Con el método del Ver-Juzgar-Actuar, Malagón proponía una serie de meditaciones sobre el mundo actual, materializado y descristianizado, incluidos los cristianos. De esa reflexión derivaba una autocrítica severa: ¿por qué los cristianos han llegado a esa situación de descristianización? Se hace necesaria la re-educación del pueblo cristiano, de cara a ser más personas, más combatientes y más cristianos.
La primera meditación se titulaba «Con Cristo o contra Cristo», recordando la célebre de «Las dos banderas» de los ejercicios ignacianos. Después de esa enérgica toma de postura, se pasaba a plantear en extenso una meditación sobre «La Iglesia como cuerpo místico de Cristo», destacando las diferentes funciones de la jerarquía, que tiene como misión enseñar, y la de los laicos, que tienen como misión cristianizar el mundo. De ahí la necesidad de ser apóstoles.
La modernización del lenguaje, de los ejemplos, y la concreción a las circunstancias del momento tenían una polarización inesperada para la época. En el capítulo «El papel de la mujer en la realización del mundo de Dios, del mundo mejor» dice: «Así como hoy estamos asistiendo a la irrupción en la historia de la clase obrera y de los pueblos de color, ha llegado también la hora de la mujer, que durante mucho tiempo ha sufrido cómo se la tenía en un concepto de inferioridad». El modelo es la Virgen María, que fue educadora de Cristo, colaboradora, y administradora. Y al señalar esta capacidad reconocida de las mujeres, anota Malagón:
«Es posible que la Hacienda Pública, los consejos de administración, etc., estén esperando a las mujeres para enderezarse»10.
Sin duda ninguna, el vocabulario y los conceptos empleados eran novedosos para la época, aunque hoy puedan advertirse algunos detalles menos satisfactorios. Por ejemplo, en las explicaciones en que aconseja: «No usurpar su puesto (del hombre)». Y a continuación: «No estorbarle: animarle y consolarle...».
El segundo día se trataba ya centralmente de las obligaciones que impone al laico la dimensión social: la capacidad social del grupo y la importancia de la seglaridad. Este es el siglo de los seglares, así como hubo otros en los que la religiosidad se desarrollaba en los monasterios. Y el tercer día trataba de: «El tema fundamental de nuestro tiempo: la lucha de clases, la ausencia de Cristo, la dimensión social». En el año 1959, en la España franquista, solamente hacer mención de la lucha de clases era una provocación. Como meditación final se proponía el objetivo del cursillo que era la labor y la misión de la Acción Católica, su propuesta por parte de los papas, destacando lo más avanzado y positivo de sus planteamientos.
La Semana-Impacto se extendió por todo el mundo, llegó incluso al Japón, y, por supuesto, a América Latina.
Estas tres obras que acometió Pilar Bellosillo en su etapa de presidenta de las Mujeres de Acción Católica por sí solas justificarían toda una vida, pero en realidad fueron el comienzo de una acción más universal.
Cuando en 1961 fue nombrada presidenta de la UMOFC dio un salto a la vida internacional, aunque de hecho no cesó en la presidencia española hasta 1963. El nuevo nombramiento la obligó a pasar temporadas en París delegando las responsabilidades de España en el equipo que había formado. En la presidencia la sustituyó Carmen Victory.
Sin embargo, aún entonces, no se desconectó de las preocupaciones de la Acción Católica española, de forma que vivió muy intensamente la llamada «crisis de la Acción Católica» en la que intervino directamente, cuando en los primeros meses del año 1968, el equipo de seglares que se había elegido para dialogar con la jerarquía en aquellos momentos difíciles le pidió que informase directamente a Pablo VI de lo que estaba ocurriendo en España. Ella lo hizo así en el curso de una audiencia particular que le había sido concedida para tratar de otros asuntos.
Pilar Bellosillo nunca escribió lo que había pasado en aquella larga entrevista, pero lo contó en repetidas ocasiones a sus amigos más íntimos. Ella había sido encargada de informar al Papa de la situación y de transmitirle la postura de los dirigentes nacionales de la Acción Católica española que estaban dispuestos a dimitir colectivamente si no se lograba un entendimiento. Empezó por decirle que no quería comprometerle ni pedía su aprobación. Pilar, que no esperaba una respuesta directa, pensaba que el Papa podía haber desaprobado la conducta de los dirigentes españoles, pero no fue así. Por el contrario, se sintió absolutamente acogida y tratada con gran respeto. Salió de la entrevista con mucha paz11. Como se dijo más arriba, a partir de aquel momento, comenzaron los nombramientos de obispos auxiliares jóvenes, de espíritu conciliar.
Pilar Bellosillo ejerció la presidencia de las mujeres de Acción Católica de España durante 17 años y a partir de 1963 se concentró en una amplia actividad a nivel internacional.
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