Contesté a mi madre, que no paraba de derramar lágrimas y de incomodarme con su llanto:
—Creo que el que va caminando por la montaña, descubre una veta de oro, no la explora y pasa de largo perdiendo la oportunidad que tenía delante de sus narices es un idiota. Cuando una oportunidad tan buena se presenta por casualidad ante tus ojos, pensar que es injusto habértela ganado sin hacer nada no significa que no tengas ambiciones. Hay gente que se acobarda de pronto ante una felicidad tan grande salida de la nada. Conseguir la felicidad exige más valor que soportar la infelicidad. Si encuentras algo importante para ti, aférrate a ello, defiéndelo hasta el final, aunque pierdas otras cosas en el camino. Muchas personas mueren sin haber encontrado algo realmente importante para ellas, ¿sabes? No te comportes como una niñata.
Tras estas palabras, le di la espalda a mi madre y comencé a caminar. Eran cosas muy fuertes para una niña de primaria, y encima hacia mi propia madre. Cómo molo, ¿verdad? Mientras recorría tranquilamente el camino de vuelta a casa, le daba vueltas en mi cabeza al discurso que acababa de hacer: «El “no te comportes como una niñata” del final fue muy efectivo, ¿a que sí? Como una frase decisiva de una serie de televisión. El sermón previo cobra vida con esa línea lapidaria al final. Pero decirla mientras llevo la mochila del colegio a la espalda… ¿será una imagen impactante?». Analizando las cosas que dije y cómo me había alejado de mi madre, seguramente me convertiría en una adulta inútil y desagradable. ¿Cómo se puede pensar que un ginecólogo normal se enamora de una paciente embarazada? ¿Y que le da el primer beso a una mujer tumbada en la camilla de la sala de partos, en medio del trajín de dar a luz? Es una situación imposible, se mire como se mire. ¿No? No entiendo en absoluto el amor entre adultos.
Sin lugar a dudas, la firma del divorcio causaría que el inútil de mi padre se derrumbara hasta en el trabajo y volviera alegremente a la bebida y al juego, algo propio de alguien como él. Pero lo infravaloré y, contra todo pronóstico, no salió a beber sin parar, sino que empezó a tomarse su trabajo muy en serio, qué digo en serio, con una energía e interés nunca vistos hasta entonces. Incluso comenzó a investigar con qué tipo de productos trabajaban otros falsificadores y a proponer a la organización que «como tal o cuál se venden tan bien, ¿por qué no los fabricamos nosotros también con nuestro logo de Versace?».
Las propuestas de mi padre eran absurdas: paipáis de Versace, pegatinas de Versace, estuches para lápices de Versace, almohadillas para hacer caligrafía de Versace… A pesar de que Versace no haría cosas así ni por error, el inútil de mi padre tanteaba a los de la organización diciéndoles que le dejaran fabricarlos, que se venderían muy bien. Aunque el inútil de mi padre decía que estaba investigando los productos de otros falsificadores, lo cierto es que no iba a investigar las tiendas de imitaciones de Louis Vuitton o Chanel, sino que estudiaba tiendas de imitaciones destinadas a menores de edad, donde pegaban a los productos fotografías de bandas de ídolos japoneses como los Johnny’s o las Morning Musume. Yo pensaba con mi mente infantil que no era una persona normal, que su forma de ver las cosas era más propia de una rana que de un ser humano. Las ideas del inútil de mi padre seguían adelante sin complicaciones (¡hasta los de la organización daban luz verde a esos proyectos!) y se empezaron a fabricar almohadillas para caligrafía y paipáis con «Versace» en letras doradas sobre fondo rojo.
«Es imposible que vendan nada, ¿quién lo comprará?», pensaba yo, observando con la boca cerrada. Pues parece que aun así se vendían bastante bien. Cuando empecé la secundaria, recuerdo ver cómo mis compañeros yankis de clase presumían de llevar los estuches y almohadillas para caligrafía de Versace que había ideado el inútil de mi padre, y por fin acepté que había nicho de mercado para eso. Aunque lo normal habría sido que presumiera descaradamente de que aquellas cosas que llevaban mis compañeros de clase habían sido idea suya, tristemente eran falsificaciones y no quería llevarme crédito por ello, así que, con un estado de ánimo más bien complicado, me limitaba a observar cómo los yankis de mis compañeros llevaban las falsificaciones de Versace. «¡Mira cómo mola este estuche! Es de marca, muy estiloso. Y muy caro, ¿eh? Es que es de Versace… ¡Hecho en Francia!» De vez en cuando oía cosas así. ¡Agh! El inútil de mi padre seguía creyendo que Versace era una marca francesa y la seguía colando en las tiendas como tal. Y ellos se lo tragaban y vendían a los consumidores un Versace hecho en Japón como si estuviera fabricado en Francia. Por culpa del inútil de mi padre, casi todo el mundo en Amagasaki cree erróneamente que Versace es una maison francesa. Me duele el alma solo de pensarlo. ¿Cómo es posible que nadie se haya dado cuenta? A nadie se le ocurre pensar: «¡Pero si Versace es italiana!». Me alucina que podáis ser tan ingenuos.
