Los demás mandamientos retoman las banderas programáticas o los principios declarados por el Partido Verde, y sus eslóganes mejor instalados, para incorporarlos en la contienda de la segunda vuelta. Evidentemente, el texto guionado está escrito a varias manos y el hecho de que desborde en número la analogía del decálogo cristiano puede estar mostrando la huella del disenso entre voces (de Petro, López y Mockus) que terminan enunciando colectivamente a través de un listado de puntos en común que no suscitan controversia entre las partes.
La metáfora religiosa en esta escena de campaña apela a los símbolos que activan fácilmente el reconocimiento de valores cristianos ampliamente compartidos. Los recursos utilizados remiten explícitamente a esos lugares comunes tanto en el montaje del acto (las tablas de mármol, la estola blanca con la cruz bordada en hilo dorado, el juramento verbal y los amplios testigos “congregados”) como en el contenido de las “tablas de la ley” (la enumeración romana, la reiteración del futuro simple de indicativo, el rostro siluetado de Petro en una de las placas y, claro, la definitiva firma sobre piedra).
Desde el punto de vista de la enunciación y de su puesta en escena (Maingueneau, 2014, pp. 123-133), el acto público apela a componentes de la escenografía11 litúrgica para desplazar la campaña política hacia ámbitos sacramentales. Como veremos, la solemnidad dialogal del compromiso adquirido por el candidato Petro puede dispersar los miedos al castrochavismo y sumar los votos afines al Partido Verde, legitimando al candidato a través de la promesa ceremoniosa. Mockus inquiere de forma sacerdotal —la mencionada estola, de hecho, rezaba la bendición “podemos ir en paz”— y repetía en cada compromiso el apelativo “Petro”, igual que en los géneros sacros del juramento. El jefe de la Colombia Humana contestaba, con base en un guion escrito:
- Mockus: Petro: ¿Se compromete usted a no expropiar?
- Petro: Me comprometo a no expropiar, nunca lo he hecho.
- Mockus: Petro: ¿Se compromete usted a no convocar una Asamblea Constituyente?
- Petro: Me comprometo a no convocar una Asamblea Constituyente y a defender a fondo la Constitución de 1991.
- Mockus: Petro: ¿Se compromete a manejar los recursos públicos como recursos sagrados?
- Petro: Me comprometo a manejar los recursos públicos como recursos sagrados y a mantener la disciplina fiscal. No solo me comprometo, sino que lo he hecho: jamás me he robado un solo peso de los colombianos o las colombianas.
- Mockus: Petro: ¿Se compromete a impulsar la iniciativa privada, el emprendimiento y la formalización?
- Petro: Sí. Ratifico mi compromiso de impulsar la iniciativa privada en millones de colombianas y colombianos, el emprendimiento y la formalización de la economía, con un trabajo decente y con colombianas y colombianos con todos los instrumentos para poder trabajar.
- Mockus: Petro: ¿Se compromete a garantizar la democracia pluralista y el respeto a la diversidad?
- Petro: Sí, me comprometo. La democracia es el objetivo de mis 40 años de lucha.
- Mockus: Petro: ¿Se compromete a respetar el Estado social de derecho?
- Petro: Sí, me comprometo a defender la independencia entre las ramas del poder público, la participación real y efectiva de la ciudadanía, la justicia social, que son el fundamento del Estado social de derecho (López, 8 de junio de 2018, 4’27”- 6’55”).
El acto finaliza dándole protagonismo a la bendición de la estola, para cerrar la analogía con la liturgia cristiana en un ir y venir entre esta última y la contienda política:
Podemos ir en paz… ¡a ganar! ¡Podemos ir en paz a ganar! (López, 8 de junio de 2018, 31’:34”-31’:37”)
La reformulación del cierre litúrgico transforma el conocido «Podéis ir en paz. Demos gracias al Señor» en la forma inclusiva del “nosotros” y añade el remate más próximo a la arenga proselitista. Sobre la base de ese grito de esperanza atravesado por la fe (cristiana), la inclusividad aquí se juega de manera específica, no solo en general para captar adeptos e indecisos, sino especialmente para convencer a los verdes, hasta ese momento rivales de Petro en la primera vuelta, de que él podría también representarlos en la jornada final de elecciones. En la escenografía litúrgica, así, se depositaba la estrategia de promover la confianza en Gustavo Petro a través de un “voto de fe”.
