Al fallecer Tzimisces, Basilio tenía ya dieciocho años y su hermano Constantino dieciséis. En este momento empezó una época conflictiva en la corte bizantina que estuvo a punto de dejar a Basilio II sin autoridad por dos motivos: el primero, porque los aristócratas, acostumbrados a que el gobierno imperial estuviera en manos de un estratega, veían con buenos ojos que se eligiese a otro general como sucesor de Tzimisces, Bardas Escleros. El segundo por las ambiciones de su tío abuelo, Basilio el Notos que, bajo la apariencia de querer mantener en el trono a sus sobrinos, buscaba dirigir él solo los asuntos del Imperio. En esta situación se produjo la rebelión de Bardas Escleros, cuñado de Tzimisces, vencido por el tío abuelo de los emperadores con la ayuda de Bardas Focas después de tres años de luchas.
Conjurado este primer peligro, Basilio II concentró sus fuerzas en anular a su tío Basilio, dándose cuenta del gran poder que este había asumido. Enterado este de los planes del emperador, intentó dar un golpe de Estado apoyándose en su amigo Focas. Informado el emperador de la trama, cortó a tiempo la conjura y exilió a su tío. De esta forma se hizo con todo el poder mientras su hermano se dedicaba a «vivir la vida». Su primera actuación fue anular las leyes promulgadas por su tío. Una vez en el poder, sin embargo, no tuvo un reinado tranquilo, como lo muestran las rebeliones internas y externas a las que tuvo que hacer frente. Una de las más importantes fue la capitaneada por Bardas Escleros, aliado esta vez con Bardas Focas y apoyado por los mandos militares descontentos. Focas, al advertir su supremacía sobre Escleros, rompió el pacto y lo encarceló, quedándose como único pretendiente al trono.
Ante esta conjura la situación de Basilio II se hizo desesperada, hasta el punto de tener que buscar ayuda en la corte del príncipe de Kiev, Vladimir, que le envió un gran contingente de tropas, recibiendo como recompensa a la hermana del emperador, Ana Porfirogénita, para contraer matrimonio con ella. Así derrotaron a Bardas Focas en la batalla de Abidos en el 989. Con respecto a Escleros, que estaba en la cárcel, la solución pasó por la firma de un acuerdo amistoso entre él y el emperador que puso fin a las luchas internas y de esta manera Basilio II pudo dedicarse de lleno a la consolidación de las fronteras exteriores.
Si difícil lo tuvo en el interior del Imperio, no menos problemas le ocasionaron los pueblos vecinos. Comencemos con los árabes, que acosaban las fronteras del Imperio especialmente por el Oriente. Ante esta situación el emperador se vio forzado a luchar contra ellos, y los límites del Imperio se extendieron de tal modo que en el reinado de Basilio II se restauró la presencia bizantina en aquellos lugares donde se había perdido antaño por las ofensivas árabes.
Por lo que se refiere a los armenios, Basilio II conquistó la mayor parte de su territorio occidental, convirtiéndose toda esta región en la provincia bizantina de Iberia. Casi al final de su mandato volvieron a estallar nuevos enfrentamientos en Armenia y el emperador tuvo que enfrentarse de nuevo a esta nación y, una vez vencida, agregó parte de su territorio al Imperio, sometiendo el resto a vasallaje.
Pero son sin duda los búlgaros los que más problemas causaron a los bizantinos. Ya a comienzos del siglo X iniciaron una ofensiva contra el Imperio en la que se anexionaron varias regiones bizantinas del sur de Europa. En la segunda mitad del siglo X, Tzimisces se apropió de toda la parte oriental de Bulgaria. Basilio II, por su parte, provocó la guerra contra los búlgaros con el fin de trasladar la frontera bizantina hasta los límites que había tenido en la época de Justiniano y Mauricio, es decir, hasta la línea del Danubio.
