Lamentablemente, vemos que esto es algo que siguen aplicando algunos de nuestros líderes políticos actuales, para los que la palabra dada no tiene la mayor trascendencia, e incluso encuentran argumentos para justificarlo. Después de todo, aplican la máxima de que rectificar es propio de políticos, más que de sabios, por lo que no le dan la menor importancia a incumplir sus promesas.
En cuanto a la manipulación, estamos hablando de maneras de influir sobre los seguidores para conseguir nuestros propósitos, si bien Maquiavelo no tiene en cuenta el lado ético o moral del liderazgo. Los objetivos del príncipe son prioritarios y, muchas veces amparado en el engaño y las falsas promesas, logra que el pueblo se distraiga hasta disponer de suficiente fuerza para cambiar las normas o las leyes a su conveniencia.
Hoy en día, la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace se considera un valor relacionado con el ejemplo, y, en consecuencia, es un aspecto demandado a los que conducen, a los líderes.
Además, entre los efectos de la tecnología está la cultura del dato y de la digitalización, que hacen más fácil que nunca que uno tenga un pasado «digital» y se pueda comprobar esa coherencia, o la falta de ella.
En la victoria se perdona (casi) todo
«Si lo que importa es superar todas las dificultades para mantener su autoridad, los medios, sean los que sean, parecerán siempre honrosos y no faltará quien los elogie. Este mundo se compone del vulgo, que se deja llevar por las apariencias y solo atiende al éxito, y de unos pocos que poseen un ingenio perspicaz pero que no revelan lo que perciben, excepto cuando los demás que carecen de ese ingenio no saben a qué atenerse».
La importancia de la victoria por encima de todo. La derrota no se perdona: no la perdona el pueblo. La victoria siempre es vista con buenos ojos, y pronto se olvidan los malos tratos infligidos o soportados, así como las penurias pasadas.
Si le llega el éxito al príncipe, nadie cuestionará los medios que empleó. Si le alcanza la fortuna y la reparte entre el pueblo, nadie preguntará quién perdió.
Los vencedores escriben la historia y así se aseguran de que aparezca narrado lo que ellos desean.
Aunque se quede en lo superficial y no profundice o refleje la realidad, dominar las apariencias es una manera de dar poder a los vencedores sin escrúpulos, quizás más preocupados por la imagen que por cualquier aspecto moral. Vivir en la apariencia, por muy artificial que sea, hace que nadie cuestione el poder o el estado de bienestar logrado. Eso es lo que importa a una población dócil y proclive a la manipulación. El caldo de cultivo perfecto para toda autocracia.
Como decía Gregorio Marañón: «Al que vence se le perdonan los más graves defectos…, y al que fracasa se le niegan hasta las virtudes más notorias».
Sin embargo, hoy no solo los vencedores escriben la historia. Una imagen de métodos atroces puede servir para desacreditar a los vencedores y perder el apoyo de la opinión pública. Por eso debemos luchar por conseguir una geopolítica humana, para que la opinión pública sea precisamente eso: más pública que nunca.
7
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Siguiendo con la faceta más «maquiavélica» de nuestro autor, encontramos consejos para la manipulación, e incluso para el cinismo, que nos pueden ayudar a aprovechar en nuestro beneficio cualquier crisis.
Más vale pedir perdón que pedir permiso
«[…] el carácter voluble de los pueblos, que son capaces de aceptar una opinión nueva, pero es difícil que la mantengan».
Maquiavelo presenta al ser humano, en especial cuando está en grupo, como manejable y fácil de convencer.
En este pasaje sobre la naturaleza humana nos asegura que la persona es mala y que no es fiel. También la identifica como un ser simple, al que es fácil distraer con fiestas y engañar con facilidad, puesto que solo ve las apariencias. En su opinión, no existe la evolución personal en la gran masa de la población, no existe aprendizaje o mejora.
En lo que se refiere a la facilidad para «convencer», hoy en día la gestión de la verdad es más complicada que nunca. En un momento en el que proliferan las mentiras, las noticias falsas o las medias verdades, se hace tremendamente complicado discernir qué es lo que puede ser cierto. El objetivo de esta manipulación de la información no es otro que tratar de convencer a la población, influir sobre ella.
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