Genealogía de dispositivos y tecnologías políticas
La noción de genealogía (Nietzsche 1971, Foucault 1977, 1992) nombra los procesos, procedimientos y tecnologías a través de los cuales la verdad y el conocimiento sobre cierto sujeto es producido (Tamboukou 1999, 2). A diferencia de la historiografía tradicional, la genealogía busca descifrar o desmontar la organización y significado del presente, investigando sus condiciones de posibilidad y los regímenes prácticos y discursivos que lo sostienen en el tiempo (Smart 1985, Dreyfus y Rabinow 1982).
Dispositivo (dispositif), por su parte, refiere a una red heterogénea de elementos entrelazados en relaciones de poder, incluyendo “discursos, instituciones, arreglos arquitectónicos, regulaciones, leyes, medidas administrativas, afirmaciones científicas, proposiciones filosóficas, moralidad, filantropía, etcétera” (Foucault 1994, 229, citado en Agamben 2011). Como he indicado anteriormente (Bernasconi y Ruiz 2018, Bernasconi 2019a), según Foucault, un dispositivo sería un aparato estratégico aunque flexible, formado en respuesta a una coyuntura histórica concreta, orientado a controlar o gobernar los gestos, pensamientos y comportamientos de los individuos, y compuesto por elementos discursivos y no discursivos (Rabinow 2003, 44-56). No se trata de cualquier soporte, sino de vehículos estratégicos inscritos en relaciones de saber y de poder (y, por lo tanto, de subjetivación y sometimiento), cuyo objetivo es enfrentar una urgencia para obtener un efecto más o menos inmediato.
Por dispositivo entiendo una suerte, diríamos, de formación que, en un momento dado, ha tenido por función mayoritaria responder a una urgencia. De este modo, el dispositivo tiene una función estratégica dominante [...]. Esto supone que allí se efectúa una cierta manipulación de relaciones de fuerza, ya sea para desarrollarlas en tal o cual dirección, ya sea para bloquearlas, o para estabilizarlas, utilizarlas. Así, el dispositivo siempre está inscrito en un juego de poder, pero también ligado a un límite o a los límites del saber, que le dan nacimiento pero, ante todo, lo condicionan. Esto es el dispositivo: estrategias de relaciones de fuerza sosteniendo tipos de saber, y sostenidas por ellos (Foucault 1994, 229, citado en Agamben 2011, 254).
Asuntos de visibilidad, enunciación, fuerza y subjetividad convergen en un dispositivo (Deleuze 1992)
El concepto de tecnología, así como lo concibió Foucault, designa a aquellos artefactos que canalizan o conducen operaciones de control social sobre los sujetos de modo de normalizarlos. Estas tecnologías pueden ser usadas por instituciones y autoridades, pero no se reducen a ellas. Las tecnologías disciplinarias y las confesionales y su uso en espacios hospitalarios, presidiarios y educacionales, fueron ampliamente analizadas por el autor. En la conceptualización de Foucault, aparecen también las tecnologías del yo, aquellas que corresponden a arreglos técnicos y materiales de poder y conocimiento que representan una forma de pensar, juzgar y actuar sobre nosotros mismos (Rose 1998, xvi), de modo de alcanzar un cierto ethos (Foucault 1988, 18). Extendiendo estas proposiciones en nuestro estudio, incluimos las tecnologías de resistencia al poder. Ejemplos de estas tecnologías son los propios archivos de los organismos de derechos humanos en su capacidad de inscribir el terrorismo de Estado mientras operaba, y contrarrestar así los afanes de impunidad del régimen represor, acogiendo y resguardando la experiencia de las personas victimadas y actuando en su defensa. También podemos pensar como tecnologías de resistencia todo el repertorio de acciones de denuncia y visibilización pública de este crimen de Estado, desplegado por los familiares de los detenidos desaparecidos y otras personas afectadas: las huelgas de hambre, los sittings en plazas públicas, los encadenamientos en los tribunales de justicia o las funas, por citar algunas.