Así comenzó un período de luchas con resultados desiguales al principio y al final de su mandato. En los primeros años, al estar Basilio preocupado por afianzar su trono, debido a las revueltas internas que lo amenazaban, tuvo que abandonar su lucha contra este pueblo eslavo. Estos aprovecharon la situación y ocuparon la provincia bizantina de Tesalia y Hellas. Ante esta ofensiva, Basilio, en cuanto consiguió superar los conflictos internos, emprendió varias campañas contra los búlgaros, cuyos resultados, siendo malos al principio, llevaron al emperador a emprender en el año 1014 su última ofensiva contra los búlgaros en la que capturó a 14.000 búlgaros, a quienes cegó y luego devolvió sin vista al zar de Bulgaria, Samuel. Este terrible suceso produjo una honda pena en el corazón del monarca, que murió el 6 de octubre del 1014. Después de su muerte, el Imperio búlgaro no levantó cabeza y en el 1018 dejó de existir y quedó transformado en provincia bizantina.
Terminamos nuestro recorrido presentando la relación de los bizantinos con los pechenegos, pueblo establecido en esta época en el territorio de la Valaquia actual, es decir, al norte del Danubio inferior, y en las llanuras de la Rusia meridional. Aunque no serán peligrosos para el Imperio bizantino hasta mediados del siglo XI, por su posición geográfica, tenían una gran importancia estratégica para frenar los avances búlgaro, ruso y magiar. En el siglo XI, después de la conquista de Bulgaria por Basilio II, terminaron siendo unos vecinos poderosos, difíciles de mantener en sus fronteras e, incluso, a mediados de este siglo empezaron a ser un serio peligro pues comenzaron a franquear el Danubio. Se convirtieron en los enemigos más temibles del norte y tuvieron que ser comprados a un alto precio para que se mantuviesen fuera de las fronteras del Imperio bizantino.
La relación de Bizancio con el mundo occidental se realizó en dos frentes: uno con la República veneciana, con la que firmó en marzo del 992 un tratado según el cual el peaje que los barcos venecianos pagaban en su comercio con Bizancio se regula de forma favorable a Venecia, encargándose esta última de la política bizantina en el Adriático e intensificándose así su influencia sobre el Imperio. Otro con el emperador Otón con el que, después de una ruptura de relaciones en el reinado de Constantino Porfirogénito, se intentará mantener buenas relaciones, sobre todo por el peligro que el emperador occidental podía ocasionar a las posesiones bizantinas del sur de Italia. Por ello Basilio II y Otón III abrirán negociaciones para el matrimonio del propio Basilio con una sobrina de Otón.
1.2. Contexto socioeconómico
El aspecto social del Imperio bizantino en el período que va del primer al segundo milenio se puede abordar desde distintos puntos de vista. Por lo que se refiere a la demografía, se observa que, después de la fuerte caída de población producida durante los siglos VII y VIII, debida en parte a las frecuentes incursiones de los árabes en las provincias imperiales de Asia Menor, se asiste en esta época a un crecimiento de la población que tendrá un desarrollo distinto según las diversas regiones.
En lo concerniente a la distribución étnica varía según las provincias imperiales: en Italia la población o es latina o está latinizada; en los Balcanes es predominantemente eslava o iliria y los griegos tienen solo una cierta importancia en las ciudades costeras; en Macedonia, por el contrario, la población griega es mayoritaria en dirección al sur, en cambio en el norte la eslavización, con algunas excepciones, es completa; en Grecia, el elemento griego se impone incluso en zonas eslavizadas, y, finalmente, en Anatolia el elemento griego es aplastante, aunque en el siglo XI empiezan a asentarse sirios y armenios.
La sociedad bizantina en esta época era una sociedad esencialmente rural compuesta sobre todo por una aristocracia rural y el pequeño campesinado, con un amplio grupo de funcionarios reales en la capital del Imperio. Si la situación del campo en la época anterior a la de Simeón se basaba en la pequeña explotación familiar, siguiendo el ideal del hombre bizantino de «vivir autárquicamente», en el reinado macedonio la carga fiscal de los pequeños propietarios se hizo tan grande que tenían que recurrir al apoyo de las grandes fortunas, pagándolo con su libertad e independencia, puesto que el pequeño campesino no tenía más remedio que vender sus tierras para hacer frente a las deudas, y los otros campesinos no tenían el dinero suficiente para adquirirlas, por lo que los únicos que podían comprarlas eran los poderosos. Esto ocasionó un grave problema