33 Manuel Joaquín Bosch, Reseña Histórica de los principales acontecimientos, 93-104. Un análisis sobre el periodo posterior de 1854 y el intento de restablecer el control social y la movilización plebeya que el liberalismo había promovido especialmente en el valle del Cauca en: James Sanders, Contentious Republicans. Popular politics, race and class in nineteenth century Colombia (Duke University Press, 2004), 109-111.
34 Los hechos son narrados por Gustavo Arboleda, quien señaló haber seguido la versión más aceptada, la de Venancio Ortiz y de Tomás C. Mosquera. Gustavo Arboleda, Historia contemporánea de Colombia, tomo VII, 138-141; Venancio Ortiz, Historia de la revolución del 17, 152-154.
35 Gustavo Arboleda, Historia contemporánea de Colombia, tomo VII, 110-114. Compartimos la tesis de Eduardo Lemaitre quien expone que el gobierno constitucional terminó creyendo la versión de Tomás Cipriano de Mosquera a la de Nieto. Sin duda, una revisión de los archivos aclararía mejor los hechos sobre este tema: Eduardo Lemaitre, Historia general de Cartagena, tomo IV (Bogotá: Banco de la República, 1983), 183-189.
36 Sobre el levantamiento melista en Supía y el trasegar de Federico Urrea, véase: Luis Fernando González Escobar, Ocupación, poblamiento y territorialidades en la Vega de Supía, 1810-1950 (Bogotá, Ministerio de Cultura, 2002), 97; Daniel Zarama, Don Julio Arboleda en el sur de Colombia. Documentos para la historia (Pasto, Imprenta Departamental, 1917), 166; ACC. AM. 1851. Comunicaciones con diferentes autoridades civiles.
37 Sobre la existencia de un plan previo a nivel nacional, véase: Venancio Ortiz, Historia de la revolución del 17, 152-154 y Gustavo Arboleda, Historia contemporánea de Colombia, tomo VII, 110-114. A consecuencia de la estrepitosa derrota electoral de los liberales para las elecciones de gobernador a finales de 1853, Lorenzo María Lleras y Francisco Antonio Obregón reinstalaron la Sociedad Democrática capitalina para trabajar contra la “reacción ultramontana”. El 8 de enero acordaron constituir una junta directiva con 21 ciudadanos para restablecer la unidad del Partido Liberal y ponerse en comunicación con las demás sociedades democráticas del país para constituir juntas y sociedades donde se creyese conveniente; la idea era formar un bloque de oposición en el todo el territorio contra los “conservadores fanáticos” que ocuparan cargos. Respecto a las reuniones hechas por los militares y el malestar que tenían contra la Constitución de 1853, según Arboleda, entre julio y agosto de 1853 en Bogotá, Popayán y Pasto se hicieron reuniones para discutir un futuro golpe. Por ejemplo, en el acta de Bogotá, de la cual se enviaron copias a Cali, Popayán y Pasto, se instaba a suspender la Constitución y autorizar a Obando a convocar una convención para regenerar el país. Gustavo Arboleda, Historia contemporánea de Colombia, tomo VII, 2, 49-50.
38 La noción de jefe natural se puede consultar en: Luis Ervin Prado Arellano, “El jefe natural: poder y autoridad en el Valle del Patía, 1810-1850”, Historia y Sociedad, n.° 23 (2012), 243-265.
39 Luis Ervin Prado Arellano, “El jefe natural: poder y autoridad…”, 243-265. Sobre Santiago Valencia de La Sierra: ACC. AM. 1851. Paquete 50, legajo 50; Representación de los vecinos de la Sierra, enero 28 de 1851: ACC. AM. 1851. Paquete 51, legajo 62. Juan B. Sandoval de la Sierra y La Horqueta: ACC. AM. 1851. Paquete 50, legajo 50; ACC. AM. 1851. Paquete 51, legajo 63; ACC. AM. 1851. Paquete 51, legajo 67.
40 Desconocemos estudios regionales sobre cómo estas divisiones del liberalismo de medio siglo se reflejaron a nivel local. La división existió, como lo indican los trabajos de Margarita Pacheco para Cali; Aims McGuinness, para Panamá; James Sanders, para el suroccidente neogranadino; Jorge Conde, para el Caribe colombiano; y David Church Johnson, para Santander, entre otros. Pero es necesario distanciarnos de las interpretaciones homogéneas de los partidos; simplemente pensemos que buena parte de lo que los liberales radicales de las provincias del nororiente promovían (liberar los esclavos, dividir los resguardos, entre otras medidas) para sus copartidarios caucanos no era fácil de compartir, en tanto tocaba fuertes intereses y resistencias que en el nororiente no existían. Estos matices son centrales para comprender la forma como se delinean las divisiones políticas en las regiones.