En suma, con la noción de tecnología, nos estamos refiriendo a aquellos artefactos sociotécnicos que, articulando relaciones de poder y conocimiento, inscriben al sujeto en ciertos regímenes de intelección y, por lo tanto, bajo particulares redes de normatividad. Como veremos más adelante en este capítulo, ejemplos son las tecnologías comunicacionales como los montajes periodísticos, donde un medio de comunicación publica en una de sus secciones –la nacional o la policial– un relato descriptivo sobre un evento reciente con el fin de informar de ello a la población general, para lo cual recurre a la tercera persona, evita opiniones personales, y expone evidencia reunida mediante triangulación de fuentes y la voz de los actores involucrados o de autoridades que pueden referirse a los hechos en cuestión. Otro ejemplo, en el campo de las tecnologías jurídicas, son las declaraciones juradas, como las miles que pueblan los archivos de organismos de derechos humanos en Latinoamérica, dando cuenta de las circunstancias en que suceden las detenciones políticas de personas. En este caso, la tecnología corresponde a un documento escrito, con fecha y lugar de emisión, donde el firmante individualizado ocupa la primera persona para declarar una situación de la que es parte ante un juez o notario, quien valida que su declaración tuvo lugar; por ejemplo, que entre septiembre y octubre de 1974 la declarante estuvo detenida en el pabellón de incomunicados del centro clandestino de prisión, tortura y exterminio de Tres Álamos, en la comuna de San Joaquín, en la ciudad de Santiago, donde compartió celda con otra detenida, que le dio su nombre y cuya apariencia física pudo conocer en los momentos en que estaban solas y se atrevían a deslizar la venda que debían mantener sobre sus ojos y así exponerse una a la otra, convirtiéndose en testigos mutuas. Las firmas y timbres de notarios o jueces otorgan autoridad a la declaración una vez cumplidas las condiciones artefactuales demandadas por este régimen.
Para aclarar, desde un intenso trabajo en archivos de derechos humanos, hemos insistido en la dimensión tecnológica de los documentos y demás objetos que participan en la performación de los sujetos de la violencia política con la intención de superar su conceptualización como fuentes de información y no con el afán de restringir su análisis al aspecto tecnológico del artefacto; en nuestro caso, si se trata de un artefacto documental escriturado, gráfico, audiovisual, análogo o digital o bien de una performance o una actividad sostenida como una huelga de hambre. Entendemos la dimensión tecnológica como un aspecto importante, así como lo es la materialidad del artefacto: sus firmas, sus huellas, sus timbres de autoridad, sus criterios de control y legitimidad. Pero, por sobre todo, con la noción de tecnologías, queremos reconocer y analizar cómo operan, sobre objetos discretos –una ficha de registro o una querella–, los regímenes de intelección que componen nuestros mundos: esos regímenes que crean, validan, les otorgan funciones y, por lo tanto, habilitan a estos artefactos sociotécnicos para actuar sobre ciertos sujetos con determinadas consecuencias normadas socialmente.
Sociología, sujeto y archivo
Un enfoque cualitativo, exploratorio y con perspectiva histórica, guio nuestra indagación en archivos. Según la estrategia que aplicamos, comenzamos identificando y organizando la documentación sobre los detenidos desaparecidos de la Dictadura. Reconociendo la crítica logocéntrica que ha permeado parte del análisis filosófico de las performances (Taylor 2003), incluimos otros sistemas de inteligibilidad además del textual, como el visual y el escénico. Esto requirió conformar un corpus de datos multimodal.
El análisis preliminar de la documentación sobre este tipo de sujeto también estuvo abocado a definir el período de referencia, el/los casos de estudio específicos que seguiríamos en la genealogía y a identificar los dispositivos que han participado en la performación de este sujeto. El caso empírico que decidimos examinar es el de Muriel Dockendorff Navarrete, estudiante de economía de la Universidad de Concepción, dirigente estudiantil y militante del Movimiento de Izquierda Revolucionario, detenida en dos ocasiones en la ciudad de Santiago en el año 1974: la primera ocasión, entre el día 6 de junio y el día 16 de julio en dependencias de la Academia de Guerra de la Fuerza Aérea de Chile; la segunda, a manos de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) a contar del 6 de agosto. Elegimos este caso porque cumplía