Más allá del lugar sacerdotal de Mockus —otro personaje por analizar dentro de la larga trayectoria de este líder del Partido Verde, dada su tendencia a representar figuras externas a la política (superhéroes, por caso)—, el contenido programático de esta supuesta liturgia resulta ser interesante en tanto que se pone en escena un compromiso por parte de Petro que, a nuestro parecer, remite justamente a la mesura política. Si bien varios de los “mandamientos” están en sintonía con las propuestas de campaña de Petro —energías limpias, implementación de los acuerdos de paz entre el gobierno de Santos y las FARC-EP, la educación pública y gratuita, etc.—, como vimos, hay otros que buscan prácticamente cuestionar, o al menos conjurar, los miedos de un Gobierno nacional en manos del conductor de la Colombia Humana. Dicho en otros términos, el compromiso con actores ajenos, o contrarios, a su propia fuerza electoral solo podía darse en tópicos que evocaban la construcción de un proyecto político personalista, autoritario y transformador de las reglas de juego institucionales. Nuevamente, y para retomar a la figura usada por Petro una década antes, para dar «un paso hacia el frente» en su proyecto electoral, tenía que dar, al mismo tiempo, «un paso a un costado».
Al respecto, para nosotros lo más interesante de este acto es la forma de “lucha” política asumida aquí por el dirigente de la Colombia Humana. La “eucaristía política” brindada por Mockus no dio ciertamente espacio para una arenga o discurso propio de Petro, al menos frente a los medios (“un paso al costado”). De hecho, los que hablaron públicamente fueron sus antiguos contrincantes, quienes brindaban su apoyo en la coyuntura del ballotage, buscando así correr el posicionamiento general del Partido Verde de votar en blanco. Sin embargo, lejos de asumir un compromiso pasivo, no son menores las respuestas del candidato presidencial del antiuribismo. Como se vio en el citado juramento, la respuesta «me comprometo» de Petro venía acompañada de una salvedad, es decir, de un ataque o, si se quiere, de una aclaración que de alguna manera reconfiguraba el compromiso llevándolo a su propia retórica política («un paso hacia el frente»). Por ejemplo, la iniciativa privada sería respetada en tanto brinde trabajo decente. Dicho en otras palabras, frente a la pasividad que suponía el acto, Petro redundaba en su posición de líder que no pierde sus convicciones y ni su coherencia («de mis 40 años de lucha»). Es un “avance aliancista” donde, en definitiva, el frágil equilibrio entre la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad queda en evidencia.
Conclusiones
El triunfo de Duque en las elecciones presidenciales de 2018 —si dejamos fuera de la discusión las recientes acusaciones de fraude para el candidato del uribismo— parece sugerir que el “avance aliancista” de Petro fue insuficiente para persuadir el voto en blanco en el ballotage. No obstante, el acto de los “doce mandamientos” muestra, a pocos días de los comicios, la forma como la conciliación y la mesura no van en detrimento del proyecto político de la Colombia Humana; incluso, como vimos anteriormente, el mismo acto de compromiso supuso también una reformulación, una conjunción interesante y simultánea de repliegue y lucha discursiva.
En todo caso, la derrota de Petro devela dos límites generales de su propia forma de hacer política: en primer lugar, la reticencia que su liderazgo genera en otras organizaciones del campo antiuribista, o “progresista”, para quienes el líder de la Colombia Humana resulta tácitamente impensable y, por ende, apelan a los supuestos rasgos de su personalidad (vanidad y personalismo), con lo que se soslaya finalmente su propuesta programática.