El producto de ejercicios genealógicos sobre la performación de sujetos es un relato abierto que no aspira a agotar el repertorio de dispositivos intervinientes ni identificar relaciones causales o leyes, pero sí a señalar el carácter plural de estos sujetos, identificar en el tiempo la red de elementos y prácticas que los sostienen, describir los mecanismos de operación de las tecnologías que articulan conductas y saberes específicos en torno a ellos, analizar cómo son objetivados y subjetivados, definidos con más o menos agencia, capacidades, estatus –e incluso moral– y trazar los efectos que sus (des)figuraciones provocan en el tejido social.
En este capítulo expongo este enfoque recurriendo a la figura del detenido desaparecido por la Dictadura cívico-militar de Pinochet, que analicé con la lingüista Marcela Ruiz (2018). Sistematizo y comento aquí los procesos metodológicos, analíticos y éticos que fuimos articulando ante el desafío de trazar –mediante investigación de archivos– las inscripciones que han investido a este sujeto no sobreviviente del terrorismo estatal. Describiré un enfoque en desarrollo, inmanente, producido al tiempo que íbamos definiendo el objeto de estudio y que, como dice Cerrutti, es “partícipe de las formaciones culturales que analiza y de las prácticas que problematiza” (Cerrutti 2015, 13).
Comienzo presentando los principales conceptos y herramientas movilizados para conducir la investigación social mediante este enfoque, en el contexto de mi propio desarrollo en el campo de la sociología del sujeto, en general, y de la sociología de los sujetos de la violencia política, en particular. Luego describo la trastienda de nuestro proceso investigativo para el caso de el/la detenido/a desaparecido/a, reparando en asuntos metodológicos, éticos, políticos y analíticos, en el contexto de una indagación interdisciplinar en archivos. Termino reflexionando sobre los alcances de este tipo de investigación para el estudio de sujetos (des)figurados por la violencia de Estado y, de modo más amplio, para el campo de los estudios de sujetos y subjetividades.
Construyendo el objeto
A mi juicio, la práctica investigativa en ciencias sociales no se reduce a las estrategias y procedimientos con que sometemos a examen a un corpus determinado de datos; ella pasa también, en primera instancia, por la definición que hacemos del objeto de estudio y por lo que apostamos que podemos decir de esa entidad provistos del conjunto de herramientas, preguntas e intereses con que nos acercamos a ella. De ahí que en ocasiones como esta, hablar de enfoque metodológico me parece restrictivo y prefiera utilizar la noción de enfoque epistémico o, incluso, de enfoque onto-epistémico para explicar mis investigaciones.
Mi trabajo (Bernasconi 2015, 2016, Bernasconi, Ruiz y Lira 2018, Bernasconi y Ruiz 2018, Ruiz y Bernasconi 2019, Bernasconi, López y Ruiz 2019), ha venido promoviendo el desplazamiento de los estudios sobre individuos, sujetos y subjetividades desde una matriz antropocéntrica, dialéctica y modernista, donde este fenómeno es concebido como propiedad inherente de un actor humano individual o un producto de estructuras materiales o discursivas (por ejemplo, instituciones o ideologías), para observarlo desde perspectivas post-antropocéntricas, poshumanas, simétricas y pragmáticas (Gomart y Hennion 1999, Hennion 2007, Mol 2002, 2008, Barad 2007, Blackman et al. 2008). Sujeto, desde mi perspectiva, no “refiere al producto de la psyche o del lenguaje”, sino al blanco de la acción de distintos regímenes y sus consiguientes prácticas, estrategias, actores, lógicas de acción, racionalidades y tipos de conocimiento espaciotemporal situados. Sujeto es, para mí, el efecto de condiciones contingentes y diversas que requieren ser exploradas en relación. Desde estas coordenadas, he intentado promover la extensión del campo de estudio de los sujetos y las subjetividades desde la pregunta clásica sobre la emergencia del sujeto (abordada generalmente como un asunto de producción y/o reproducción) hacia cuestiones relativas a sus condiciones de existencia, estabilización, sostenimiento y distribución (Haraway 1991, Callon y Law 1997, Thrift 2008, García 2010, Arruda 2011, Callus y Herbrechter 2012).
