Riley sintió un nudo en la garganta.
–Oh, Ryan… —comenzó.
–No, escúchame por favor, porque esto es importante. Te admiro. Has hecho cosas maravillosas. Has sido una gran madre para April, y adoptaste a Jilly y tienes una relación con un buen tipo. Y al mismo tiempo has estado haciendo tu trabajo, atrapando a tipos malos y salvando vidas. No sé cómo lo has hecho. Tu vida es completa.
Riley estaba muy sorprendida… y muy perturbada.
¿Cuándo fue la última vez que Ryan le dijo algo así?
Simplemente no tenía idea de qué decir.
Para su alivio, Ryan se salió del auto sin decir una palabra más.
Riley se quedó mirando la casa mientras Ryan entraba. Se sentía mal por él. No podía imaginarse enfrentar esa casa sola, no con todos los buenos y malos recuerdos que albergaba.
Y esas palabras que había dicho…
—Tu vida es completa.
Suspiró y murmuró en voz alta:
–No es verdad.
Todavía le resultaba difícil criar a dos chicas mientras hacía su trabajo absorbente y a veces peligroso. Tenía demasiado de qué ocuparse, y aún no había aprendido a manejarlo todo.
¿Siempre sería así?
¿Y cómo encajaría Blaine en todo eso?
¿Un matrimonio exitoso incluso era posible para ella?
Se estremeció ante la idea de que tal vez estaría en el lugar de Ryan un día.
Luego se alejó de la casa donde había vivido y condujo de vuelta a su hogar.
CAPÍTULO OCHO
Riley estaba caminando de un lado a otro en su sala de estar.
Se dijo a sí misma que solo debería relajarse, que había aprendido a hacerlo en sus recientes vacaciones. Pero cuando lo pensaba, se encontraba recordando lo que su padre le había dicho en su pesadilla: —Eres una cazadora, como yo.
Definitivamente no se sentía como una cazadora en este momento.
«Más como un animal enjaulado», pensó.
Acababa de llegar a casa después de llevar a las chicas a su primer día de clases. Jilly estaba encantada de finalmente estar en la misma escuela que su hermana. Los nuevos estudiantes y sus padres asistieron a la ceremonia de bienvenida en el auditorio y luego hicieron un breve recorrido por las aulas. April había podido hacer el recorrido con Riley y Jilly.
Aunque Riley no tuvo la oportunidad de hablar largo y tendido con cada maestro, había logrado presentarse como la madre de Jilly y a April como su hermana. Algunos de los nuevos maestros de Jilly le habían dado clases a April en años anteriores y dijeron muchas cosas lindas de ella.
Cuando Riley quiso quedarse después de la orientación, las dos chicas la molestaron.
—¿Y hacer qué? —le había preguntado April—. ¿Ir a todas las clases de Jilly?
Riley había dicho que tal vez lo haría, provocando un gemido de desesperación de Jilly.
—¡Mamá! ¡Eso sería muy mala onda!
April se echó a reír y dijo: —Mamá, no seas sobreprotectora.
Por esa razón, Riley había decidido respetar el orgullo de Jilly y venir a casa, donde se encontraba ahora. Gabriela había ido a almorzar con una de sus primas y luego iría a comprar comestibles. Así que Riley estaba sola en la casa, a excepción de una perra y una gata que no parecían tener ningún interés en ella.
«Reacciona», pensó.
Riley fue a la cocina y se sirvió un aperitivo. Luego se obligó a sentarse en la sala de estar y encendió el televisor. Las noticias eran deprimentes, por lo que colocó una telenovela diurna. No tenía idea de lo que estaba pasando, pero al menos la distrajo por un rato.
Pronto se encontró pensando en lo que Ryan le había dicho durante su visita…
—No puedo enfrentarla solo. No puedo vivir en esa casa solo.
En este momento, Riley entendió cómo se sentía.
¿Ella y su ex esposo eran más parecidos de lo que quería admitir?
Trató de convencerse de lo contrario. A diferencia de Ryan, ella cuidaba de su familia.
Las chicas y Gabriela llegarían a casa más tarde y todas cenarían juntas. Tal vez este fin de semana se reunirían con Blaine y Crystal.
Ese pensamiento recordó a Riley que Blaine había sido un poco reservado con ella desde lo que había pasado con Ryan. Riley entendía por qué. Riley no había querido hablar con Blaine sobre la visita, dado que parecía demasiado íntima y personal, y era natural que Blaine se había sentido incómodo al respecto.
Sintió ganas de llamarlo en este momento, pero sabía que Blaine estaba trabajando mucho para ponerse al día con todo en el restaurante ahora que sus vacaciones habían terminado.
Riley se estaba sintiendo muy sola.
«Al igual que Ryan», pensó.
No entendía por qué, pero no pudo evitar sentirse culpable. Nada de lo que estaba saliendo mal en la vida de Ryan era su culpa. Aun así, sintió ganas de llamarlo, saber cómo estaba, tal vez consolarlo un poco. Pero, por supuesto, esa era una terrible idea. Lo último cosa que quería hacer era darle señales falsas de que algún día podrían volver.
Mientras los personajes de la telenovela pelearon, lloraron y se abofetearon entre sí, algo se le ocurrió a Riley.
A veces su propia vida familiar y sus relaciones no parecían más reales que lo que estaba viendo en la televisión. La presencia real de sus seres queridos tendía a distraerla de lo verdaderamente aislada que se sentía. Pero unas horas en su casa vacía fueron suficientes para recordarle de lo sola que se sentía.
Había un lugar vacío en su interior que solo podía ser llenado por…
¿Qué, exactamente?
«Por mi trabajo», se dio cuenta finalmente.
Pero ¿cuán significativo era su trabajo, para sí misma o cualquier otra persona?
Una vez más recordó algo que su padre le había dicho en la pesadilla: —Tu vida es una locura. Buscas hacer justicia para personas que ya están muertas, exactamente las personas que ya no necesitan justicia.
Ella se preguntó: «¿Eso es cierto? ¿Lo que hago es realmente inútil?»
Estaba segura de que no, dado que detenía asesinos que sin duda habrían vuelto a matar.
Salvaba muchas vidas.
Y, sin embargo, para que ella pudiera tener un trabajo que hacer, alguien tenía que matar… y alguien tenía que morir…
«Siempre comienza con muerte», pensó.
Y sus casos la atormentaban a menudo, incluso después de que los resolvía, después de que los asesinos eran muertos o llevados ante la justicia.
Apagó la televisión, la cual solo la estaba irritando. Luego se echó hacia atrás, cerró los ojos y pensó en su caso más reciente, el de un asesino en serie en Georgia.
«Pobre Morgan», pensó.
Morgan Farrell había estado casada con un hombre rico y abusivo. Cuando fue brutalmente asesinado a puñaladas mientras dormía, Morgan había estado segura de que ella lo había matado, aunque no podía recordar haberlo hecho.
Estaba segura de que lo había olvidado debido a la gran cantidad de pastillas y alcohol que consumía.
Y había estado orgullosa de lo que creía había hecho. Incluso había llamado a Riley por teléfono para decírselo:
—Maté al bastardo.
Finalmente