En 1952 Pilar Bellosillo entró a formar parte del Consejo de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC), que en estos años tenía mucha vitalidad y estaba presidida por una mujer francesa de gran personalidad, Marie de Rostu. La Rama de Mujeres de Acción Católica de España pertenecía a la UMOFC desde hacía muchos años, pero en la época inmediatamente anterior sus representantes acudían a las reuniones internacionales con la idea de que tenían que aportar más que recibir. De alguna forma participaban en la creencia de que España era la «reserva espiritual» de Europa. En la década de los cincuenta ese espíritu fue cambiando y las mujeres españolas, a través de Pilar Bellosillo, empezaron a mirar a la UMOFC como un punto de referencia de donde les podían venir nuevas ideas.
En mayo de 1954 se reunió en Madrid el Consejo de la UMOFC, como paso previo al congreso internacional que tuvo lugar en Fátima inmediatamente después. Fue recibido por el Consejo Superior de Mujeres de Acción Católica, presidido por Pilar Bellosillo, que era también vocal del Consejo de la UMOFC desde 1952. Muchas mujeres españolas tuvieron entonces la ocasión de conocer a dirigentes de otros países que ocupaban cargos de responsabilidad en organizaciones católicas y también en el mundo civil, algunas de las cuales eran expertas y consultoras ante diferentes organismos de las Naciones Unidas con las cuales la UMOFC mantenía estatuto de consulta.
Para entonces el Consejo Superior de Mujeres de Acción Católica de España estaba tan compenetrado con la acción de la UMOFC, a través de Pilar Bellosillo y su equipo, que, bajo su impulso, había iniciado en 1953 un programa de promoción, similar al que la organización internacional estaba llevando a cabo en sus asociaciones del mundo entero con el fin de sensibilizar a las mujeres para la nueva dimensión que estaba adquiriendo su papel dentro de la sociedad.
El programa de la UMOFC se apoyaba en los repetidos llamamientos que Pío XII había hecho a las mujeres para que asumieran las nuevas responsabilidades que se les exigían y para que se adhirieran a su proyecto de convertir el mundo de «selvático en humano». La mujer era una de las fuerzas que el Papa quería incorporar a este plan de acción. Ya en abril de 1939, al poco tiempo de su elección, en su primer discurso a las mujeres católicas, Pío XII las invitó a tomar parte en el combate y a actuar con valor: «La mujer debe asumir sus responsabilidades en todos los terrenos y hacer frente a las exigencias de un apostolado efectivo». En octubre de 1945, el llamamiento a las mujeres católicas de Italia se hizo apremiante: «Vuestra hora ha sonado, mujeres y jóvenes católicas. La vida pública os necesita». Dos años más tarde, en 1947, dirigiéndose al Congreso Internacional de Ligas Católicas Femeninas, precisó aún más su pensamiento: «Antes, la mujer católica solo había pensado desempeñar dignamente el papel de gobernar un hogar sano o de servir a Dios en el claustro; pero ahora sale afuera y aparece en la arena para tomar parte en la lucha». Las mujeres católicas aceptaron el desafío lanzado por el Papa y dedicaron su atención prioritaria a la tarea de formar a sus afiliadas.
En España, las mujeres de Acción Católica se sumaron a esa tarea iniciando un plan de formación a fin de «hacer de la mujer una personalidad perfecta y una verdadera cristiana». Para lograr este objetivo emprendieron un serio estudio sobre esta cuestión tomando como base cuatro documentos de Pío XII: la carta a la presidenta de la Federación de Mujeres de la Acción Católica de Alemania, del 17 de julio de 1952, cuyo texto comenzaba: «En los momentos actuales hace falta dotar a la mujer de una recta personalidad cristiana»; el discurso a las mujeres católicas de Italia del 21 de octubre de 1945, titulado: «La personalidad de la mujer cristiana consiste en conservar e incrementar los valores humanos y sobrenaturales que Dios le ha dado»; el discurso al Congreso Internacional de las Ligas Católicas Femeninas «Programa de acción», de 11 de octubre de 1947, y el radiomensaje de Navidad de 1952, sobre «La despersonalización del hombre moderno».
