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Lucia Pinochet
â Asesinar, torturar y hacer desaparecer â
Santiago de Chile, marzo 1999 .
« ¿Pinochet? Para los chilenos es como un cáncer. Un mal oscuro..., doloroso. Sabemos que lo tenemos, pero tememos incluso hablar de ello, pronunciar su nombre. Asà que terminamos fingiendo que no existe. Quizás esperamos qué al ignorarlo, este mal desaparezca solo, sin tener que enfrentarlo...». La chica que sirve en las mesas del Café El Biógrafo , un punto de encuentro para poetas y estudiantes, en el pintoresco Barrio de Bellavista en Santiago, el barrio de los artistas y los viejos restaurantes, con sus coloridas casas, tendrá poco más de veinte años. Quizás ni siquiera nació cuando el general Augusto Pinochet Ugarte, el "Senador vital", como lo llaman aquÃ, ordenó "asesinar, torturar y hacer desaparecer" a sus oponentes -como dicen los familiares de los más de tres mil desaparecidos- o mientras él brindaba un puño de hierro "para liberar a Chile de la amenaza del bolchevismo internacional", como aseguran sus admiradores. Pero es ella quien quiere hablar conmigo sobre Pinochet, y tiene ideas claras: "Aquà todo es Pinochet. Pros o contras, pero de todos modos en todos los aspectos de la vida de Chile está él, el general. Está en polÃtica, claramente. Está en la memoria de todos, en las historias de mis padres, en los discursos de los maestros en la escuela. Y está en las novelas, en los libros... en el cine. SÃ, incluso el cine, aquà en Chile, se hace a favor o en contra de Pinochet. Y nosotros seguimos simulando que no hay.... "
Ya este obstinado viejo caballero, que se enfrenta "con dignidad como soldado" a la justicia británica ("... ¡pobre viejo!", Me susurró el portero del "CÃrculo de la Prensa" al oÃdo, donde los fieles del vital Senador , en los años oscuros de la dictadura militar, vinieron a "recoger" a los periodistas con problemas, justo detrás del palacio de Moneda donde murió Salvador Allende, perseguido por el golpe del General), este "pobre viejo" que ahora, en Chile del Tercer Milenio, se convierte en engorroso coloso, ocupando con su volumen cada barrio, cada rincón de cada calle de esta ciudad, Santiago, que aparece como incierto, plegado sobre sà mismo.
Y luego él es el recuerdo viviente de este PaÃs, un inmenso recuerdo, entrometido, embarazoso para sus seguidores y acoso a sus detractores. Un recuerdo que se expande pegajoso como un blob en las vidas, esperanzas y tristezas, el pasado y el futuro de los chilenos.
En octubre de 1998, cuando se convirtió en senador, pocos meses después de dejar el puesto de jefe del ejército, mientras estaba en Londres para recibir tratamiento médico, Pinochet fue arrestado y puesto bajo arresto domiciliario. Primero en la clÃnica donde acababa de someterse a una cirugÃa de espalda, luego en una residencia alquilada.
La orden de arresto internacional la habÃa firmado un juez español, Baltasar Garzón, por crÃmenes de lesa humanidad. Los cargos incluyen casi un centenar de casos de tortura contra ciudadanos españoles y un caso de conspiración por cometer tortura. Gran Bretaña acababa de firmar la Convención Internacional contra la tortura, y todos los cargos eran por hechos ocurridos durante los últimos catorce meses de su régimen.
El Gobierno de Chile se opuso inmediatamente al arresto, la extradición y el juicio. Una dura batalla legal estalló en la Cámara de los Lores, el más alto tribunal británico, que duró dieciséis meses. Pinochet reclamó inmunidad diplomática como ex jefe de estado, pero los Lores lo negaron en consideración de la gravedad de las acusaciones y otorgaron la extradición, aunque con varias limitaciones. Poco tiempo después, sin embargo, una segunda declaración del Lord mismo le permitió a Pinochet evitar la extradición debido a sus condiciones de salud precarias (tenÃa ochenta y dos años en el momento de su arresto), por razones llamadas "humanitarias". Después de algunos controles de salud, el entonces secretario de Relaciones Exteriores británico Jack Straw permitió a Pinochet, después de casi dos años de arresto domiciliario o en la clÃnica, regresar a su paÃs en marzo de 2000.
En medio de este intrincado asunto legal internacional, a fines de marzo de 1999, fui a Santiago a seguir la evolución de la situación del periódico Il Tempo , y a conocer a la hija mayor del vital Senador , LucÃa. La Cámara de los Lores acababa de negar la inmunidad a Pinochet y el avión que, con la esperanza de la familia y los partidarios del general, - tendrÃa que traerlo de vuelta a Chile, vino sin él.
La reacción en las calles de Santiago fue inmediata. El 24 de marzo, la capital chilena habÃa esperado la sentencia con la respiración contenida, aunque no como una ciudad blindada. Mientras que una buena cantidad de "Carabineros", controlaba los puntos calientes de la capital chilena - el palacio presidencial de la Moneda, las embajadas de Gran Bretaña y España y las oficinas de las asociaciones pro y contra el vital Senador - los chilenos siguieron el evento minuto a minuto a través de la cobertura masiva que todas las redes nacionales le dedicaron. La atención se centró en un evento histórico, con enlaces satelitales en vivo desde Londres, Madrid y varios puntos en Santiago, que comenzaron alrededor de las siete de la mañana y continuaron durante todo el dÃa. Un poco menos de una hora después de la decisión del Señor, alrededor de las doce, dos de los periódicos de la tarde, ellos estaban listos con una edición especial. Uno de ellos se titula asÃ, efectivamente, en la primera página de: "Pinochet ha perdido y ha ganado".
En los momentos cruciales de la mañana, muchos santiagueños se apiñaban alrededor de los televisores instalados en lugares públicos, desde McDonald's hasta las tabernas más pequeñas. En una tienda departamental del centro incluso se tocó la revuelta de los clientes cuando éstos, enfurecidos, agredieron verbalmente al director para obligarlo a sintonizar la televisión directamente desde Londres.
Al caer la tarde, la situación, que hasta entonces habÃa permanecido en calma, comenzó a mostrar los primeros signos de tensión. A las dieciséis, ahora de Santiago, se registraron los primeros choques entre estudiantes y policÃa en el centro de la capital, en la intersección de las calles Alameda [2] y Miraflores, con un presupuesto de unos diez heridos y unos cincuenta estudiantes detenidos.
Muchos apelan a la calma, especialmente por parte de los funcionarios del gobierno. También las declaraciones amenazantes del general Fernando Rojas Vender, (el piloto que bombardeó el palacio presidencial de la Moneda), comandante de la Fuerza Aérea de Chile, el fiel FACH, que públicamente afirmó el martes que un clima "similar al del golpe de Estado de 1973, habÃa sido duramente censurada por el Gobierno, que incluso habÃa obligado a Rojas a una rectificación pública.
Ahora el foco cambió a la