Fue Mikel quien se encargó de responder:
—Sí. Deriva del latín «canis» que significa «perro». Se llama así por la constelación Canis Mayor y por su estrella Sirio, la Abrasadora, que curiosamente ya no se ve en esta época del año, sino en septiembre. Pero en la época de los romanos hacía su aparición en el horizonte justo a mediados de julio, después de un periodo de invisibilidad; salía coincidiendo con los días más calurosos del año. Por eso los romanos llamaban a esa época el «tiempo del perro».
—¡Veo que entiendes del tema!
—Me gusta la astronomía y también la historia. No soy un experto, pero esa pregunta resulta fácil incluso para un novato aficionado como yo.
—¡Un lugar curioso, Ochate! —Mirando a Violeta, la artista explicó—: Allí está la torre de la antigua iglesia de San Miguel que se conserva bastante bien, dadas las circunstancias. También hay una necrópolis medieval cerca del pueblo, con tumbas antropomorfas esculpidas en la roca. En su día yo creo que debieron ser personas importantes a las que quisieron honrar de un modo especial, porque no es el tipo de enterramiento que se hacía en la Edad Media por aquí... En fin, hay muchas leyendas sobre Ochate. Por algo se le llama la «puerta secreta»...
Terminó de envolver los objetos. Pero antes de cobrarles y que se marcharan, la mujer sacó un saquito de tela de un cajón particular y se lo dio a Finisterre.
—¡Toma, esto es para ti!
Dentro había un colgante de plata vieja que representaba el árbol de la vida, con el mismo diseño vegetal simétrico en espejo, arriba y abajo. El árbol estaba inserto dentro de una circunferencia marcada con extraños símbolos cuneiformes. Y a cada lado del tronco, en el hueco entre las ramas y raíces, había dos medias lunas mirando en direcciones opuestas.
—No, no… No puedo aceptarlo. —La monitora intentó devolverlo, pero la artista recogió el colgante de su mano, se lo metió por la cabeza y le puso el cordón de cuero negro alrededor del cuello.
—Por favor, no lo desprecies. ¡Es un regalo! Un amuleto protector. Por lo que habéis hecho por mí… Y si vas a Ochate, llévalo puesto. Es importante. Por favor…
Después los echó de su taller alegando que tenía que salir a hacer un recado.
—¿Qué ha sido eso? —preguntó Violeta con un escalofrío mientras caminaban por la calle en dirección al albergue.
—¿Te refieres al reloj ese que tan pronto se movía como que no? Cuando lo tocabas tú, parecía que le dabas cuerda… —Se rio su compañero, tomándole el pelo.
—Eso también. Pero me refiero a ¡ella! —La pelirroja se tocó el amuleto del árbol, pero no se lo quitó del cuello porque tenía miedo de guardarlo en un bolsillo del pantalón y perderlo—. Qué mujer más extraña. Tan pronto estaba fría con nosotros como amable. Al final no paraba de mirarme. Y tanto hablarnos de Ochate… Un poco raro, ¿no?
—Lo raro es que te haya dado a ti el amuleto y no a mí, que he sido quien la ha salvado de ese cafre —respondió Mikel con guasa—. ¡Claro que es rara! Como todos los artistas. Y hoy nosotros hemos invadido su espacio... ¡Normal que al final se haya cansado y nos haya echado de allí!
Su compañera asintió, aunque sin demasiado convencimiento.
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OCHATE |
—Existen lugares llenos de misterio, donde se producen hechos inquietantes que nadie acierta a explicar. Y nosotros estamos muy cerca de uno de esos lugares mágicos, junto a un pueblo que muchos consideran maldito, que se llama Ochate. Se encuentra en el Condado de Treviño que es tierra castellana metida en la provincia de Álava. Hoy es solamente un puñado de casas y una iglesia en ruinas... Pero hay quien cree que una maldición antigua acecha entre sus piedras y que por eso está abandonado...