A fin de facilitar el trabajo que debían llevar a cabo todos los centros de Acción Católica de España, el Consejo Superior de Mujeres publicó un folleto3 del que se hicieron varias ediciones y donde se recogían los cuatro documentos citados con subtítulos y notas realizadas para facilitar su manejo. Paralelamente se editó otro folleto, con siete guiones de trabajo de diversos autores que servían de base para los círculos de estudio. El séptimo guion, titulado: «La personalidad de la mujer cristiana y la vida católica internacional», estaba firmado por Pilar Bellosillo4.
En los años siguientes el programa continuó con la publicación de sucesivos folletos: el estudio de la personalidad de la mujer «en la vida familiar» (1954), como «miembro de la Iglesia» (1955) y «en la vida social» (1956). Del último fue autor Félix Obieta, conocido especialista en la materia que era entonces secretario del Instituto Social León XIII. Los textos se estudiaban en todos los centros parroquiales y organizaciones nacionales y diocesanas a lo largo de un curso completo.
Desde la perspectiva actual los planteamientos de aquel plan de formación nos parecen muy moderados porque, aunque incitaban a las mujeres a tomar nuevas responsabilidades, seguían haciendo hincapié en la tarea primordial de esposa y madre. Pero, a pesar de todo, suponían una apertura en aquella sociedad en la que las mujeres tenían muy limitadas sus posibilidades de acción. Conviene recordar que en aquellos años las mujeres en España eran consideradas como menores sujetas a tutela y les estaba prohibido acceder a numerosas profesiones.
El plan de formación, a través de una pedagogía activa, que se detalla en los folletos, sirvió sobre todo para iniciar a las militantes a pensar por su cuenta y a extraer sus propias conclusiones.
Tres realizaciones notables
Dando un paso más, a finales de los años cincuenta Pilar Bellosillo, como presidenta nacional de las Mujeres de Acción Católica, puso en marcha tres realizaciones muy importantes en las que se implicó muy personalmente: los Centros de Formación Familiar y Social, la Campaña contra el hambre y la Semana-Impacto. Cada una de ellas requiere una explicación más detallada.
1º Los Centros de Formación Familiar y Social
Las Mujeres de Acción Católica, desde sus comienzos en 1919, bajo el impulso del cardenal Guisasola5, tuvieron una gran preocupación social y, conscientes de la precaria situación cultural de la mujer, dedicaron una atención fundamental a su educación. Posteriormente, con Pío XI, la Acción Católica tomó un tinte más marcadamente apostólico y religioso, pero, en los años cuarenta, Pío XII, como hemos visto, pidió a las organizaciones femeninas católicas del mundo entero que trabajasen en la formación integral de la mujer para que fuera capaz de asumir las nuevas responsabilidades que la sociedad le exigía.
En esta línea se sitúan los Centros de Formación Familiar y Social, un proyecto que empezó a gestarse en 1956, año en el que la UMOFC lanzó una encuesta a todas sus organizaciones afiliadas del mundo entero, para conocer la formación que las mujeres católicas recibían a través de dichas organizaciones. El resultado fue muy contundente. Las organizaciones de la UMOFC impartían una intensa formación religiosa, seguida de una fuerte formación familiar; pero la formación cultural era escasa y menor aún la formación de tipo social, político o cívico. Sin duda se pensaba que estas facetas de la formación humana no eran competencia de las organizaciones religiosas. El hecho cierto es que la encuesta puso de relieve que las mujeres católicas mostraban unas fuertes carencias culturales que, según los comentarios hechos por la UMOFC en sus boletines, ponían en riesgo la misma formación religiosa por la falta de base en que sustentarla.
La UMOFC ponía de manifiesto esa carencia de una forma muy gráfica. Utilizando libros de tamaños diferentes, cada uno de los cuáles correspondía a la proporción de las horas dedicadas por las organizaciones católicas a cada tipo de formación, se intentaba construir una pirámide, con el resultado de que la formación religiosa