3.2. Tratados teológicos y éticos
Estos tratados no contienen indicaciones biográficas que nos sirvan para fecharlos pero, si tenemos en cuenta que fueron pronunciados por el Nuevo Teólogo cuando ya no era higúmeno y que son obra de controversia, es lícito situarlos en la etapa final de su vida, la que comienza en el 1003 con su disputa con el sincelo Esteban y prosigue con su renuncia a su cargo de director de la comunidad de San Mamas en 1005 y con su posterior exilio en el 1009. Van dirigidos al público en general y no solo a los monjes. Son más sistemáticos y de consulta obligatoria para conocer el pensamiento teológico de nuestro autor.
En la edición de Nicetas tenemos tres Tratados teológicos y quince Tratados éticos. Los primeros se ocupan del mismo tema, la unidad de la naturaleza divina en la Trinidad de Personas. Fueron escritos los tres con ocasión del debate exegético entre Simeón y Esteban de Nicomedia. En ellos, la presentación de la tesis adversa apenas ocupa cinco líneas, que son refutadas desde el principio. Usa el método de la cita escriturística para fundamentar su proposición de que el conocimiento verdadero viene solo por la purificación, la ascesis y la contemplación de Dios.
En sus Tratados éticos, esperaríamos una exposición de los temas dirigida más a la vivencia de la doctrina que a su explicación teológica. Sin embargo, nos encontramos a veces afirmaciones especulativas que más bien corresponderían a un Tratado teológico. Son quince, de los cuales los dos primeros están divididos en capítulos y los restantes no. En ellos Simeón sostiene, frase que llegó a ser un tópico desde Evagrio hasta Gregorio Palamás, que el conocimiento de Dios viene a través de la experiencia y no gracias al estudio, de ahí que no dude en hablarnos sobre su experiencia personal e incluso nos presente la visión de Dios que él tuvo. Además del tema del conocimiento de Dios trata de la imperturbabilidad y la relación entre los sacramentos y la jerarquía.
3.3. Capítulos teológicos gnósticos y prácticos
La obra parece ser una recopilación de lo mejor de sus escritos redactada después de su renuncia como higúmeno de San Mamas. Consta de tres partes: a) cien capítulos prácticos y teológicos, b) veinticinco capítulos gnósticos y teológicos y c) cien capítulos teológicos y prácticos. Cada capítulo consiste en una breve sentencia o párrafo donde se expone el pensamiento del autor. Esta forma de escribir es frecuente en los autores ascéticos. Baste citar a san Juan Clímaco y su Escala del paraíso y a san Marcos el Ermitaño, La ley espiritual, los dos autores que más detenidamente leyó nuestro monje.
No es una obra en la que Simeón intente buscar gloria literaria sino solo la edificación espiritual de los lectores. De ahí que veamos antítesis y acumulaciones un poco forzadas, que son típicas de este tipo de escritos. Tiene, además, muchas comparaciones, presenta las ideas con una visión rápida dirigida hacia lo simbólico y se aprecian formas lingüísticas propias de la época bizantinas. En definitiva, es un escrito que busca que el lector sea conducido por su lectura a la cumbre de la contemplación. Aunque podría parecer que no es original, porque recoge las corrientes tradicionales de la espiritualidad oriental, en realidad los vemos recorridos por un espíritu nuevo que nos presenta la vida como una experiencia.
3.4. Himnos
Es difícil precisar la fecha de composición de los Himnos excepto en el caso del Himno 21, que contiene la respuesta al sincelo Esteban en el año 1003, pero podemos afirmar, de una manera general, que una parte de sus himnos se sitúan entre el año 980 y el 1005, y serían contemporáneos con sus Catequesis; sin embargo, la mayor parte de ellos hay que datarlos entre su renuncia al cargo de higúmeno (1005) y su muerte (1022).
