La campaña iba dirigida muy directamente a las amas de casa: «Formaremos generaciones de mujeres que sean buenas productoras y buenas consumidoras», se dice en el número de la revista Senda ya citado. Apelan a las responsabilidades de las mujeres, y resaltan el valor de sus decisiones: «Las amas de casa son también productoras muchas veces y en este terreno es preciso también una educación», dice Carmen Wirth, delegada en España de la UMOFC, y cuando la periodista, Mary Salas, pregunta con escepticismo: «Perdona Carmen, pero en España no creo...», la respuesta es contundente: «En España también. Nuestras pequeñas industrias agrícolas están en manos de mujeres generalmente: el ganado doméstico, la avicultura... Es necesario producir racionalmente»8. Se trata, pues, de una directa alusión a los Centros de Formación Familiar y Social mencionados más arriba. La entrevista acaba con una advertencia muy clara: «No podemos olvidar a Egipto o a la India... pero tampoco podemos pasar indiferentes al lado de miserias muy cercanas para no ver más que las que están lejos. Debemos preocuparnos por todos los hombres».
Para evitar suspicacias el primer año no se hizo colecta, y en los demás años se trató de conseguir una forma de compromiso personal muy doméstico. Se solicitaba únicamente el importe de un pequeño ayuno: merienda, café, postre... que significaba muy poco en el gasto familiar, una cantidad pequeña, pero que implicaba una voluntad y un compromiso muy personal de ayuda, especialmente de las amas de casa.
En 1960 la campaña proyectaba comenzar el 15 de febrero, y culminar en la semana de 9 al 16 de junio. Ese año se recaudaron 500.000 pesetas. La segunda campaña tuvo mejor resultado: 1.100.052 pesetas. Aunque la Campaña contra el hambre empezó en España más tarde que en otros países, pronto fue cobrando impulso. En 1965, la cifra de recaudación fue de 13 millones de pesetas en España, 6 millones de pesos de la República Argentina, 545 millones de marcos recaudados por las católicas alemanes y 3.200.000 dólares aportados por las francesas. En 1966 el salto de cifras en España fue espectacular, en aquel año se llegó a 23.248.262 de pesetas.
Desde el principio se quería que la campaña no fuera una manifestación benéfica más de las ya existentes. Ya entonces se afirmaba que no se trataba de cubrir una necesidad, sino de promover una obra productiva y continuada, encaminada a remediar una de las tres hambres9. Se citaba la frase de san Agustín: «Se da pan a los que tienen hambre, pero mejor sería que nadie tuviera hambre».
El impulso inicial dado a la Campaña contra el hambre por las mujeres de Acción Católica fue creciendo en años posteriores hasta dar paso, en el año 1968, a la organización Manos Unidas, asociación con mucho prestigio entre las ONG dedicadas al desarrollo.
La Campaña contra el hambre planteaba un problema que las Mujeres de Acción Católica prefirieron no afrontar directamente: el problema del control de la natalidad, uno de los mecanismos que las organizaciones internacionales oficiales y neutras proponían como medio de resolver el problema del hambre.
En los medios católicos se hablaba de «paternidad responsable», no tanto como método concreto de reducción de la natalidad, sino como un planteamiento radicalmente distinto de los premios a las familias numerosas que proponía el franquismo oficial. No todos los hijos que «Dios quiera», sino los que la pareja estuviera decidida a asumir responsablemente después de madura reflexión.
3º La Semana-Impacto
Si los Centros de Formación estaban dedicados sobre todo a las mujeres rurales y de medios populares, y la Campaña contra el hambre suponía la apertura de horizontes hacia problemas más allá del ámbito nacional, la Semana-Impacto buscaba remover la conciencia de las mujeres de Acción Católica en los problemas inmediatos de la situación de nuestro país.
La preocupación por la formación social cobró mayor urgencia a través de la relación que la Rama de Mujeres mantuvo con los movimientos obreros, que empezaban a cobrar mayor auge a partir de la reforma de los estatutos de la Acción Católica, promulgados por los obispos en 1959.
Las Mujeres de Acción Católica, que se relacionaban día a día con las dirigentes de la HOAC femenina, descubrieron que este movimiento utilizaba un método de formación cuyos frutos eran evidentes. Con espíritu realista pensaron en utilizar aquella arma que tenían tan cerca y pidieron al consiliario de la HOAC, don Tomás Malagón, que elaborara para ellas un cursillo de formación. Así se hizo, y del 3 al 7 de noviembre del año 1958 don Tomás Malagón y Pilar Bellosillo dirigieron conjuntamente en Madrid el primer cursillo de este tipo que se denominó Semana-Impacto y produjo los frutos esperados. Asistieron 51 cursillistas de 31 diócesis y cinco consiliarios.
Algún revuelo debió producir aquella iniciativa porque en abril de 1960, don Alberto Bonet, secretario general de la Acción Católica, le pidió a Pilar Bellosillo que le enviase un informe sobre la Semana-Impacto, según decía, para entregarlo a la Dirección Central de la Acción Católica. Ella lo hizo así en un documento de cinco folios sin fecha, acompañados de una carta, también sin fecha, en la que pedía que «tengan en consideración el bien que se está logrando» y que «no se precipiten».
El informe de Pilar Bellosillo consta de dos partes. En la primera expone las características que presentaban las socias de la Rama de Mujeres: pasividad, cristianismo muy individualista, carencia absoluta de sentido social, imposibilidad de adaptar el apostolado a las necesidades del momento. En resumen, mujeres muy buenas, muy piadosas, con muy buena voluntad, incluso generosas, pero «incapaces» de llevar sobre sus hombros la responsabilidad de una tarea apostólica seria que exige profundidad creciente en la vida cristiana; apertura, impulsada por la caridad, conciencia viva de ser militantes, en una Iglesia militante, sensibilidad, afinada por un sentido social cristiano; tendencia constante a adaptarse a la realidad. Por otra parte, añade Pilar Bellosillo, los congresos internacionales de Apostolado Seglar, especialmente el segundo, habían planteado la necesidad de revisar a fondo la formación de base.
La segunda parte del informe explica las circunstancias en las que nació la Semana-Impacto, en la Rama y para la Rama, y expone los resultados que se estaban logrando en la formación de las militantes: apertura a un cristianismo más completo, más comunitario, más sinceramente consecuente, con mayor sentido social, mucho más realista: «Los resultados obtenidos hasta el momento, dice Pilar Bellosillo, son consoladores y por lo tanto estamos muy esperanzadas de que se va a lograr una vitalización de la organización desde la raíz».
La Dirección Central de la Acción Católica pretendió que «en la próxima edición» del manual de la Semana-Impacto se suprimieran «algunos párrafos», aunque nunca llegó a especificar cuáles eran los párrafos conflictivos. Superadas estas suspicacias la Rama siguió su camino con ciertas cautelas.
Los textos de la Semana-Impacto, cuyo autor era Tomás Malagón, consiliario de la HOAC en aquellos años, habían sido publicados en 1959 por el Consejo Superior de Mujeres de Acción Católica en una edición restringida de 250 ejemplares numerados para uso exclusivo de los consiliarios. El libro lleva el nihil obstat de José Mª García Lahiguera. Se editó también un folleto con indicaciones para los directores de la Semana y un manual para la directora porque el cursillo siempre era dirigido por un consiliario y una dirigente seglar.
El cursillo se desarrollaba en régimen de