento, mientras se dirigía al río.
Mientras se acercaba a él, encontró un lugar para esconderse, detrás de un gran árbol, cerca de la orilla. Vio a dos sirvientes levantar la enorme olla de hierro e inclinarla hacia la corriente del río.
Observó hasta que quedó de cabeza, y se vació todo el contenido, hasta que volvieron con la olla y caminaron de regreso hacia el castillo.
Finalmente, Gareth quedó satisfecho. Nadie había visto ninguna daga. Dondequiera que estuviese, ahora estaba contracorriente del río, siendo arrastrada hacia el anonimato. Si su padre moría esta noche, no quedaría evidencia del qué rastrear del asesinato.
¿O sí?
CAPÍTULO CINCO
Thor seguía de cerca a Reece, Krohn detrás de él, mientras caminaban por el pasadizo trasero hacia la habitación del rey. Reece los había llevado por una puerta secreta, escondida en una de las paredes de piedra, y ahora sostenía una antorcha, guiándolos mientras caminaban en fila en el estrecho espacio, por las entrañas internas del castillo en una vertiginosa variedad de giros y vueltas. Subieron una estrecha escalera de piedra que llevaba a otro pasadizo. Se volvieron y ante ellos había otra escalera. Thor se asombró de lo intricado del pasadizo.
“Ese pasadizo se construyó en el castillo hacía cientos de años”, Reece explicó susurrando, mientras caminaban, respirando con dificultad al subir. “Fue construido por el bisabuelo de mi padre, el tercer rey MacGil. Lo construyó después de un sitio—es una ruta de escape. Irónicamente, nunca habíamos sido sitiados desde entonces, y estos pasadizos no han sido utilizados desde hacía varios siglos. Fueron tapiados y los descubrí cuando era niño. Me gusta usarlos de vez en cuando para llegar al castillo sin que nadie sepa dónde estoy. Cuando éramos más jóvenes, Gwen y Godfrey y yo jugábamos a las escondidas en ellos. Kendrick era muy grande y a Gareth no le gustaba jugar con nosotros. Sin antorchas, ésa era la regla. Estaba totalmente oscuro. Era aterrador en ese entonces”.
Thor trató de alcanzar a Reece mientras andaba por el pasadizo con un asombroso despliegue de virtuosismo, obviamente él conocía cada paso de memoria.
¿Cómo es posible que te acuerdes de todas esas vueltas?”, Thor preguntó con asombro.
“Uno se aburre al crecer siendo niño en este castillo”, continuó diciendo Reece, “especialmente si todos los demás son mayores y eres muy joven para unirte a la Legión y no hay nada más qué hacer. Hice que mi misión fuera descubrir cada rincón y cada rendija de este lugar”.
Volvieron a dar vuelta, bajaron tres escalones de piedra, giraron por una estrecha abertura en la pared, después bajaron una larga escalera. Por último, Reece los llevó a una puerta gruesa de roble, cubierta de polvo. Inclinó una oreja contra ella y escuchó. Thor se acercó a él.
“¿Qué puerta es esta?”, preguntó Thor.
“Shh”, dijo Reece.
Thor guardó silencio y puso su oreja contra la puerta, para escuchar. Krohn se quedó ahí, detrás de ellos, mirando hacia arriba.
“Es la puerta trasera de la habitación de mi padre”, susurró Reece. “Quiero escuchar quién está con él”.
Thor escuchó, con su corazón acelerado, las voces apagadas detrás de la puerta.
”Parece que el cuarto está lleno”, dijo Reece.
Reece giró y miró a Thor de manera significativa.
“Estarás entrando a una tormenta de fuego. Sus generales estarán ahí, su comité, sus asesores, su familia—todos. Estoy seguro de que cada uno de ellos te estará buscando: el supuesto asesino. Será como entrar a una turba de linchamiento. Si mi padre sigue pensando que trataste de matarlo, estarás acabado. ¿Estás seguro de que quieres hacer esto?
Thor tragó saliva. Era ahora o nunca. Su garganta se secó, mientras se daba cuenta de que era uno de los momentos decisivos de su vida. Sería fácil dar marcha atrás ahora, huir. Podría vivir una vida a salvo, lejos de la Corte del Rey. O podría pasar por esa puerta y potencialmente pasar el resto de su vida en el calabozo, con esos cretinos—o incluso ser ejecutado.
Respiró hondo y tomó una decisión. Tenía que enfrentarse a sus demonios. No podía retroceder.
Thor asintió. Tenía miedo de abrir la boca, miedo de que si lo hacía, podría cambiar de opinión.
Reece asintió con la cabeza, con una mirada de aprobación, después empujó el mango de hierro y apoyó su hombro en la puerta.
Thor entrecerró los ojos en la luz brillante de la antorcha, mientras la puerta se abría de golpe. Se encontró parado en el centro de la habitación privada del rey, Krohn y Reece a su lado.
Había por lo menos dos docenas de personas hacinadas en torno al rey, quien yacía en su cama, algunos parados junto a él, otros arrodillados. Rodeando al rey estaban sus consejeros y generales, junto con Argon, la reina, Kendrick, Godfrey—incluso Gwendolyn. Era una vigilia de muerte y Thor se estaba entrometiendo en un asunto privado de la familia.
El ambiente de la sala era sombrío, los rostros serios. MacGil yacía apoyado en almohadas y Thor se sintió aliviado de ver que aún estaba vivo—al menos por ahora.
Todas las caras se volvieron a la vez, sobresaltados con la repentina aparición