Sobre su estilo, Johannes Koder23 afirma que Simeón da preeminencia al contenido sobre la forma externa, por eso no se puede hablar de una retórica y estilo muy elaborados y sí de numerosas faltas estilísticas. Además, muchos himnos se presentan bajo una forma dialogada, siguiendo una tradición que viene desde Romano el Meloda. Sin embargo, hay una diferencia entre estos dos autores: mientras el diálogo en los himnos del Meloda es retórico, no lo es así en Simeón, que trata de reproducir la conversación que ha tenido lugar entre Cristo, que le ha hablado por medio de una visión, y él. Por lo que se refiere a su contenido, Koder sostiene que no está influenciado por ningún autor en particular, aunque muestra conocer el vocabulario de la obra Barlaam y Josafat24 y encontramos referencias a la teología negativa del Pseudo-Dionisio. En cuanto al uso lingüístico de esta obra, se advierte que, en su intento de adecuar el lenguaje a su experiencia, tiene que crear nuevas palabras e imágenes poco habituales junto con el empleo de numerosas figuras retóricas25.
3.5. Cartas
Cuatro cartas se conservan como auténticas de Simeón. De ellas la primera trata el tema de la confesión y aquellos que tienen el poder de absolver, la llamada Carta sobre la confesión. En las demás, los temas tratados son los siguientes: la penitencia y los actos del que se acerca a confesar, los criterios de la santidad y aquellos que se han consagrado a sí mismos y se han apropiado de la dignidad apostólica sin la gracia que viene de lo alto.
4. Pensamiento de Simeón el Nuevo Teólogo
El papa Benedicto XVI resume brillantemente el pensamiento místico del Nuevo Teólogo: «Simeón concentra su reflexión sobre la presencia del Espíritu Santo en los bautizados y sobre la conciencia que deben tener de esta realidad espiritual. La vida cristiana –subraya– es comunión íntima y personal con Dios; la gracia divina ilumina el corazón del creyente y lo conduce a la visión mística del Señor»26.
Según Simeón la meta que debe alcanzar todo ser humano es su propia divinización, llegando así al paraíso celestial. Este tema no es nuevo, pues hunde sus raíces en la doctrina de los Padres de la Iglesia, especialmente a partir del siglo III con Clemente de Alejandría y Orígenes, y se desarrollará en los siglos posteriores con san Gregorio de Nisa, el Pseudo-Dionisio Areopagita y san Máximo el Confesor, entre otros. En el siglo VIII san Juan Damasceno nos ofrece un esquema de vida espiritual en el cual la divinización se realiza en dos momentos: el primero, mediante la redención de Cristo por la que toda la humanidad queda santificada; el segundo, el que cada individuo debe procurar mediante la recepción del Bautismo, la Eucaristía y una vida pura27.
Este esquema lo recoge el Nuevo Teólogo. En efecto, en sus obras vemos cómo Jesucristo se hace hombre para regenerar al ser humano que, después del pecado, se había vuelto contra Dios, siendo necesario que después de la transgresión de Adán viniera la obediencia de Cristo. Esta regeneración se nos presenta de forma paralela a la caída del primer hombre; así, a la desobediencia de Adán, le corresponde la obediencia de Cristo, al árbol del paraíso, el árbol de la cruz y, finalmente, a la transgresión de Eva, la aceptación de María.
Una vez producida la divinización de la humanidad por la sangre de Cristo, Simeón insiste en la necesidad de que cada persona en particular participe activamente en su propia divinización. Esta se da gratuitamente al ser humano por el Bautismo, pero si este no corresponde a esta gracia con una fe firme, cumpliendo los mandamientos y purificándose con todas sus fuerzas, realmente puede condenarse y no participar de la naturaleza divina. Junto al Bautismo, la Eucaristía juega un papel fundamental como medio principal y necesario que la persona humana posee para alcanzar su propia divinización.
Simeón sostiene que esta divinización se produce en el ser humano de una manera consciente pues, si dos personas se unen y una de ellas no se da cuenta de que se ha producido dicha unión es porque está muerta, ya que la relación entre seres vivos es siempre consciente. Sostener que la unión entre el ser humano y Dios se produce de una manera inconsciente es igual que declarar que uno de los dos está muerto. Como de Dios no podemos decirlo, solo lo podemos afirmar del ser humano. La persona muerta espiritualmente no puede estar divinizada.