A veces, con mi hermano, utilizamos palabras diferentes, pero siempre he mantenido que, en algunas ocasiones, ocurrieron abusos. No debe olvidarse, sin embargo, qué durante ese perÃodo difÃcil en la historia torturada de Chile, estaba en curso una verdadera guerra, una lucha subterránea entre dos bandos. Para esto hubo excesos en ambos lados.
¿Crees que tu padre deberÃa pedir perdón?
Mi padre no se siente culpable. Y una persona que se siente inocente, ¿de qué puede pedir perdón?
¿Comparten las recientes declaraciones del General Fernando Rojas Vender de que Chile está preparando un ambiente similar al de los tiempos del Gobierno de Unidad Popular?
El general Rojas solo dijo la verdad. Y es cierto que el paÃs se está desmoronando, con la posibilidad de cumplir, a pasos agigantados, un futuro muy incierto y dramático.
¿Qué piensas de la actitud de las Fuerzas Armadas con respecto a la detención de su padre? Se habla de un nerviosismo creciente...
Si yo fuera militar y arrestaran a un ex comandante en jefe del ejército de mi paÃs en el extranjero, me sentirÃa extremadamente indignado. Creo que lo vivirÃa como un ataque a la soberanÃa de mi patria y una falta de respeto por el Ejército. Y también creo que, hasta ahora, el ejército ha demostrado una gran paciencia. Pero si hubiera sido uno de ellos, quizás no haya tenido igual de ello.
¿Qué esperas del ejército?
No espero nada. Si no que actúen según su conciencia.
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Mireya Garcia
Perdonar es imposible
Mientras la reunión del Consejo de Seguridad Nacional aún se desarrollaba en el palacio presidencial de la Moneda, convocada urgentemente por el presidente Frei, una terrible noticia recorrió Chile, ya sacudido por la contradictoria sentencia en Londres sobre Pinochet, contribuyendo a elevar la ya alta tensión general: la noticia del descubrimiento de un nuevo centro de detención ilegal que se remonta al perÃodo de la dictadura militar, gracias a las revelaciones del Obispo de Punta Arenas, Monseñor González, donde ya se habÃan identificado los restos de cientos de desaparecidos. El centro de detención se encontraba en el extremo norte de Chile, a ciento diez kilómetros de la capital de Arica, en una región desértica donde, desde hace mucho tiempo, si se sospechaba su existencia. Asà se supo que los magistrados locales, durante varias semanas, y en el más absoluto de los secretos, investigaba en el centro. A pesar de la confidencialidad mantenida en el caso por el juez de la tercera sección penal de Arica, Juan Cristóbal Mera, y gracias a las declaraciones del gobernador local, Fernando Núñez, se sabÃa que las fosas comunes con los restos humanos se encontraban en una zona costera del distrito de Camarones. Muy cerca del antiguo cementerio de la ciudad llamado "de fácil acceso" por las autoridades.
â Debemos dejar en claro", puntualizó el gobernador Núñez a los periodistas, "que las coordenadas geográficas no son muy precisas, pero sabemos que el juez ya ha verificado la existencia de al menos dos fosos". Sin embargo, en el momento de la eventual exhumación de los restos de los desaparecidos, solicitaremos la presencia del ministro Juan Guzan Tapiaâ.
Las indicaciones que habÃan permitido identificar este centro de detención surgieron de algunas revelaciones del obispo González, quien recibirÃa la información del caso "bajo el secreto de la confesión", como él mismo habÃa declarado. TodavÃa no estaba claro cuántos centros de detención se referÃan a esta noticia.
Decidà entonces profundizar la tremenda realidad de los desaparecidos chilenos, reuniéndome con el lÃder de la Asociación de las familias de los desaparecidos.
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Encarcelada, torturada, exiliada. Mireya GarcÃa no ha perdido por el camino sólo su juventud con el golpe de Estado de Pinochet. Su hermano ha desaparecido, desde hace más de un cuarto de siglo. Hoy Mireya es vicepresidenta de la Asociación de familiares de los presos "desaparecidos", y no ha dejado nunca de luchar por la búsqueda de la verdad.
El lugar donde se encuentran, dÃa tras dÃa, desde hace años, estas madres, estas abuelas, cada una con su carga de dolor, cada una con su fotografÃa de un hijo, un hermano, un esposo o un sobrino, desaparecieron, es un edificio azul cerca del centro de Santiago. Las paredes del patio están cubiertas con fotografÃas de los desaparecidos, para cada una de ellas una foto descolorida y una frase, que repite al infinito la misma pregunta: «¿Dónde están?» «¿Dónde están? ». De vez en cuando, la pared de fotos y preguntas, todas sin respuesta, es interrumpida por una rosa, una flor.
¿Qué recuerdos tienes de esos años, del golpe de Estado?
Un recuerdo muy vago. Estaba en casa y simplemente recuerdo haber escuchado música militar en la radio. Entonces muchos hombres, en uniforme, en la calle. No acababa aún a darme cuenta que, aquel dÃa, la historia de mi paÃs, Chile, habÃa sufrido un golpe durÃsimo...
¿Cuántos años tenÃa entonces?
Yo era parte de la juventud socialista de Concepción, un pueblo a unos cientos de kilómetros al sur de Santiago. QuerÃa estudiar, casarme, tener una familia e hijos... En cambio, todo se apresuró. Rápidamente, muy rápido. Ahora puedo hablar de todo esto con relativa tranquilidad. Pero durante años no he podido recordar esos dÃas. Ni siquiera con mi familia...
Vinieron a buscarnos una tarde. En casa solo estábamos yo y mi hermano... fui arrestada (si asà se puede decir) y luego torturada. Incluso hoy, francamente, no puedo hablar de esas humillaciones...
Ya no volvà a ver a mi hermano. Más tarde, cuando tuve éxito, con mi familia, en escapar al extranjero, en México, supe que Vicente definitivamente habÃa desaparecido. Recuerdo con una terrible angustia saber que tal vez él todavÃa estaba vivo en alguna parte, y yo estaba allÃ, a miles de millas de distancia, sin poder regresar a Chile, sin poder buscarlo, ayudarlo.