Pero dormirse en los laureles con tanta ingenuidad y seguir fabricando falsificaciones sin parar se termina volviendo en tu contra. Universal Studios Japan abrió sus puertas en Osaka cuando empecé el instituto. La gente de Osaka, y con ellos toda Kansai, estaba entusiasmada con el nacimiento en su ciudad de un parque de atracciones gigantesco que podía rivalizar con Disneyland Tokio (que en realidad estaba en Chiba). Empezaron a abrir a lo loco tiendas de sushi que preparaban sushi especial Tiburón y tiendas de dulces que vendían bollos E.T. al vapor. Comenzaron a aparecer de la nada comerciantes aprovechados con el objetivo de hacer su agosto, y hasta su septiembre, a costa de los clientes que venían a Universal Studios Japan. Por supuesto que ninguno de esos productos al vapor contaba con la autorización de Universal Studios, así que tanto el sushi como los bollos al vapor pueden interpretarse en un sentido amplio como falsificaciones. El inútil de mi padre, como importante veterano del negocio de los productos falsos y como jefe de Office Ryūgasaki, S.A., (que no era una sociedad anónima ni él era jefe, aunque en su tarjeta de visita figuraba el cargo de director ejecutivo. Además, cuando lo normal sería que el cargo apareciera en letras pequeñas, en la tarjeta del inútil de mi padre «director ejecutivo» estaba impreso con letras tan grandes como las de su nombre), no podía evitar tramar algo relacionado con Universal Studios Japan. Hizo encargos a la fábrica y puso a la venta gorras, camisetas de manga corta y sudaderas atrevidas, o tal vez sea mejor llamarlas irracionales, o absurdas, o tal vez surrealistas, que tenían impreso «Universal Studios Japan», y debajo el logo de la compañía, y además, debajo de este, el logo de Versace. ¿Por qué tiene que ponerle hasta el logo de Versace? Como si no fuera suficiente con falsificar la marca y el logo de Universal Studios… Parece que para el inútil de mi padre había una única regla de oro en los negocios: «Hagas lo que hagas, si metes el logo de Versace la venta está asegurada». No me cabe en la cabeza qué sensibilidad o buen gusto puede haber en eso. Para el inútil de mi padre, Versace era el logo mágico, todo lo que necesitaba para que un negocio fuera viento en popa (si es así, ¡por lo menos estudia un poco sobre Versace!).
Parece que los de la organización también estaban un poco desconcertados con esa idea de unir Versace con Universal Studios, y le decían: «¿No es suficiente ya con Universal Studios? ¿Crees que hace falta meter también Versace? O sea, es que Universal Studios y Versace no tienen nada que ver…», a lo que el inútil de mi padre contestaba envarado: «¡Para nada! Qué inocentes sois… Hoy en día, hasta el más inexperto puede hacer una falsificación que lleve la marca y el logo de Universal Studios. Esas simplezas no se venden. Yo llevo mucho tiempo dedicándome al negocio de la ropa. Por eso sé perfectamente qué será lo que más se llevará en el mundo de la moda. Ahora entre los jóvenes se lleva el co-branding. ¿Os suena? Claro que no… Co-branding. El co-branding consiste en que una marca famosa de calzado y una marca famosa de ropa sacan juntas un producto. También los grandes bancos se fusionan; el mundo está lleno de co-branding. Por eso quiero fabricar productos de co-branding entre Versace y Universal Studios. Serán un éxito seguro. A nadie se le ha ocurrido juntar Universal Studios con Versace, así que la novedad hará que los clientes se enganchen enseguida».
¿Dónde narices pudo el inútil de mi padre aprender una palabra como co-branding? ¡Ah! Tal vez la leyera a escondidas en Soen u otra de mis revistas de moda. De ninguna otra manera ha podido entrarle en la cabeza al inútil de mi padre una palabra como co-branding. Y encima va diciendo orgullosamente que se dedica al «negocio de la ropa». Es innegable que el inútil de mi padre trabaja con ropa, pero ¿definir lo que hace como