En el artículo “A performative and genealogical approach to the liminal subject’s social sustenance: the case of the disappeared detainee in Chile” (Una aproximación performativa y genealógica al sostenimiento social del sujeto liminal: el caso del detenido desaparecido en Chile), nos propusimos analizar cómo la sociedad chilena ha sostenido al detenido desaparecido, el sujeto que la literatura denomina como la figura total de la violencia política (Arendt 1973, Gatti 2008, 2011).
La práctica de la desaparición forzada, otrora en los márgenes sociales, fue utilizada fuera de toda ley y de modo sistemático durante los años setenta y ochenta por las dictaduras cívico- militares en el cono sur americano para “exterminar” a los actores políticos, instituyendo con ello, un nuevo tipo de sujeto: el desaparecido. En Chile, recordemos, aún se desconocen las causas y circunstancias de muerte así como el destino final de los cuerpos en el 87 % de los casos de desapariciones producidos por la Dictadura. La violencia estatal, de género, los conflictos armados, las narco-guerras y varias combinaciones entre estas, han terminado por expandir este tipo social por América, hoy por hoy, el continente de las desapariciones. Según el Centro Nacional de Memoria Histórica en Colombia, habría más de 81,000 desaparecidos producto del conflicto armado, la mitad producidos en los últimos diez años. Y, pese a los acuerdos de paz firmados en 2016, las desapariciones no han cesado. En 2018 desaparecieron en promedio diecisiete personas por día en ese país. Guatemala, El Salvador, México, Brasil, Uruguay, Ecuador, Honduras, Nicaragua, Paraguay y Perú, también registran cientos y miles de ciudadanos abducidos, cancelados, “tragados” o “chupados” por violencias de distinto tipo.
En el caso chileno, pero también en las sociedades hermanas, desde la perpetración del crimen, hace más de cuatro décadas, este sujeto no sobreviviente del terrorismo de Estado, ha sido sistemáticamente actuado y hablado por otros que han disputado su figuración en el intersticio entre vida y muerte. Esta constatación permite proponer un ejercicio sociológico para el estudio de un sujeto que es, al mismo tiempo, evidencia de una modalidad de violencia radical, y de la productividad de procesos de contestación social que buscan contrarrestar los intentos por extirpar ciudadanos de la faz de la tierra, otorgándoles persistencia social y temporal.
Este asunto de los esfuerzos sociales involucrados en sostener una figuración de sujeto determinada, no ha tenido la atención que merece en este campo de estudio. Perspectivas post-constructivistas y post-sociales como, por ejemplo, corrientes del feminismo, de los estudios de ciencia y tecnología y de la Teoría del Actor-Red, que prescinden de teorías sustantivas del sujeto y que subrayan el carácter relacional, inmanente, pragmático y post-antropocéntrico de este constructo, sin duda, contribuyen al desarrollo de estas áreas de indagación (Barad 2010, Braidotti 1993, Law 2004, 2007, Latour 2005, Selgas 2010, Thrift 2008, Bernasconi 2015).
Reconstruir parte de la trama de prácticas y discursos que han permitido sostener a el/la detenido/a desaparecido/a en el tiempo, nos parecía también un ejercicio ético-político, toda vez que se sumaría humildemente a aquellas actividades que han traído una y otra vez a este sujeto al presente, haciéndonos parte de la serie de actores y cosas que han participado de su pervivencia social. Se trata también de un ejercicio de memoria que lucha contra el intento originario de su erradicación, sustentado en el desvanecimiento de todo vestigio sobre el cual sustentarla. Inscribir una investigación sociológica como acción de memoria pasa por reconocer el carácter performativo de las intervenciones sociales que podemos realizar con nuestros estudios y, como advierte Law (2004) o Grosz (2017), por afirmar con ellos el tipo de mundo que queremos construir. Y es que la “promesa” del enfoque performativo (Bell 2007) no recae en sus capacidades explicativas, sino en el propio acto de intervención sobre ciertas realidades para iluminar sus posibilidades y considerar, una y otra vez, sus modos de constitución de modo de contribuir a figurar nuestra actualidad.