En la segunda noche de campamento, Mikel había tomado la iniciativa de la narración, tal y como había dicho que haría. Treinta rostros adolescentes se volvían hacia él, embobados y expectantes. Hablaba en tono bajo, como si quisiera proteger un secreto, y su voz planeaba poderosa como un águila entre las cuatro paredes de la sala común del albergue. A su alrededor no se oía un carraspeo, ni una risita velada. Todo el alboroto, las risas y las riñas habían cesado cuando él había levantado la mano para pedir silencio.
Por la tarde había caído un fuerte tormentón en la zona. Por eso en lugar de salir al patio del albergue, donde el cemento estaba mojado y lleno de charcos, se habían acomodado en una sala dentro del edificio. Habían apartado las mesas y sillas para sentarse en el terrazo, todos formando un círculo. También habían apagado las luces generales y habían encendido las linternas para crear un ambiente más agradable y misterioso. El techo pintado de blanco no podía competir en belleza con el firmamento nocturno lleno de estrellas, pero una vez comenzada la narración a nadie le importaba.
—Su nombre, Ochate, significa en vasco «puerta secreta» o «puerta del frío». Hay quien piensa que, en efecto, en ese lugar existe un portal de entrada para seres de otro mundo... —Un murmullo recorrió la sala—. Habéis de saber que ese lugar se hizo muy famoso en los años ochenta por una foto que se publicó en una revista especializada en temas de misterio. En esa misma revista se hablaba de luces muy extrañas que se habían visto allí, en la «puerta secreta»...
De ese modo dio Mikel comienzo a la historia de Prudencio Muguruza, un empleado de banca vitoriano que una tarde calurosa del mes de julio se había ido a pasear con su cámara de fotos y su perro por la zona de Ochate. Caminaba tranquilamente por el campo cuando vio un extraño fenómeno luminoso en el cielo que no supo explicar. Parecía una enorme bola incandescente que se precipitaba sobre la tierra con una cola luminosa detrás. En medio de la sorpresa, tuvo tiempo y la inspiración de disparar su cámara mientras caía. Luego el objeto luminoso se desvaneció. Al principio nadie le creía cuando lo contaba, porque nadie más había visto aquel extraño fenómeno en el cielo, pese a ser bastante grande y llamativo.
Así que, pasada la primera impresión, volvió a su casa y se olvidó del tema. Pero cuando Prudencio reveló el carrete de fotos un tiempo después, descubrió que aquel cometa luminoso había quedado impreso en uno de sus negativos. ¡Por fin podía demostrar lo que había visto!
Muy pronto, la foto y el extraño suceso se convirtieron en noticia. ¡Eso ocurría en el verano de 1981! Al año siguiente, en 1982, la fotografía se publicó en la portada de una revista española entonces famosa Mundo desconocido, que era una publicación de referencia para los aficionados a la ufología. Lo titularon «Ovni en Treviño». El propio Muguruza escribió un artículo en la misma revista que tituló «Luces en la puerta secreta» y todo esto desató una gran fiebre por descubrir sus secretos.
—Ochate se convirtió de la noche a la mañana en el lugar más misterioso de España, en un sitio de peregrinación para los «cazadores de misterios» —explicó Mikel—. En aquellos años estaba muy de moda perseguir ovnis. La gente realizaba excursiones a lugares de avistamientos. Y muchos aficionados a la ufología y a los fenómenos paranormales acudían a Ochate cargados con sus cámaras y con aparatos de grabación de sonido. Algunos dijeron que se oían voces de ultratumba en la noche, voces extrañas que luego salían en las grabaciones, aunque allí no hubiera nadie. Otros llegaron a ver sombras humanas muy raras, que aparecían y desaparecían de forma inexplicable. Fuera verdad o mentira, el caso es que muchos curiosos salían huyendo… Se oyeron bastantes historias raras sobre eso. Incluso se hicieron programas de radio y televisión sobre el