41 Melo era consciente de la falta de legitimidad de su golpe, al no aceptar Obando tomar las riendas del poder. Frente a esto, publicó boletines donde señalaba que José Hilario López se había pronunciado en La Plata, lo mismo en Mariquita, Tundama, Cartagena, Riohacha y Panamá. Buscó promover juntas de padres para legitimar los hechos, pero no fueron satisfactorias. De ahí la necesidad de tener en su círculo a figuras emblemáticas como al general Matilla, a quien llamó el 23 de abril y, finalmente, el 4 de mayo aceptó la comandancia de la 1.ª División del Ejército melista. Esto era un acto simbólico, ya que Mantilla hacía años estaba retirado en una hacienda en la jurisdicción de Chipaque. Gustavo Arboleda, Historia contemporánea de Colombia, tomo VII, 72-74.
42 Como lo sostiene Aims McGuinness, para Panamá, las reformas liberales de medio siglo, en especial el derecho al voto universal masculino, debilitaron las estructuras patriarcales y horizontalizaron las relaciones sociales entre plebeyos y notables, haciendo más compleja la sumisión y la deferencia de los primeros sobre los segundos. Tales reformas ampliaron el espacio popular para deliberar y reclamar sus derechos, como se expresó en los sucesos del 15 de abril de 1855, conocidos como “la tajada de la sandía”. Este último evento lo considera McGuinness como un momento de ruptura de la deferencia plebeya sobre los notables, y una demostración de autonomía popular que, gracias a la ampliación de los derechos políticos, hizo más complejo controlarlos. Por este temor, inhibió la promoción de la ciudadanía armada, a pesar de las peticiones de los habitantes del arrabal de la ciudad de Panamá de formar compañías de guardias nacionales. Similar situación la expone James Sanders para el Valle del Cauca a mediados del siglo XIX. Aims McGuinness, Path of empire. Panamá and the California gold rush (Ithaca: Cornell University Press, 2008), 115-118 y 143-145; James Sanders, Contentious Republicans. Popular, 58-70.
43 Margarita Pacheco, La fiesta liberal en Cali…, 79-80; James Sanders, Contentious Republicans. Popular, 82-84. Para Panamá, una facción del liberalismo promovió la movilización popular que, al igual que en Cali, tuvo un fuerte componente racial, combinado con el temor del filibusterismo (por los sucesos acaecidos en Nicaragua con William Walker) y la presencia del ferrocarril manejado por una compañía que cuestionaba la soberanía neogranadina sobre la vía. Aims McGuinness, Path of empire…, 55-151. En Bogotá, se suscitaron varios enfrentamientos entre los guaches y cachacos: Gustavo Arboleda, Historia contemporánea de Colombia, tomo V, 186-188, 194-195; Gustavo Arboleda, Historia contemporánea de Colombia, tomo VI, 187-192, 196-198, 238-239.
44 Según Arboleda, esta sociedad fue la crisálida del radicalismo liberal; muchos se autoproclamaban socialistas y hablaban con tanto entusiasmo que alarmaban al presidente José Hilario López y a todos los antiguos liberales. Según José María Samper, uno de los promotores de la sociedad, fue debido a él, en un discurso hecho a favor de las ideas socialistas e igualadoras a las del mártir gólgota, que posteriormente esta agrupación vino a ser identificada como los gólgotas o radicales, para distinguirlos de una generación más vieja de liberales: los draconianos, quienes, en su mayoría, eran veteranos de las guerras de Independencia y de las filas del Ejército. Gustavo Arboleda, Historia contemporánea de Colombia, tomo V, 157-158; José María Samper, Historia de un alma…, 267-269.
45 En las provincias del Cauca varios conflictos evidenciaron ser raciales, como el levantamiento de John Runner (1819), el del coronel venezolano de ascendencia afrodescendiente Francisco Osses en el valle (1831) y en la guerra de los Supremos (1839-1842). En el Caribe neogranadino varios autores han señalado cómo los conflictos se expresaron en términos racializados y, en muchos casos, se usaron los términos de pardo o mulato, de incitar a la guerra de castas o de promover proyectos políticos similares a Haití para deslegitimar a los adversarios. Luis Ervin Prado Arellano, David Fernando Prado